Dicen que 'a quien madruga dios le ayuda', pero en el caso de unas elecciones el beneficio que reza el refrán a veces no compensa. A las 8 de la mañana de este domingo de comicios municipales y forales en Bizkaia, presidentes de mesa, vocales ... y suplentes estaban citados para realizar ese llamado 'servicio a la ciudadanía' que es obligatorio, pero por el se cobra una dieta de 70 euros -5 más que en 2019-. Los titulares han tenido un plazo para presentar alegaciones y poder librarse, pero a quienes son designados suplentes -dos por puesto- no les queda más remedio que acudir a la hora indicada. Todos contaban con poder marcharse a casa, pero algunos han tenido que quedarse.
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En el caso de Bizkaia, uno de cada tres ciudadanos ha conseguido librarse tras alegar. Bajas laborales, viajes programados y tener más de 65 años son las principales razones que aceptan las juntas electorales. Otros, en cambio, ni siquiera tratan de que su excusa sea válida y no se presentan. En el colegio Jesuítas, en Bilbao, han tenido más problemas que en anteriores jornadas electorales para cubrir los puestos, lo que ha demorado la constitución de algunas mesas y no han podido abrir la votación a las 9 de la mañana, tal y como estaba estipulado. «Hay más escaqueo que otros años», ha afirmado un coordinador de este colegio electoral poco después de que un suplente abandonara el aula sin esperar a saber si podía hacerlo, una conducta que ha sorprendido al resto de las personas que allí se encontraban. «He venido varias veces de coordinador y no he visto nunca algo así. Para eso no vengas. Si eres suplente, sabes que tienes probabilidades de tener que quedarte», ha agregado.
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Los vecinos que tenían que votar en esta mesa han tenido que aguardar unos minutos para poder depositar las papeletas en la urna. Faltaba el presidente de mesa. Blanca Otxoa, Itziar Rubí y Antonio Lozano, que acudían como primera y segundos suplentes de vocales, respectivamente, no se han podido marchar hasta que otra de las sustitutas ha aceptado quedarse para cubrir la vacante. Eso sí, a regañadientes. «Falta una persona. Estáis cuatro, lo echáis a suerte. Si os vais, tendrá que quedarse el primero que venga a votar. Una mujer que tenía que cuidar a su madre de 89 años ha tenido que quedarse. Tomad conciencia», les ha espetado una coordinadora antes de que una de las suplentes cediera.
Estos tres ciudadanos se han librado por los pelos, pero antes de que se viviera ese momento de tensión, todos contaban con poder escapar cuanto antes. «En unas generales, hace diez años, también libré. Sería mucha casualidad que no vinieran ni el titular ni el otro suplente», señalaba el hombre con optimismo. En otras mesas también han faltado efectivos, pero la constitución de la mesa ha sido más liviana. Más que enfado ha imperado la resignación: «Mi mujer ha venido porque es segunda suplente de segunda vocal y ha tenido que pringar. Le ha tocado y ya está», ha comentado un vecino de la zona.
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Otros como Álex de Benito han tenido más suerte. Y eso que este joven de 25 años le ha visto las orejas al lobo. Su presidente no ha aparecido y los dos suplentes se han hecho de rogar, pero finalmente se han presentado. «70 euros es una miseria. Y si eres presidente, no llega ni a 10 la hora porque después tienes que ir a entregar las actas al juzgado y acabas tarde. Prefería marcharme sin ninguna duda», ha celebrado el muchacho que ha confesado que siente «mucho desencanto con la política». La corrupción, el reciente escándalo de la compra de votos o la falta de acuerdos entre partidos han desilusionado a la ciudadanía, sobre todo a los más jóvenes. «Hemos perdido muchísimo espíritu reivindicativo. Si la situación fuera otra, yo creo que la gente vendría con más ganas a hacer esta labor», ha apuntado.
Tener un justificante médico es el principal arma para poder librarse de la mesa. José Luis Vallejo, de 41 años, es diabético y este lunes, además, le operan de un ojo. No había podido presentar el documento acreditativo de Osakidetza a tiempo y ha tenido que levantarse pronto de la cama, pero una vez en el colegio electoral no ha tenido problemas para marcharse. «Desde que recibes la notificación, hay 7 días de plazo y no me lo hicieron a tiempo», ha argumentado. También se le pasó el plazo a Cristina Izar, una vecina de 63 años que en su caso es cuidadora de su madre. Si su situación fuese otra, no tendría impedimento en participar, pero considera que «se debería tirar de las listas del paro o de los jóvenes para que se saquen un dinerillo. No sé por qué no cambian el modelo», ha lamentado.
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Entre quienes ya sabían que tenían que dedicar la jornada entera a la 'fiesta de la democracia', resignación. «¡Qué les vas a hacer!», decía el presidente de una mesa que ha repetido por segunda vez. La anterior ocasión que le tocó fue en unas elecciones autonómicas en el año 98. Lo recuerda como «llevadero, se me pasó más rápido de lo que pensaba», ha rememorado sin querer desvelar su identidad. El hombre, nada más llegar, ha constatado algunas diferencias: «Hay muchísima menos gente censada que entonces, 1.300 frente a los 993 de hoy, es una diferencia importante», ha revelado.
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