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Al padre de su amigo Wynton Marsalis, el pianista Ellis, se lo llevó el covid en abril de 2020. El pasado julio, el maldito virus le quitó el aliento a Iñaki Añúa, que durante 40 años encabezó el Festival de Jazz de Vitoria. El vitoriano ... impulsor del ciclo había cumplido 79 años el pasado 21 de junio, el Día Internacional de la Música. Enmarcó su propia coda en la 45 edición del ciclo, que se celebraba la misma semana de su fallecimiento.
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La ciudad que tanto amó y promocionó sin descanso le entregó en 2006 su Medalla de Oro por la proyección internacional que adquirió gracias a su trabajo y audacia. A él le gustaba recordar que era de familia de tenderos, para hablar de cómo había 'vendido' el ciclo musical a público, instituciones, colegas de otras latitudes y hasta a figuras de la música. En este último sentido, siempre se apoyó en la gastronomía alavesa y así lo han reconocido desde el legendario pianista Oscar Peterson al bajista Richard Bona. Sólo son dos de los numerosos fans de la mesa vitoriana reclutados entre la élite del jazz mundial.
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Pero fue, sobre todo, la música la que puso en el mapamundi a la capital alavesa, a través de un acto cultural de enorme prestigio. En su seno, una leyenda como Wayne Shorter grabó en directo en Mendizorroza material para su álbum 'Footprints Live!'. Por no hablar del disco en el que Wynton Marsalis y la Lincoln Center Jazz Orchestra plasmaron la 'Vitoria Suite', una pieza original encargada por Añúa para el festival, que tuvo distribución a nivel mundial.
Bajo la batuta de Añúa, el Festival Internacional de Jazz de Vitoria-Gasteiz entró a formar parte de la Organización Internacional de Festivales de Jazz, junto al veterano ciclo de Monterrey, el macrofestival de Toronto o el legendario de Montreaux, entre otros. Fue en el modesto polideportivo de Landazuri donde hace cuatro décadas y media asomó un ciclo que tenía casi todo de modesto.
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Pero antes del promotor y director estuvo el aficionado, que siempre permaneció ahí, en lo esencial. «Soy aficionado al jazz por herencia de mi hermano Javier y Luis Abaitua, que hacían un programa de jazz en Radio Vitoria. Había discos en casa y tenía doce años cuando me empezó a gustar. A los 16 di una conferencia en un club de estudiantes al otro lado de la calle Dato sobre la historia del jazz. Reconozco la cara dura que tenía entonces con lo poco que sabía. Hay libros que fui comprando y me fui empapando. Es entonces cuando me empieza a interesar el jazz seriamente», recordaba en una entrevista en este periódico.
Tras las dos primeras experiencias del jazz en Vitoria, apadrinadas por la Diputación, con Perico Sancristóval, y la Caja de Ahorros Provincial de Álava, a la institución de ahorro no le convencían las cuentas y le propuso a Añúa hacerse cargo del ciclo. Él, que había organizado una exitosa y rentable actuación en dúo en el Principal, escuchó que, si no aceptaba, se terminaba el festival. «Tuve que decir que sí. Fue mi corazoncito de aficionado al jazz, que es lo que soy ante todo y sobre todo», destacaba quien consideraba que «el jazz, ante todo, es una cuestión de sensibilidades».
Desde aquel 1979 Añúa ha tenido relación con otros ámbitos culturales, como la Semana de Música Antigua, el Teatro Principal, conciertos de James Brown o Emmylou Harris en Vitoria o el proyecto de auditorio en Lakua. Pero sobre todo, lo suyo ha sido ejercer de apóstol del swing y precursor del bebop para construir con cabeza de avispado promotor y corazón de fan veladas memorables, al sumar en Mendizorroza a Chick Corea y Tete Montoliu, a Paco de Lucía y Marcus Roberts, a Chucho Valdés y su padre Bebo, a Pat Metheny y Perico Sambeat, a Béla Fleck y Kepa Junkera.
Logró que prácticamente cualquier grande de esta música sonara en Vitoria. Voces como Ella Fitzgerald o Sarah Vaughan, leyendas como Oscar Peterson o Dizzy Gillespie, mitos como Miles Davis o Jaco Pastorius, sin olvidar a Ornette Coleman, Ray Brown, Charlie Haden o Bill Frisell, Eric Clapton o Sonny Rollins. O históricos como Solomon Burke, Enrique Morente, Chuck Berry, Bob Dylan (en el Buesa Arena) o Compay Segundo, no tan de jazz pero auténticos lujos para la ciudad.
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En su despedida en Mendizorroza, en 2018, pudo contener las lágrimas pese a la emoción. Y valoraba que «los aplausos duraron mucho tiempo, incluso me levanté dos veces para dar las gracias. Al final, pedí que la gente dejara de aplaudir, porque no estoy acostumbrado a que me aplaudan, sino a hacer bien mi trabajo».
Decenas de representantes de diferentes ámbitos sociales recordaron el papel fundamental de Añúa en la ciudad, en la música, en el jazz. La cultura alavesa pierde a uno de sus grandes referentes y Vitoria, a uno de sus mejores embajadores.
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