Una visita a los pueblos con mayor y menor renta de Bizkaia
De 15.000 a 50.000 euros por persona. ·
Lanestosa e Izurtza ocupan el último y el primer puesto en la estadística, pero comparten sus dos principales inquietudes: las carreteras que las atraviesan y el éxodo juvenil
Las tablas estadísticas son algo así como el retrato de un pueblo. Algunos dirían que se trata del retrato más realista, el más certero: solo números, sin ningún sesgo que embellezca o afee el resultado. Pero, a la vez, esa foto en cifras tiene un ... punto incompleto y casi engañoso, como demuestra el caso de Lanestosa e Izurtza, los municipios que ocupan los extremos de la tabla de renta media por persona. La de Izurtza, que roza los 50.000 euros anuales, triplica de largo la de Lanestosa, de 15.000, de modo que uno casi se imagina galaxias distintas. Y, sin embargo, las dos localidades comparten sus dos inquietudes principales, hasta tal punto que, si estos días de campaña un geniecillo travieso diese el cambiazo y trastocase los candidatos, los discursos pensados para un lugar se adaptarían bastante bien al otro.
Lanestosa es el pueblo vizcaíno más alejado de Bilbao, en el extremo de Las Encartaciones, aunque algunos vecinos ya habrán dado un respingo al leer esa frase: Lanestosa es villa, claro, y puede presumir de estar fundada en 1287. Su fisonomía, con un primoroso casco medieval en el que se suceden los palacetes y casas de indianos, no podría estar más alejada de ese concepto un tanto equívoco de 'pobreza' que propone la estadística. El camino que enlazaba Castilla con el Cantábrico, origen de este núcleo fronterizo y aduanero, es hoy la N-629, que parte en dos el pueblo aunque eso la obligue a estrecharse, y los vehículos se imponen de manera intermitente al rumor de pájaros y viento.
En el Bar Rosi, José Ángel López habla de lo que fue, lo que pudo ser y lo que es Lanestosa, el pueblo al que ha regresado tras 52 años en Madrid. «Aquí hubo luz eléctrica, plaza de toros y teatro antes que en Bilbao. La riqueza venía de América, de Cuba: en esa casa de la curva, según mi padre, llegó a haber doce criados, durmió el rey Alfonso XIII y venía el obispo a dar misa. Hace un siglo habríamos estado hablando de la villa con más posibilidades económicas, pero hoy nadie va a crear aquí una empresa, ni tampoco puede sobrevivir una tienda. Los jóvenes se van y, como todo el mundo cotizó la agraria, las jubilaciones son bajas», ilustra a los forasteros.
–Es un pueblo envejecido, ¿no?
–Y encima se vive mucho. Mire, una tía de ese señor llegó a los 104 y leía sin gafas.
¿Qué hay de la campaña? «Aquí haces un mitin y no va ni el tato», sentencia José Ángel. Y la verdad es que tampoco hace mucha falta. Basta quedarse en el bar y pronto aparece Manuel Rodríguez, un médico jubilado que figura en las listas del PNV: «Aquí nos conocemos todos y básicamente estamos de acuerdo: hay que mejorar la calidad de la vida: en vez de ir para abajo, que nos estamos despoblando, tenemos que tirar para arriba». Y poco después asoma por allí Pedro Pérez, de la lista independiente Lanestosa Zurekin: «Durante años se han hecho obras, pero se ha dejado que decaiga la vida. No me extraña que tengamos la renta más baja: la gente se ha jubilado y no ha habido relevo generacional», lamenta.
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En el panel de anuncios de la iglesia, los carteles de las dos formaciones políticas conviven con un par de esquelas, un anuncio de leña de roble, las excursiones a Atapuerca, el festival de rock de La Lobera y las patatas con chorizo del mercado medieval del 4 de junio. Los vecinos coinciden en señalar el éxodo juvenil y la presencia insoslayable de la carretera como sus dos hándicaps, aunque suelen hacerlo con resignación: en un municipio tan alejado y tan diminuto (con solo 1,3 kilómetros cuadrados, es el menos extenso de Bizkaia) no parece fácil cambiar el rumbo tozudo de la historia.
La cifra
14.999
euros anuales es la renta media personal en Lanestosa.
La villa encartada, de 296 habitantes, tiene un 14,8% de paro y un 11,9% de menores de 20 años.
