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El saxo alto Immanuel Wilkins, todo un coloso del jazz a sus 25 años. IGOR MARTÍN
Immanuel Wilkins, un saxo altísimo

Immanuel Wilkins, un saxo altísimo

El cuarteto del joven jazzista sumó elegancia, fuerza improvisadora desatada e interacción de primer nivel

Viernes, 7 de julio 2023, 01:26

Y si en la tradición jazzística los tríos son una formación con gran predicamento, los cuartetos no les andan muy a la zaga. La versatilidad de los formatos reducidos permite una gran flexibilidad y las interacciones entre músicos pueden organizarse de muchas maneras. Así lo hicieron sobre las tablas de Mendizorroza Immanuel Wilkins, líder de la formación que completaban el pianista Micah Thomas, el contrabajo Matt Brewer y el baterista Kweku Sumbry. Estos tres últimos disfrutaron y aplaudieron desde la grada los últimos temas interpretados por el trío de Brad Mehldau. Lo cierto es que hay que tener mucha fe, valor y talento para no ponerse nervioso al salir a escena tras semejante triunvirato.

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El saxofonista norteamericano, que a sus 25 años ya ha asombrado a los aficionados con álbumes como 'Omega' y 'The 7nd Hand', suma su conocimiento del 'bebop' y las tradiciones jazzzísticas con una fuerte carga espiritual en su directo, como un John Coltrane o un Joe Henderson en sus saxos tenores. Aunque la tesitura de Wilkins es la del saxo alto, como la del legendario Charlie Parker, su estilo remite a veces a un Charles Lloyd o a un Archie Sheep, ambos tenores. Hacia el final de su actuación, las referencias de Sheep o de Ornette Coleman dejaron huella en una apabullante improvisación, con ecos de la mirada contemporánea de Kenny Garrett hacia 'Trane' en aquel álbum 'Pursuance'.

Wilkins y sus cómplices combatieron la tormenta de rayos y lluvia con música de altura, que situaba al concierto por encima de las encabritadas nubes. Por ejemplo, con un ostinato melódico que el saxo superponía a la conjunción sonora de sus compañeros. Ahí construyeron toda una épica jazzística, con detalles de categoría. Es la propuesta de un magistral artista cuyo futuro no tiene techo aparente.

Por su parte, Kweku Sumbry dio todo un recital rítmico con los palos y baquetas. Thomas hizo juegos mágicos con las teclas, mientras Matt Brewer deslizó su contrabajo por ritmos y ámbitos armónicos, uno de los cuales rubricó al final con un juego de octavas. Y Wilkins se salió del mapa.

Hay un pulso orgánico en la música de este cuarteto, con una preciosa mirada melódica en algunos momentos y ciertos remansos que pronto se ven lanzados por la fuerza de un bebop desenfrenado. Pero siempre ejecutado con altísimo nivel.

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