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Ha sido una imagen con un valor simbólico evidente. Antes de reunirse en Berlín con el canciller alemán, Olaf Scholz, y su probable sustituto, el ... conservador Friedrich Merz, el presidente francés, Emmanuel Macron, ha visitado este martes al mediodía la base aérea de Luxeuil-les-Bains (este de Francia), una de las más importantes del ejército galo. En un discurso pronunciado en medio de un círculo formado por soldados, ha anunciado un refuerzo de las fuerzas aéreas de su país y, en concreto, una inversión de cerca de 1.500 millones de euros en esa infraestructura militar. También comunicó que la convertirán en la cuarta base aérea francesa que dispone de armamento nuclear.
La disuasión nuclear «representa una oportunidad para nuestro país y, por este motivo, vamos a seguir reforzando cada uno de sus elementos», declaró el mandatario. A pesar de la controversia suscitada en política gala por su propuesta de poner el paraguas nuclear francés al servicio de otros países de la Unión Europea —básicamente de Alemania—, Macron reafirmó este martes la importancia que le otorga al hecho de que Francia sea el único Estado europeo, junto con Reino Unido, que dispone de armamento atómico. Y expresó su voluntad de convertir la base de Luxeuil, ubicada cerca de la frontera con Suiza, en la cuarta que está equipada con bombas de ese tipo.
En concreto, el dirigente galo explicó sus planes de que esa infraestructura sea la primera en albergar «la próxima versión de los cazas Rafale», equipados «con un misil nuclear hipersónico». Esa arma representa «la modernización y la renovación que hemos impulsado de nuestra disuasión», sostuvo Macron. La infraestructura de Luxeuil-les-Bains ya había formado parte del sistema de disuasión nuclear galo entre 1966 y 2011. La llegada de ese nuevo caza, fabricado por la francesa Dassault, está prevista para 2035. Además, las autoridades quieren reforzar esa base con 40 nuevos cazas y un aumento de 2.000 integrantes, sumando tanto personal civil como militar.
«Nuestro país y nuestro continente deberán seguir defendiéndose, dotándose y preparándose si queremos evitar una guerra», declaró el presidente. «Nadie sabe lo que sucederá en los próximos meses y años. Lo único que quiero es que estemos preparados y protegidos», añadió. Pese al tono algo dramático de su discurso, desde el gabinete presidencial indicaron que tenían previstos estos anuncios desde hacía meses, y que no están relacionados con el actual contexto de la guerra de Ucrania y el reciente acercamiento en las posiciones entre Rusia y Estados Unidos.
Tras un 2024 horribilis —hasta cuatro primeros ministros se sucedieron al frente del Ejecutivo galo—, Macron parece sentirse cómodo en estos primeros meses de este año marcados por el retorno de Trump a la Casa Blanca y su voluntad de acabar con la guerra de Ucrania, aunque quizás esto suponga dejar de lado los intereses de Kiev y de Europa. De hecho, ha sido uno de los dirigentes europeos que se ha mostrado más activo para evitar ese escenario.
Aunque se desconoce si la hiperactividad de Macron aportará algún resultado, sí que le ha servido para subir un poco en los sondeos. Ha pasado de una aprobación en enero de solo el 18% de los franceses —su nivel más bajo desde que llegó al Elíseo en 2017— a un 27%, según un estudio de opinión publicado el pasado domingo. No se puede descartar, sin embargo, que esta coyuntura termine jugándole alguna mala pasada al Ejecutivo macronista.
Tras haber aprobado en febrero los presupuestos de este año con sudor y lágrimas —le costaron el cargo en diciembre al primer ministro Michel Barnier—, ya prepara el texto presupuestario del año que viene, haciendo del gasto armamentístico una de las prioridades. Tenía previsto aumentarlo de los 50.000 millones actuales (una cantidad superior al 2% del PIB) a 67.000 millones en 2030. Pero tras los hechos de las últimas semanas, la portavoz gubernamental, Sophie Primas, aseguró que «debemos ir más lejos y más rápido».
Además, el primer ministro, François Bayrou, dijo el domingo que en el actual contexto «no es realista» mantener una edad mínima de jubilación en 62 años (con 43 años cotizados para recibir una pensión completa). Con esas palabras, condenó prácticamente al fracaso la mesa de diálogo entre sindicatos y la patronal que él mismo había impulsado en enero sobre el sistema de jubilación. Eso le ha valido duras críticas en el arranque de esta semana, tanto por parte de representantes sindicales como de la izquierda. Mientras que a Macron le ha sentado bien el traje de líder militar, no está claro que suceda lo mismo con Bayrou.
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