«Los jóvenes marchan a Bilbao, a Ramales, a Carranza... Hay pocos chiquillos: hace poco nos hemos enterado de que una chica se ha quedado embarazada y parece algo excepcional. Empleo también falta, y esto es tan pequeñito... Esa ladera ya es Soba y esa otra, Carranza», dice Jesús Izquierdo, que está en el paro. «Los trabajos son escasos y los pisos, caros», lamenta Raúl Chávez, un boliviano que vino hace 19 años a trabajar «con vacas» y se ha enamorado de la comarca. «Hay problemas como el suministro eléctrico inestable o las comunicaciones con Ramales, que podrían ser mejores, pero lo principal es revitalizar el pueblo, darle aire: no se nos conoce, a veces nos preguntan si Lanestosa es Bizkaia», reflexiona Eduardo Fernández, que junto a su pareja ha abierto la pastelería Sweet Cakes.
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–¿Un negocio así ya funciona en Lanestosa?
–Estamos contentos, pero porque hacemos reparto. Si no, sería inviable.
La paja y el mineral
De Lanestosa a Izurtza hay hora y media en coche. Si por el primero cruzaban los transportes de paja castellana con destino a las explotaciones ganaderas de Cantabria y Carranza, en el segundo no pasan inadvertidos los camiones de la cantera de la vecina Mañaria. Porque también Izurtza tiene una carretera como columna vertebral, en su caso la BI-623, con mucho más tráfico que la de Lanestosa: aquí los pasajes de silencio y ruido se invierten, y solo esporádicamente un hueco en la circulación o un semáforo en rojo reintegran ese silencio que parecen reclamar montes y caseríos. En el panel de anuncios, la cartelería de EH Bildu y el PNV convive con la foto de un perrito que han encontrado, un curso intensivo de clown y el anuncio del Atik Skatepark de Iurreta.
Es un ejercicio entretenido abordar a los vecinos y preguntarles por qué su pueblo encabeza el ránking vizcaíno de renta personal. «Por mí no» suele ser la respuesta más habitual, aunque tampoco falta quien reacciona con extrañeza y pregunta si no será en realidad la más baja. «Desde luego, yo no tengo un duro», ataja Maialen Sarasua, que está a cargo del bar del pueblo, justo al lado del Ayuntamiento. En el local hay media docena de parroquianos que, entre cafés y pulguitas de jamón, van dibujando a pinceladas cómo es la vida aquí.
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–Lo peor es la carretera, con mucho tráfico y mucha velocidad. Primero pusieron dos semáforos y ahora hay lo menos seis, ¡demasiados! Pero se vive tranquilo.
–El médico lo tenemos mejor que en Durango, con una relación más personal.
–¡Y qué frontón! El de Durango será más grande, pero lo tienen cerrado.
–Pero los jóvenes se van. ..
–¿Adónde?
–La mayoría, a Durango.
Al forastero le cuesta reconstruir el puzle de la riqueza del pueblo, aunque parece claro que se trata de una afortunada confluencia de lo rural y lo urbano, de los caseríos y los polígonos. Por un lado, tenemos el tesoro forestal de los montes. Por otro, los jubilados de la industria, con pensiones mucho más altas que las agrarias de Lanestosa. El paro es mínimo y, además, los inmuebles más nobles han atraído a forasteros que elevan el listón de la renta. «Pero, vamos, que a mí ya me gustaría saber dónde se ha quedado mi trozo de renta», se ríe Juan Mari Murgoitio, el alguacil. ¿Problemas del pueblo? «Aparte de la carretera y el tráfico continuo, lo fundamental es la falta de vivienda: gente a la que le habría gustado quedarse ha tenido que irse».
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La cifra
49.629
euros anuales es la renta media personal en Izurtza.
La localidad del Duranguesado, de 225 habitantes, tiene un 2,6% de paro y un 16% de menores de 20 años.
En el pueblo con la renta más alta no hay, paradójicamente, cajero automático. «Pero tienes tus ventajas –puntualiza otro vecino, Julio Cuesta–. Es un pueblo tranquilo y, si quitasen la carretera, sería lo siguiente. Porque, al final, todos vivimos pegados a la carretera: tenemos un frontón y una plaza de la hostia, pero con la carretera ahí. ¡Sin ella podríamos hacer más pueblo! Y faltan casas, casas para que venga gente y para que se queden los jóvenes: tenemos empresas de sobra y en cambio no tenemos mano de obra».
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