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La entrada de capital extranjero en el País Vasco con la compra de emblemáticas empresas 'made in Euskadi' a través del desembarco directo de relevantes multinacionales suscita muchos recelos sociales y políticos. Y hasta ácidas críticas sobre los perjuicios que implica el alejamiento de los ... centros de decisión e, incluso, el posterior peligro de deslocalización. Hace unas semanas, El CORREO explicó que en Euskadi hay unas 1.000 empresas con capital extranjero y que de ellas dependen 52.000 trabajadores, lo que equivale casi al 10% del empleo total vasco.
Pero la globalización es una moneda de dos caras, y Euskadi también tiene un buen puñado de multinacionales que invierten en otros países y que van a ellos a disputarse esos mercados. No son sólo los 'monstruos' BBVA, Iberdrola o Siemens Gamesa, sino también una larga nómina de grupos de menor tamaño como CIE Automotive, Gestamp, las cooperativas asociadas a la Corporación Mondragon, CAF, Dominion, Irizar, Vidrala, Aernnova, ITP Aero, Tubacex, Velatia, Arteche o Faes Farma. Puede decirse que en el polígono industrial del mundo, Euskadi es una multinacional con 666 fábricas en el exterior, repartidas por 60 países, según las últimas cifras de la Agencia Vasca de Internacionalización - Basque Trade & Investment (BTI), que dirige Ainhoa Ondarzabal. En este segmento, además, hay un grupo de 150 empresas multilocalizadas. «Son como pequeñas multinacionales vascas, pequeñas y medianas empresas que están ubicadas en muchos países y que suman 400 de las implantaciones productivas», explica Ondarzabal.
A estas fábricas hay que sumarles otras 1.201 delegaciones comerciales distribuidas por un total de 83 países. Da una muestra del grado de internacionalización de la economía vasca y del esfuerzo que hacen las empresas para acudir allí donde pueda haber un cliente. No en vano casi el 30% del Producto Interior Bruto vasco ya proviene del comercio exterior.
Esta relevante presencia de la comunidad en otras latitudes también se traduce en una plantilla global cuyos centros de decisión están en Euskadi. Contabilizando sólo las principales empresas, estamos hablando de 217.896 puestos de trabajo directos en otros países, donde el colectivo más numeroso es el correspondiente al grupo financiero BBVA, con un total de 100.000 profesionales repartidos por todas las latitudes.
Al igual que nosotros nos hacemos preguntas cuando nos llegan inversores exteriores, en otros países también sienten curiosidad o incluso preocupación al ver llegar a las empresas vacas: ¿Cuál es el estilo de multinacional vasco? ¿Son inversores buitres o apuestan por los países donde se implantan? ¿Vienen buscando sólo condiciones 'low cost'? ¿Ante cualquier contratiempo cierran las fábricas y se van?
Interrogantes de este estilo se la formularon en Escocia en 2006 cuando Iberdrola estaba apunto de cerrar la compra de la eléctrica local Scottish Power. Esta operación salió adelante, en parte por la ayuda que proporcionó por entonces presidente del PNV, Josu Jon Imaz, explicando a los nacionalistas escoceses el estilo de gestión de la eléctrica vasca, su capacidad para combinar lo global con lo local y convirtiéndose en empresa autóctona allá donde va.
En esta misma línea la directora del BTI, especifica que el perfil de la empresa vasca que fabrica en el exterior es «normalmente para proyectos a largo plazo y en la mayoría de los casos son implantaciones que se hacen para abordar los mercados locales» y no para aprovechar condiciones de producción 'low cost' para después importarlas en Euskadi. Esta tesis se ve respaldada por los datos, ya que los países «donde hay más implantaciones productivas son México, China y Estados Unidos que de por si ya son mercados que ofrecen enormes oportunidades para operar y abastecer a esos mercados locales.
El investigador de Orkestra-Instituto Vasco de Competitividad y coordinador de la revista 'Ekonomiaz', Bart Kamp, que acaba de publicar el artículo 'Líderes de nicho en los mercados internacionales', coincide con las grandes líneas expresadas por Ondarzabal y añade que la implantación productiva de las empresas vascas en el exterior se instrumentaliza con «la construcción de plantas propias, desde cero, más que a la compra de compañías». Además, por lo general «la estrategia vasca se sustenta en una planificación de entrada en nuevos mercados, que operaciones rápidas por oportunidades de adquisición». Así mismo el empresario vasco prefiere apoyarse en sus propios recursos financieros, no acuden a recursos ajenos para financiar su expansión.
