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Se cumplen 20 años de un momento fundamental en la historia del 'cuore' patrio, ese en el que Isabel Pantoja, de blanco inmaculado, pasea por ... las calles de Marbella de la mano de Julián Muñoz, su cachuli por aquel entonces. Un enjambre de paparazzis les está siguiendo cuando un micrófono juguetón capta esa frase que pide mármol a gritos, aquel maravilloso «Dientes, dientes que eso es lo que les jode» que Pantoja le susurra al que era alcalde de su corazón. De forma involuntaria, la tonadillera acuñó un aforismo a la altura de ese 'El arte de la guerra es someter al enemigo sin luchar', de Sun Tzu. La Pantoja nos quiso decir entonces que no hay cosa que le reviente más a tu contrincante que verte feliz ante la adversidad, que hay que sonreír por muy hundido en el fango que estés.
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Esa, la del 'dientes, dientes', bien podría haber sido la estrategia de Rocío Vitero en el pleno de investidura. Sus archienemigas políticas se habían conjurado para arrebatarle la makila que había logrado con sudor y votos y ella se quedó compuesta y sin alcaldía. No le habría costado tanto plantarse en el salón de plenos con una sonrisa de oreja a oreja, porque ella es de esas personas que sonríen todo el rato. De hecho, Vitero tiró en campaña de esa mirada dulce, ese rictus amabilísimo del que los abertzales se han valido en Vitoria para mostrar su cara más ídem. Pero no estaba ayer la independentista menos independentista para bromas. Rocío fue incapaz de disimular su tremendo cabreo, mandó al carajo la impostura de la corrección política y se tiró todo el santo acto de la constitución del Ayuntamiento con cara larga y echando a diestra y siniestra unas mirada de esas que fulminan.
Hay que reconocer que no hay nada más soporífero que la retransmisión de un pleno municipal. Pero la de ayer estuvo a la altura de un buen 'reality'. El realizador estuvo sembrado. Como decía Paloma Cuesta en aquella escena de 'Aquí no hay quien viva', hubo un empeño especial en mostrar «las caras, Juan, las caras» de las lideresas. Esos planos, esos rostros contenía una carga dramática que ni una peli de Ingmar Bergman. Esa Maider Etxebarria, casi en éxtasis, a escasa media docena de palmos de distancia de una Rocío Vitero a la que hasta casi se le apreciaba el blanco de los ojos cuando la ya alcaldesa calificó de «momento histórico» y «algo grandioso» su llegada al poder municipal. Esa media sonrisa incomodísima de la jeltzale Beatriz Artolazabal, a la que le habría apetecido mucho más estar haciendo la declaración de la renta que allí. Ese abrazo con besos incluidos de Ainhoa Domaica a la regidora...
Media España estuvo pendiente de lo que pasaba en este Ayuntamiento. Ayer todas las miradas de la política nacional estaban puestas en Vitoria. Y los que no perdieron ripio de nada, a los que no se les escapó ningún detalle fueron los familiares de los ediles, que siguieron el acto desde una sala anexa. Por el color de la camisa, las pinzas del pantalón y los centímetros de tacón se podía intuir de parte de quién había acudido cada uno. Padres, madres, maridos, mujeres, hijos, todos repeinados y endomingados (cada uno a su manera), a la altura del boato del asunto, comentaron el pleno entre cuchicheos. «Uy, mira esa lo que lleva en la cabeza», «qué guapa sale la niña»... se pudo escuchar por lo bajini.
La verdad es que ponerse a criticar los looks de los ediles era lo más entretenido que uno podía hacer, porque la cosa no estaba muy emocionante y todo el pescado estaba vendido antes de empezar. Sin embargo, en la expresión de alguno de los presentes se adivinaba cierta tensión, como cuando dan los puntos en Eurovisión. Se ve que hubo quien esperaba un vuelco, cuando Jon Armentia y María Nanclares (el concejal de más edad y la más joven) sacaron uno a uno los votos de esos copones plateados que llevan un león en el asa como símbolo de fuerza y protección. No pasó, claro. El sarao siguió el guion más previsible.
En otra sala como más 'vip' acomodaron a políticos, al poder. Ayer aquello parecía la fiesta de la rosa (la del puño en alto y la internacional, no la de Mónaco) de tanto socialista que se juntó por metro cuadrado. Arroparon a la primera señora alcaldesa de esta nuestra ciudad prohombres (y promujeres) de la 'gauche' vasca como el delegado del Gobierno, Denis Itxaso, el secretario general del PSE-EE, Eneko Andueza, la secretaria general de los socialistas alaveses, Cristina González y el consejero de Turismo, Javier Hurtado. Ni rastro de ningún gerifalte del PNV, pero sí que estuvieron apoyando a sus compañeras de partido el presidente del PPen Álava Iñaki Oyarzabal y el coordinador de EH Bildu, Ibon Sansaturnino, a los que sentaron juntos. De haberles colocado chinchetas en la silla igual habrían estado más cómodos.
A la hora de jurar o prometer el cargo «por mi conciencia y honor, cumplir fielmente las obligaciones del cargo de concejal del Excelentísimo Ayuntamiento de Vitoria con lealtad al rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado», se produjo algún momento de 'salseo'. Los del PP, juraron (pero no por Snoopy). Los socialistas prometieron... salvo Ana López de Uralde a la que se le escapó un juramento. Los del PNV prometieron «por imperativo legal», igual que los de Elkarrekin. Y los de Bildu, lo mismo, apostillando «hasta la consecución de la república vasca». Esta fue la fórmula que emplearon todos los ediles abertzales, todos... salvo su líder, Rocío Vitero. ¿Fue un mero lapsus?
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