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Todo aficionado a la música lleva dentro un gran programador de festivales, del mismo modo que todo forofo del fútbol se siente capaz de asumir el cargo de seleccionador, pero en realidad escoger los artistas para una cita como el Bilbao BBK Live suele exigir ... mucha atención al equilibrio. Estos eventos son como una balanza con dos platos que no deben descompensarse: por un lado están los valores seguros, los artistas consolidados, esas canciones que nos han acompañado durante un tramo de nuestra vida y que nos reconfortan y a menudo nos hacen sentir el agridulce pellizco de la nostalgia; por otro lado está lo nuevo, lo emergente, esa carga de sorpresa y descubrimiento que da pleno sentido a una convocatoria de este tipo. Luego cada espectador se trazará su itinerario, que viene a ser como confeccionarse su propio festival, y apostará más por el pasado que llega al presente o por el presente que se asoma al futuro.
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De vez en cuando, esa doble vía se manifiesta de manera diáfana: ocurría anoche, cuando coincidían en el programa The Killers y Chill Mafia, dos manifestaciones extremas de esa disyuntiva festivalera. Los primeros son los ídolos estadounidenses del pop de estadio, una de las bandas comerciales más grandes de este siglo: con la estrella Brandon Flowers al frente, garantizan un concierto apabullante, repleto de himnos para corear, crescendos emocionales y estribillos en los que reconocerse. Los segundos son un colectivo navarro, gamberro y tirando a imprevisible, que combina las estrategias de la música urbana del siglo XXI con una mirada irónica al pasado y derrocha una de esas actitudes que suelen desconcertar a los mayores de 40 años, o quizá sea a los mayores de 30. Evidentemente, la capacidad de convocatoria de los superventas globales y la del 'herriko trap' no es la misma, y por eso The Killers tocaban en el escenario Nagusia y Chill Mafia en el Txiki, pero daba la sensación de que Kobetamendi se iba a agrietar por el abismo generacional.
Encontrar fans de The Killers era lo más fácil del mundo. A las cinco, cuando se abrieron las puertas, un par de decenas de personas corrieron a colocarse en primera fila. Entre ellos, con sus respectivas camisetas de The Killers, estaban Nahir Sánchez y Juan Manuel Fernández, que viven en Tenerife pero vienen al BBK Live desde que en 2017 les tocó una entrada en un sorteo. «Kobetamendi es nuestra montaña. Ya tenemos rutinas bilbaínas: siempre desayunamos en El Sagradito, donde nos atiende Iker, que es encantador no, lo siguiente».
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Jon Ander Goitia
Jon Ander Goitia
- ¡Ni que fuera Brandon Flowers!
- Es el Brandon Flowers de los desayunos.
Nahir desarrolla qué tienen los Killers para gustarle tanto. «¿Qué es lo que no tienen? ¡Lo tienen todo! Las canciones, un directo de diez...». Y alrededor empiezan a alzarse voces: «¡Brandon es un gran letrista!». «¡Y un showman!». «¡La puesta en escena es brutal!». - Serán conscientes de que les quedan más de cinco horas aquí.
- Yo no los he visto nunca y llevo 14 años escuchándolos -responde una chica-. Después de 14 años, cinco horas no son nada.
¿Y los partidarios de Chill Mafia? Pues parecen abundar entre los colegas músicos. «De The Killers conoceré una canción, de Chill Mafia más. Yo los festivales me los planteo para ver a grupos medianos o pequeños: entiendo a los fans, pero no disfruto mucho con miles de personas alrededor», argumenta Dani Rato, el bajista de Confeti de Odio. Y otro bajista, Martín Vallhonrat, de Carolina Durante, se pone un poco malicioso: «The Killers me apetecían hace diez años, pero creo que esta noche voy a tener más ganas de fiesta con Chill Mafia. En The Killers va a haber más gente aburrida».
Y llegó la hora. The Killers arrancaron antes, frente a una muchedumbre de día grande. Salió Flowers, con el pop springsteeniano de 'When You Were Young', y le bastaron diez, cinco, dos segundos para demostrar que es el jefe del escenario. Hay gente que se mueve por su sala de estar con menos dominio del espacio. Habló del «par de años duros» que llevamos encima, leyó unas palabras en euskera y siguió con 'Jenny Was A Friend Of Mine' y 'Smile Like You Mean It'. Aquello iba rodado. ¿Y Chill Mafia? Su fiesta era distinta, como si el escenario fuese una bajera por la que se movía un montón de gente cantando trap, reggae y tonadillas neoquinquis: 'Kolakao', 'Zure kebapa', 'Viejo amigo'... No faltó la referencia a sus compañeros o rivales de noche: «¡Jaleo! ¡Esto no es The Killers para que seáis aburridos!», animaron al público. Pero no hacía mucha falta, porque aquello también iba rodado: al final, no era un combate sino una suma.
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