Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Uno de los versos del poema 'Lo nuestro', de Jorge Luis Borges, que me ha acompañado toda la vida dice: «Los amigos que no pueden faltarnos, porque se han muerto». Puedo decir que Fernando Marías era mi amigo desde finales del año 1976, cuando me ... lo presentó Juan Bas, su amigo inseparable de desde la infancia (este espacio debería estar escrito por Juan, que no lo ha podido hacer, roto por el dolor de la ausencia de su alma gemela). Falleció el sábado a las 23.30 horas de la noche de una enfermedad que se da en muy pocas ocasiones, y nos ha dejado con su muerte un inmenso dolor, un vacío imposible de llenar. «Nuestro pasado se mueve -dice el propio Fernando en su última novela, 'Arde este libro'-. Todo el tiempo se aleja sin retorno, como si anhelara abrazarse al olvido». Lo que resulta seguro es que no le olvidaremos, que yo no te olvidaré.
Noticia Relacionada
Los primeros recuerdos que tengo de él se remontan a finales de 1976. Entonces ya vivía en Madrid, donde había ido a estudiar Cinematografía, a cumplir sus sueños como director de cine, inspirados por las películas de Sam Peckinpah, especialmente 'Grupo Salvaje'. Creo que el primer encuentro, siempre con Juan, fue en su casa de la calle Iturrizar, seguramente escuchando algún disco de Lou Reed. Años en los que cada uno trató de encontrar su camino en la vida, de saber cuál era el incierto sendero que debíamos transitar. Fernando, tras años de luchar contra las adversidades y sus propios demonios, escribió en 1990 una novela, 'La luz prodigiosa', con la que ganó el premio Ciudad de Barbastro, un galardón que le abrió unas puertas que quizá nunca había imaginado traspasar.
Recuerdo especialmente la semana anterior a la entrega del Premio Nadal. Estábamos comiendo -cada vez que se acercaba a Bilbao le llevaba a un restaurante nuevo que no conocía- en el Baita Gaminiz. Cuando estábamos a punto de pedir los postres recibió una llamada anunciándole que era uno de los candidatos a ganar el premio que se iba a entregar unos días después. «¿Si lo gano -me preguntó sin llegar a creerse que lo ganaría- qué crees que significará?» «Te cambiará la vida», creo que le respondí. Y así fue. Tras ese premio obtuvo el premio Dulce Chacón de Narrativa Española, el Ateneo de Sevilla, Anaya, el Nacional de Literatura infantil y juvenil, Gran Angular, Primavera y Biblioteca Breve.
Sin embargo, nada era suficiente para él. Era un hombre inquieto, un creador en toda la extensión de la palabra. Ha sido guionista de cine, productor de obras de teatro, actor junto a Espido Freire y ha adaptado, su último trabajo, la novela 'Los santos inocentes' para el teatro, estreno al que ya no podrá sistir, a principios del mes de abril en el Teatro Calderón de Valladolid. Como me decía Juan Bas hace unas horas, «cuesta aceptar las mil cosas que no volveré a hacer con él, desde recomendarnos películas como hacíamos constantemente hasta no volver a leer una página el uno del otro».
Le recordaré con su enorme sonrisa, con su mirada azul, tomando un café tras otro mientras charlábamos de literatura. Sus últimas novelas, 'La isla del padre' y 'Arde este libro', son el testimonio de un escritor comprometido con la literatura, de alguien que supo ver que los libros deben conmover, que deben ir más allá del mero entretenimiento. Un abrazo muy fuerte a sus hermanos, Luis, guionista excepcional y un tipo admirable, y a Ana, una mujer entrañable.
Quizá, para acabar esta carta, debería recordar a quien corresponda que Fernando Marias, con su última novela 'Arde este libro', un libro sobre la culpa, comparable a cualquiera de las grandes novelas de Philip Roth, bien merecería el Premio Euskadi de Literatura de este año.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.