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Pilar Garrido, líder de Podemos Euskadi, junto a un cartel electoral de Miren Gorrotxategi. efe
Camino del 12-J

De asaltar cielos a tender puentes

Partido a partido... ·

Elkarrekin Podemos llegó a la política vasca con la intención de «desalojar» al PNV y ahora se aferra a un tripartito imposible

Martes, 23 de junio 2020, 00:28

Cuatro años es una eternidad en política, pero también puede ser una fugacidad para quien ese periodo comprende su práctica existencia. Desde los comicios de 2016, Elkarrekin Podemos ha madurado a marchas forzadas. Aterrizó en la política vasca dispuesto a sacudir el tablero y ... se retroalimentó con unas colosales expectativas electorales que pronto quedaron en agua de borrajas. Ahora, con el bagaje que supone haber pisado ya moqueta, aquellas ensoñaciones primigenias han dado paso a un realismo que si acaso encuentra aún algo de esperanza en el manido «sí se puede».

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La coalición afrontó sus primeras autonómicas en un gran estado de forma. Primero con Equo y luego también con IU, Podemos venía de ganar dos elecciones generales consecutivas en Euskadi. El partido de Pablo Iglesias se sentía como pez en el agua en escenarios complejos como el vasco y el catalán. Lo que no supo anticipar un proyecto engendrado en facultades de Ciencias Políticas fue el doble sentido de voto que se da en sendos territorios en función de si los comicios son nacionales o autonómicos.

Arañando el 'sorpasso' y con un PSOE bajo mínimos, Elkarrekin Podemos apuntaba alto. Pero los problemas empezaron de origen. Pili Zabala no fue ni mucho menos la primera opción para ser aspirante a lehendakari −la jueza Garbiñe Biurrun declinó antes la oferta−, pero al menos sí representaba un perfil calculadamente ambiguo para pescar en varias aguas. Hermana de una víctima de los GAL, no quiso etiquetarse como abertzale pese a que su designación fue interpretada como un claro desafío a EH Bildu.

Solo en el último medio año ha pasado de pactar los Presupuestos vascos a cargar contra el PNV, su socio estable en Madrid

Su bisoñez política le jugó una mala pasada. Si el aparato hablaba de «desalojar al PNV» de Ajuria Enea y de «asaltar los cielos», ella relajaba tal beligerancia. Los once parlamentarios cosechados supusieron un botín exiguo para una formación que venía a cambiarlo todo. Pero, al darse de bruces con la realidad, lo que acabó cambiando fue Podemos. Hasta tal punto que ahora Zabala clama contra su propio partido. Quién iba a pensar hace cuatro años que su grupo en el Congreso solo se avendría a apoyar una comisión de investigación de los GAL por la presión recibida.

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Equilibrios

Porque, entre medias, Podemos ha dejado de ser aquel proyecto joven y sin mochilas. Ha alcanzado cotas de gobierno que el espectro a la izquierda del PSOE nunca antes había conseguido. La formación se ha topado ya con sus propias contradicciones. Solo en el último medio año, ha pasado de pactar los Presupuestos vascos a reactivar el discurso más duro contra el PNV. Todo mientras en Madrid los jeltzales son los socios más estables del Ejecutivo de coalición. Es el más difícil todavía: saber equilibrar sus aspiraciones futuras con sus necesidades presentes.

Por lo pronto, Elkarrekin Podemos ha dejado de lado sus tesis más posibilistas para alentar una política vasca de bloques. O el modelo «precarizador o privatizador» del PNV o una alternativa progresista en la que se ofrece como conexión para unir a EH Bildu y PSE. Un puente sin estribos en los que apoyarse porque ni unos ni otros quieren cruzar ese río. En medio, la coalición morada intentará poner sus vetos cruzados en evidencia y explotar las culpas ajenas.

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