Fernando Marías y Juan Bas, «dichosos», en la casa de este último en el Casco Viejo de Bilbao en 1996. j. b.
Obituario

Medio siglo y algo más con Fernando Marías

Carta de ultratumba a Fernando Marías, el escritor y guionista bilbaíno fallecido el sábado pasado

JUAN BAS

Miércoles, 9 de febrero 2022

Creía que con la disculpa de haber ido a Madrid a tu velatorio, me iba a librar de escribir sobre ti porque ya lo había hecho nuestro muy querido y viejo amigo Txema Soria (me hizo llorar con sus palabras plenas de corazón), pero no, ... lo cual agradezco al periódico. Te voy a mandar una carta al más allá con la confianza de que tu crítica a la misma será neutra: no te parecerá ni bien ni mal. Creo que será corta (pues no, compruebo ahora al revisarla); ambos preferíamos la brevedad en literatura y en bastantes otras cosas, fieles a la máxima de Chéjov de que el arte de escribir es el de abreviar. Sin embargo, en el lenguaje oral no eras tan parco y cuando agarrabas un micrófono uno podía creer en la eternidad.

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Como sabes, en las paredes de mi casa hay bastantes fotografías enmarcadas. Personas allegadas que miran por mi bien desde la censura, con mi exmujer Ángela a la cabeza, me critican que en casi todas estoy yo. Reconozco que es cierto, pero me exculpo en vano de vanidad con la consideración de que en casi ninguna estoy solo, sino con personas queridas en momentos importantes para mí. En varias estoy contigo. La más antigua es de 1963 y prueba que me he pasado toda la vida aguantándote. Tú estás encantado con un atuendo completo de vaquero y me apuntas con un revólver (premonitorio), yo estoy en medio con cara de niño lelo que mira a la cámara de mi abuelo Juan Bas y tu hermana Ana está a la derecha montada en un burro imposible (Luis Marías no tenía ni un año y aún no podíamos usarlo en nuestras puestas en escena). En aquellos años jugábamos juntos, indocumentados y pletóricos, en vuestro estupendo piso con gran terraza de la calle Iturriza número 5, en cuyo bajo estaba el mítico JK, el mejor bar de cócteles del mundo, según certificamos a lo largo de mil horas de barra con la libación de centenares de 'dry martinis'. Creo que estarás de acuerdo conmigo en que comenzamos a ser conscientes de nuestra amistad hacia 1972, cuando descubrimos al teniente Blueberry y a Borges y compartimos la fascinación.

Foto de 1963 en la que Fernando Marías, con gorro de vaquero, y su hermana Ana flanquean a Juan Bas.

Otra foto que quiero recordarte y que te gustaba mucho (a mí también), es de 1996. Ahí estamos tú yo solos en la estrecha terraza (ancho balcón, dirías tú) de mi casa en la plaza de Santiago. Llevas una camisa roja y negra con grandes coronas doradas de rara fealdad y todavía tienes pelo. Ambos posamos muy sonrientes, creo que se transmite que estábamos dichosos. La foto nos la hizo Ángela y recuerdo que María, mi hija, que tenía un año, estaba también en la terraza y se reía de las bobadas que le hacíamos. Éramos felices y lo que es todavía mejor, nos dábamos cuenta de serlo, porque escribíamos los guiones de nuestra serie 'Páginas ocultas de la historia' y disfrutábamos haciéndolo.

Guárdame sitio a tu lado en el infierno. Nos reiremos de todo y de todos, incluidos nosotros mismos

Y la tercera fotografía es la que enlaza con la muerte, no solo con la tuya. Es de 1999 y también tiene que ver con 'Páginas ocultas de la historia', esta vez con el libro de relatos. Te acordarás que lo presentábamos en un desayuno rueda de prensa en TVE. Se nos ve en el encuadre a ti, a Javier Reverte, que apadrinaba el libro, a mí y a Carlos Pujol, nuestro editor en Destino, también muerto no hace mucho, a los 54 años. Nunca pensé, Fernando, que yo iba a ser el último superviviente de esa fotografía. Y entre tú yo, creía que la parca me atraparía antes a mí que a ti. Tú te cuidabas mucho y estabas en forma, y yo soy un viejo borracho gordo y fumador. Creo que ha sido una maldición que te ha enviado desde su propia ultratumba tu difunta Verónica por contar vuestra historia de alcohólicos en 'Arde este libro', que de verdad es tu última novela. Habrá pensado, si es que los fantasmas piensan: «Llevas 25 años en dique seco y crees que te has librado, pues no, te voy a joder el hígado con una hepatitis rara por contar mi decadencia y terrible final».

Permíteme la perogrullada de cavilar que lo peor de tu muerte es que has perdido la vida. Has entregado tu cuchara para el caldero del diablo a los 63 años y en un momento lleno de buenas expectativas. Desde mi lado, que era también el tuyo, lo siguiente más duro es que me resultará muy difícil la aceptación de que no volveré a hacer contigo tantas cosas cotidianas que suman medio siglo: desde recomendarnos constantemente películas y comentarlas, hasta no volver a leer una página tuya ni tampoco tú una mía, ni siquiera esta.

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El escritor con Javier Reverte y Bas, en una rueda de prensa en 1999.

Te has muerto, pinche cabrón, que diría el general Mapache de 'Grupo salvaje', una de las películas que más nos marcó. No perdiste el sentido del humor, el que desarrollamos a la vez y ha sido nuestra manera de mirar la vida, ni en las dramáticas entradas en el limbo de urgencias del hospital. Me hizo gracia uno de tus mensajes: «Acaban de traer en ambulancia a un gigante de dos metros que viene hasta arriba de todo y quiere bronca. A ver la que monta».

En fin, nunca mejor dicho. Guárdame sitio a tu lado en el infierno, estoy en camino. Seguro que habrá situaciones chuscas que comentar y tipos insospechados (adjetivo que usabas cuando escribías mal) que despellejar. Nos reiremos de todo y de todos, incluidos nosotros mismos, como siempre hemos hecho. Mientras, encajaré poco a poco esta nueva soledad que me invade.

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