Urgente Parte de la cúpula fiscal pide la dimisión de García Ortiz por negarse a responder al juez

Invadida por una neblina encefálica producto de un catarrazo otoñal o tal vez de una flurona, mezcla de covid y gripe (pueden llamarme Flu-rundarena), me pongo a mirar las noticias y descubro con cierta aprensión que no entiendo nada. A estas alturas ya no ... sé si los que se acaban de casar en Las Vegas son Eugenia Martínez de Irujo y su novio, o Iñaki Urdangarin y su chica. Tampoco me ha quedado claro por qué le han desahuciado a un hermano de Jaime de Marichalar. He tenido que leer tres veces la palabra desahucio para asimilar que a ese atildado señor vestido con capa española le han echado de su casa cual si fuera un inmigrante sin recursos. Solo que con menos ruido y sin que haya acudido a defenderle la plataforma antidesahucios que fundó Ada Colau. Yo creía que actuaban siempre, sin discriminación por razón de sexo, religión, estatus social o partido político al que vote... Aunque tal vez sea el atuendo lo que marca la diferencia: si vas a abandonar tu casa vestido con capa española o chaqueta de ante tirolesa, no esperes pancartas de apoyo en la puerta. En la sección de insultos a granel, tampoco he logrado aclararme. Lo de que hay mujeres de izquierdas que están donde están porque las ha fecundado un macho alfa, refiriéndose a Irene Montero, se me ha traspapelado en la mente con lo que la izquierda decía en su día sobre una mujer de derechas: Ana Botella. El sueño del paracetamol produce monstruos y también he soñado que ciertos violadores veían atenuadas sus condenas por culpa de una ley mal formulada por una coalición de derechas. El Gobierno culpaba a los jueces. Y el feminismo se echaba a la calle... En medio de esta neblina gripal, lo veo todo más claro. Y es que, como dirían en México, no hay para donde hacerse.

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