Colas para el baño, cenar y subir en autobús, en la edición más 'green'

El festival ha conseguido evitar grandes barrizales extendiendo fardos de paja por las zonas más afectadas por la lluvia. La peor parte se la llevaron los campistas, que se quejaban también de que llegaron a quedarse sin agua en las duchas.

El lobo 'trash' que el artista portugués construyó con basura ha sido el rey de todos los selfis, aunque la iniciativa sostenible que más interés ha suscitado ha sido la Kobetamendi irteera, con cientos de adeptos diarios que han subido a pie a los conciertos. Aplausos para las animadas charangas y el ambiente, y un pero a tener en cuenta de cara al año que viene. La interminable hilera de escaleras convertía la segunda parte del recorrido en un pequeño tormento. Quizás una ruta alternativa con más cuesta y menos peldaños sería más agradable. La ruleta de premios y el vaso gratis como recompensa al esfuerzo, todo un acierto. Por cierto, que cada festivalero tenga su propio recipiente reutilizable es una genial garantía de limpieza, pero pedir tres euros por él se antoja excesivo. Los precios en las bebidas se han mantenido, aunque los 5 euros por una caña y 4 por un refresco no son para todos los bolsillos.