«Hay que salvar los puestos de trabajo uno a uno»

Los nuevos retos a los que han de hacer frente el conjunto de la economía vasca, sus empresas y el nuevo Gobierno, son múltiples y nada sencillos, ante una crisis más profunda de lo que cabía esperar; de hecho, las últimas previsiones del Ejecutivo autonómico apuntan a una caída del PIB este año del 10,1%, que no se verá compensada por la previsión de crecimiento del 8,9% y que además deberá hacer frente a la pérdida de unos 30.000 puestos de trabajo. Las grandes empresas tractoras que participaron en este foro se mostraron más cautas y menos optimistas que el Gobierno sobre la velocidad de la salida del bache en que estamos metidos, pero manifestaron grandes coincidencias en las orientaciones estratégicas para salvar la economía y para que la industria vasca pueda salir fortalecida.

A pesar de que al hablar del Fondo de Recuperación Europeo ('Next Generation') todo parece una lluvia de millones de euros -a España le corresponden 140.000-, las necesidades y las transformaciones que hay que acometer son de tal envergadura que los empresarios advierten, en palabras de Andrés Arizkorreta, que «no hay para todo y como todo en la vida, toca priorizar». A lo que Rafael Martín de Bustamante añadió que «necesitamos que ese dinero vaya a proyectos estratégicos, que de verdad activen la economía y protejan el empleo», dejando atrás los intereses electorales. No se puede fallar, advirtió el presidente de CAF, «porque nuestros competidores, Alemania y Francia, están aprovechando para recomponer su industria y aquí algunos parecen estar a otras cosas». Hay que centrarse en un objetivo muy claro: «Salvar cada puesto de trabajo, uno a uno».

El tiempo también cuenta, apuntó Gonzalo Sánchez, para poder para captar los primeros fondos que empiecen a circular. Constata que las empresas vascas están siendo muy dinámicas en plantear iniciativas -desde PwC asesoran al Ejecutivo vasco en la selección de los proyectos-. Aunque tampoco se puede confiar todo el futuro a la ayuda que venga de Europa, apostilló Agustín Markaide. «Cada empresa habrá de hacer sus deberes y prepararse para ser competitiva y atractiva».

Unanimidad en el debate. Todas las empresas suscriben de cara al gasto público que «ahora es el momento de endeudarse» para salvar la economía, pero hay que gestionar ese gasto con prudencia. Markaide focalizó que «primero hay que salvar a las empresas y a las personas», y después llegará el momento de pagar esa deuda, pero ¡ojo!, «con cuidado de en qué gastamos, hay que saber acertar y discriminar los apoyos».

Ante el debate de si el Gobierno debe o no subir los impuestos para hacer frente al mayor gasto público, la respuesta fue común. «No se puede hablar ahora de tocar los impuestos, hay que dejarlos como están», sentenció Arizkorreta, quien junto con Sánchez abogó por exprimir otra vía de ingresos, la de «atacar primero al fraude fiscal». Tampoco es hora de bajar tributos, como pudieran ser el IVA u otros impuestos indirectos. Como explicó Markaide, en un escenario de baja inflación tocar esos impuestos no relanzaría el consumo y sí reduciría notablemente los ingresos tributarios.

Está en la calle la posibilidad de salvar puestos de trabajo y evitar despidos pactando rebajas salariales con los trabajadores. Los participantes coincidieron en respaldar esta posibilidad, pero no como una salida general y siempre como una mirada de corto plazo. Rafael Martín de Bustamante recordó que en Elecnor se aplicó un ERTE muy pronto, pero también corto: se levantó enseguida y se acordó con un colectivo amplio una rebaja salarial del 30%. En PwC han aguantado sin tener que realizar ningún ERTE. En CAF tampoco ha habido medidas laborales, ya que han conseguido absorber la parada productiva de un mes con cambios de turnos y con la recuperación posterior de las horas no trabajadas. En el caso de Eroski se ha mantenido la situación, pero en las cooperativas industriales de Mondragón más afectadas sí se han rebajado salarios, renunciado a pagas extra y flexibilizado turnos de trabajo.

En este aspecto, Markaide dio un paso más, al extender la petición de «amplios consensos políticos para preservar la salud y la economía». Grandes acuerdos, dijo, que «también son necesarios» en el mundo de la gestión empresarial. Pero tanto el presidente de Eroski como el consejero delegado de Elecnor coincidieron en advertir que las bajadas salariales pueden ser efectivas a corto plazo, pero a largo no son sostenibles y también hay que repartir en las épocas de bonanza. «Hoy renuncias y mañana lo puedes recuperar, porque no tendría sentido solamente participar en el problema y no después en los frutos de la recuperación», sentenció el líder cooperativo.

El presidente de PwC España, Gonzalo Sánchez, enfatizó que «algunos sectores tienen que aprovechar esta situación, no tanto para cambiar su modelo de negocio como para ganar escala». Y recordó que en Euskadi, a pesar de que «hay una oportunidad de concentración para ser más fuertes» y en el pasado se intentó, «no hemos sido capaces de hacerlo». Rafael Martín de Bustamante coincide en el diagnóstico de que el tamaño medio de las empresas españolas es inferior al europeo y que ello puede suponer un hándicap, pero centró el debate en un proyecto que permita generar riqueza. Ahí también coincidió Sánchez. «Dos proyectos malos no necesariamente hacen un bueno y a veces a uno bueno lo mata uno malo». Markaide aclaró que aunque «el tamaño por sí solo no es la solución, a igualdad de capacidad de gestión un tamaño mayor da más herramientas para competir que uno pequeño».

Andrés Arizkorreta hizo un análisis del transporte público del futuro, en el que ya están en cuestión los trenes diésel. CAF, recordó, ya está preparado para los sistemas de hidrógeno y baterías. Desde la perspectiva de Elecnor, hay grandes oportunidades en renovables, pero su consejero delegado advirtió ante la generación de una nueva burbuja que pueda estallar como la de 2003.

Internet no hará desaparecer la tienda física. Lo tiene muy claro el presidente de Eroski, pero sí habrá una transformación. «No imagino una sociedad en la que todo sean coches y personas de reparto que llevan las cosas a las casas. Eso no es sostenible ni social ni ambientalmente».