«Prestando dinero también se puede cambiar el mundo»

- Dígame cuáles son las condiciones para que una empresa reciba financiación del IFC.

- Está dirigida a actuaciones en países emergentes y tiene que cumplir varios principios. Tienen que ser inversiones que tenga impacto en el desarrollo. También que suponga adicionalidad. Esto es, que se sume a lo que el sector privado ya hace en esa zona. También que sean proyectos financieramente sostenibles. Nuestra financiación se realiza en condiciones de mercado.

- ¿Y hay sectores prioritarios en los que invertir?

- En principio, somos agnósticos sectoriales, no ponemos límites. Pero también es verdad que estamos prestando mucha atención a la transición energética y también al sector financiero, porque es el que actúa como transmisor a pequeñas pymes. En este caso son financiaciones con objetivos muy concretos.

- ¿Me puede poner algún ejemplo concreto?

- Sí, por supuesto. Hay una importante desigualdad de género en América Latina. Ahí, lo que hacemos es conceder un préstamo a una entidad financiera, 200 millones de dólares el años pasado, con la condición de que se dinero se preste a pymes lideradas por mujeres. También a empresas que tengan en su equipo directivo al menos al 50% de mujeres. Le pongo otro ejemplo. Dimos una financiación a la vivienda a un banco de Colombia, especialmente dirigido al colectivo LGTBI.

- ¿La razón para una operación de este tipo?

- Que es un colectivo especialmente discriminado en Colombia. Prestando dinero se puede cambiar el mundo o, por lo menos, influir un poco en un mundo más igualitario y diverso. Hay tanto que hacer.... El 33% de la población en América Latina vive con menos de seis dólares diarios. Y a eso súmale la desigualdad de género. Por ejemplo, los pequeños negocios suelen estar liderados por mujeres. Cuando necesitan crecer se encuentran una barrera en la financiación. Es curioso, se las somete a un racionamiento del crédito.

- La transición energética es cara. ¿Los países emergentes pueden pagar la factura?

- Ahí hay un problema. Por ejemplo, el hidrógeno verdes es caro y ni siquiera se sabe cómo de caro va a ser. Por eso se necesita financiación concesional, que tenga una parte de subvención. Hoy hablamos de energía solar como si fuese algo normal, pero hace diez años era carísimo. Por eso, lo que hace falta es subsidiar desde el sector público las tecnologías innovadoras hasta que alcanzan su madurez, porque luego es el propio mercado el que baja el coste. Los países en desarrollo no tienen otro remedio que esperar a que eso suceda.

- Imagino también que muchos de estos países pueden argumentar que una parte importante de su población pasa hambre. Que lo prioritario es crear riqueza y que la transición energética puede esperar.

- También es cierto. De hecho es la gran tensión que se ha producido en la cúpula del Banco Mundial. Pero creemos que es compatible sin llegar a los extremos. Hay países que te dicen que les resultaría imposible dejar de depender del carbón y pasar a paneles solares de golpe. Eso, por ejemplo, ha llevado al Banco Mundial a aceptar que en aquellos países donde no se pueda hacer esa transición se puedan apoyar proyectos vinculados al gas como energía intermedia.

- La invasión de Ucrania, ¿les ha hecho cambiar sus planteamientos de financiación?

- Sí, por supuesto. Un primer cambio se dio porque el Banco Mundial había invertido mucho en Ucrania y lo sigue haciendo. Además, en estos momentos hay un efecto en los países del entorno, porque hay millones de personas que han abandonado el país y hay que tratar de darles un apoyo. Pero también por los efectos que la guerra ha generado en la seguridad alimentaria y también en la energía. Todos los países se han dado cuenta de que necesitaban tener soberanía energética.

- ¿Los indicios de problemas financieros han hecho que haya más demanda de créditos del Banco Mundial?

- Sí y es lógico. Nosotros cumplimos un papel contracíclico, precisamente para reforzar la inversión cuando hay incertidumbre.