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El líder de Unidas Podemos no entró en los rifirrafes. Por dos razones. Porque no recibió alusiones directas y porque priorizó dar a conocer el programa de su partido frente a la bronca. Hasta en tres ocasiones introdujo la cuestión climática, con escaso seguimiento por parte de los demás participantes. De verbo ágil, López de Uralde no tiró de apuntes y repitió un discurso que tiene muy interiorizado. Su posición física en un extremo no le ayudó a 'meterse' en el debate, pero también le dejó fuera de la bronca. Siguió la línea marcada por Pablo Iglesias en los debates nacionales de evitar la confrontación, pero sin entrar tampoco a 'moderar' el encuentro y sin reprimendas a los demás, como hizo Iglesias. Buen minuto final.
El candidato del PP no se apeó en ningún momento de la actitud beligerante y del lenguaje a veces grueso. Inició todos los rifirrafes y abrió dos frentes: contra el PSE y contra EH Bildu. Tutéo a Celaá (ella le trataba de usted), con quien mantuvo un intercambio duro pero desigual en el tono porque la socialista mantuvo la calma. Con el candidato de EH Bildu se enzarzó de manera más bronca: «Siento vergüenza de compartir debate contigo, eres un cobarde, sois la escoria», se 'calentó'. No perdonó una réplica ni hizo ningún esfuerzo por reconducir un debate a un tono más sosegado. En positivo, el minuto final. Estuvo acertado al hablar directamente a los alaveses, al dirigirse a ellos de tú y pedirles el voto de una manera más cercana que los demás.
Fue el primer destinatario de los dardos de Maroto, a cuenta de las transferencias, pero el líder jeltzale despachó el desafío aludiendo a las «porrusaldas de cosas» del candidato popular. Quizá por eso mismo, porque ahí no iba a encontrar a un contrincante que se sumara a la bronca, Maroto ya no volvió a hacerle ninguna alusión. Legarda pecó de tono monocorde, tiró de apuntes históricos y se alargó innecesariamente en sus intervenciones. Dedicó un turno de palabra prácticamente entero a pedir a los intervinientes que se trataran «con más compasión», un turno de palabra perdido. El minuto final, en la misma línea de monotonía que el resto, limitándose a replicar el discurso oficial del PNV de que su voto en Madrid «vale doble».
Lo suyo fue prácticamente un cara a cara con «el señor Maroto», ella de usted; él, de tú. Y apenas intercambió parecer con los demás participantes. La candidata socialista, la única mujer en el debate, no perdió la compostura ni alteró el tono en ningún momento, pese a que se intuía cierto enojo: «Usted crispa el debate, es usted inconsistente», le reprendió al líder del PP al estilo de una profesora que tiene que lidiar con un alumno díscolo. No abusó de los datos, solo unas pinceladas para contextualizar los asuntos que se estaban tratando. Fue concisa en sus intervenciones y aprovechó bien sus turnos de palabra y las réplicas. Pero le faltó pasión en el minuto final.
Protagonizó con Maroto un bronco rifirrafe que enrareció ya el resto del debate. «O eres un ignorante o un manipulador», le lanzó al líder popular a cuenta de la RGI. No pudo ni quiso ocultar su enojo con el tono excesivo de Maroto y hasta llegó a 'reprender' un poco a las presentadoras, equivocando su papel. Todavía protagonizaría otros momentos duros con el representante del PP, pero fue rebajando un poco el tono, que el suyo es otro, más pausado, más sosegado. Alguien debería haberle avisado de que al gesticular con la carpeta en la mano entorpecía a veces el discurso, ya que llegó a taparse involuntariamente la cara con ella. Echado hacia delante en el gesto, se mostró vehemente en sus intervenciones.
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