De estrellas a estrellados en el Bilbao BBK Live

Luces y sombras ·

En un cartel con un centenar de artistas, es difícil mantener el nivel. Repasamos aquí los mejores conciertos y algún que otro chasco, a juicio de nuestros críticos

Ó. Cubillo | C. Benito | S. Cantera

Lunes, 10 de julio 2023, 00:59

  1. Bolazos y conciertos sin músicos

Lo mejor, Idles. Lo peor, Perfume Genius. Juan Lazkana y Maika Salguero

Óscar Cubillo

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Idles no solo ha sido lo mejor del festival, podemos asegurar que ha sido un bolazo de lo mejor del año. Lo de los brutalistas bristolianos fue una catarsis colectiva, manejaron a la masa batiendo tambores tribales que engarzaban con lo industrial ... y lanzaron un mensaje muy político, o sea izquierdista, en su cuarta actuación en Bizkaia.

A pesar de su mensaje cosmogónico y desesperanzado por el ateísmo explícito, Love of Lesbian consiguieron brillar en la tarde, imponerse a la luz solar con su espectáculo audiovisual dotado de buen sonido y magnífico escenario rematado por pantallas gigantes que pasaban de lo cósmico a los planos íntimos de los siete actuantes. También destacó Florence + The Machine: la sacerdotisa londinense, una diva que eclipsó premeditadamente a sus músicos y que el 99 % del tiempo chupó cámara ella sola en las pantallas gigantes, conectó de manera especial con la masa juvenil de Kobetas, que recibió extasiada sus mensajes de abrazar al prójimo, sobre la resurrección musical tras la pandemia…

En general lo peor del BBK Live es la invasión del anti-arte de los shows urban artificiales, mecánicos y sin alma, de esos conciertos sin músicos, sólo con un vocalista y un DJ aportando pregrabados. Y es que el festival alberga muchos conciertos sin música. Ah, salvemos de la pira a María Escarmiento, con su desenfado lúdico al preconizar la fiesta eterna y el chunda-chunda, como lo llama ella.

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Y por personificar alguna decepción, señalemos a un Perfume Genius absolutamente exento de glamour, con una banda mal vestida y poco comprometida, y un líder aparentemente incómodo bajo la luz vespertina… También se podría citar entre lo malo, insuficiente o decepcionante a la huera solemnidad de RY X, la verbena de La Plazuela, el ruido de fondo de Coucou Chloe…

  1. Lo más grande y lo más pequeño

Lo mejor, Arctic Monkeys. Lo peor, Friolento. Sharon López y Juan Lazkano

Carlos Benito

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Puede parecer paradójico que alguien que está cubriendo un festival tenga una visión fragmentaria de lo que ocurre allí, pero así es: la inmediatez del periodismo obliga a perderse cosas porque, en fin, hay que contar rápidamente otras y eso requiere su tiempo. De lo que he visto, me gustaría destacar un concierto muy grande y otro muy pequeñito. El primero, casi obvio, es el de Arctic Monkeys, que reunieron a una de las mayores multitudes de la historia del festival. En estos tiempos en los que está tan poco de moda la palabra 'rock', sorprende su tirón global y multigeneracional, ya que se trata de una banda con un sonido y una actitud que entroncan directamente con el rock de los 70. Más allá de debates sobre la evolución de su estilo, dejaron claro que son ya unos clásicos, un nombre más en la lista de los grandes, y que siguen en perfecto estado de forma, quizá mejor que nunca: igual que me ocurrió en el Azkena Rock Festival con Iggy Pop, yo firmaría ahora mismo por un concierto en el que pudiesen centrarse solo en material más 'maduro'. ¿Y qué hay de lo pequeño? El dúo canadiense Desire montó en el Txiki una fiesta electrónica ochentera y sacó pleno partido de su minimalismo sonoro (con el regalo de versiones de New Order y Kylie Minogue) y escénico (¡lo que dieron de sí un cráneo, una botella y unas flores!). Aparte de eso, siempre quedan momentos memorables. Por rescatar dos casi opuestos: el público bailando 'Ven, devórame otra vez' en la sesión de Dinamarca y los sonidos vanguardistas y casi industriales de la coreano-estadounidense Miss Grit.

¿Y la decepción? Más allá de clásicos del festival como las colas de los baños (que este año parecían especialmente interminables), en lo artístico citaría el concierto de FrioLento, con un sonido criminal que puso muy difícil disfrutar de su abracadabrante fusión de post-punk y reguetón. No se les entendía ni cuando hablaban entre canción y canción.

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  1. La reconciliación con los repetidores

Lo mejor, Florence + The Machine. Lo peor, el horario de Ángel Stanich. Juan Lazkano y Luis Ángel Gómez

Silvia Cantera

Con la pena de no haber podido bucear tanto como me habría gustado en la letra pequeña del festival por motivos laborales, creo que esta ha sido una edición en la que los repetidores han mostrado una mejor cara. Si en 2018 Florence + The Machine me dejaron fría, con la artista pegando saltos por el escenario, pero alejada de la emoción, este 2023 ha servido para reconciliarme con ella. Se ha bromeado mucho esta edición con que sería la líder perfecta de una secta. Qué fervor y cuánta obediencia desde el público. Vocalmente estuvo genial y se centró mucho más en transmitir que en su anterior visita. Durante el bolo ella misma se mostró sorprendida por «la energía y la vida» que estaba recibiendo desde el público.

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Repetían también en el BBK Live unos Phoenix que tuvieron más éxito de convocatoria que su predecedores y cabezas de cartel Pavement y unos explosivísimos Idles, una de las bandas más recomendadas en Kobetamendi. También mejoraron Love of Lesbian, que pese a llevar todo ganado desde el inicio, estuvieron cercanos y con un sonido impecable. Pero, sin duda, los repetidores oficiales son unos The Chemical Brothers, ya casi djs residentes del festival. Cualquier día se alquilan un ático en el Casco Viejo.

Entre esa no tan explorada letra pequeña, me quedo con ganas de ver en sala a Menta, Merina Gris y La Plazuela. Tres formas muy distintas de animar el cotarro y retener a un público que inevitablemente tiende a moverse hacia las grandes aglomeraciones.

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En lo musical, la peor parte se la llevan horarios incomprensibles como los de Ángel Stanich y Arde Bogotá. Sus escenarios se quedaron pequeños. Y que me perdonen sus fans, pero no conecté nada con The Blaze, demasiado tarde para una propuesta tan sumamente calmada.

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