La 'cuenta de resultados', por llamarla de alguna forma, de la inversión vasca en el exterior en el ejercicio 2018 muestra un saldo negativo, de 830 millones, según los datos del servicio DataInvest, del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Esto se debe a que 2018 fue un ejercicio en el que se invirtieron 942 millones, por debajo de la media (frente a los 1.954 de año precedente), y, además, también se produjeron desinversiones por encima de la media, hasta alcanzar los 1.772 millones. Tras esta cifra se incluye una operación extraordinaria, la salida de BBVA de su hasta entonces filial chilena.
El año récord para la inversión vasca en el exterior se produjo en 2007, con 28.388 millones. Coincide que fue antes de la crisis económica, pero también se registraron dos operaciones muy singulares para sendos relevantes grupos vascos. Fue el año en que Iberdrola compró Scottish Power y BBVA adquirió la ficha de Compass Bank en Estados Unidos. Otro año de inversión por encima de la media, aunque no tan elevada, fue 2011 con 5.405 millones: se produjo el desembarco de BBVA en el Garanti Bank de Turquía.
El interés que suscitan los mercados Nafta -Norteamérica- y chino en las empresas vascas queda subrayado por la presencia creciente de fábricas en la zona. Así, desde 2015 en México se han abierto 36 instalaciones vascas y en China otras 25, hasta sumar 94 y 75 fábricas en diciembre de 2018, respectivamente.
En cambio, en materia de desinversiones -sin que se disponga de datos sistemáticos-, China también es el país que más firmas vascas han decidido abandonar y cerrar sus plantas. Uno de los casos más emblemáticos fue la incursión que hizo la cooperativa fabricante de autobuses Irizar en 1995. Cerró en 2015 al focalizar su estrategia hacia mercados que demandasen productos de un mayor valor añadido, segmento en el que se había especializado el fabricante vasco. También dejaron de producir en el gigante asiático Orona, Orbea, Fagor Industrial y NBI Bearings.
CON NOMBRES Y APELLIDOS
CIE Automotive hizo su primer desembarco en el exterior en 2000 con la compra de dos empresas, una en Chequia y otra en Brasil, y ambas aún forman parte del grupo. En la actualidad suma 98 fábricas repartidas por 17 países, una plantilla global de 23.000 personas y un volumen de negocio de 3.000 millones. En su última junta, un accionista preguntó si producían fuera para pagar menos costes laborales, a lo que el presidente, Antón Pradera, respondió categóricamente que no. «En cada país que estamos producimos para ese país o para esa área geográfica. No aprovechamos un coste bajo en China para exportar a Europa. En contra de lo que la gente cree la automoción viaja mal, este es un sector de márgenes estrechos y el coste logístico es muy importante. Por lo que cuando hay demanda no satisfecha en una zona, se monta allí la industria».
Arteche, empresa familiar del sector de equipos eléctricos, se fundó en 1946. En la actualidad da empleo a 1.600 personas y tiene un volumen de negocio de 256 millones. Es una de las primeras firmas vascas en producir en el exterior: allá por 1979 abrió su fábrica en Venezuela, un país con el que los fundadores tenían una vinculación familiar, pero a pesar de la ilusión y los grandes recursos que destinaron, no fue bien y las circunstancias les obligaron a marcharse. Ahora el grupo tiene filiales de diversa índole en 12 países. Mikel Aranguren, director de Marketing de Arteche, explicó, en una jornada de la revista 'Ekonomiaz', que antes de ubicarse en un país «primero hay que conocerlo bien y después, decidir si se va sólo o con un socio local. Nosotros en China acertamos con el socio local y a Australia también hemos ido en alianza».
ONA, empresa vizcaína fundada en 1952, suma ahora 150 trabajadores y filiales comerciales en seis países. Se ha especializado en un nicho de negocio de máquina herramienta que produce todo aquí y no compite por volumen, sino por alta tecnología y pedidos a medida. Sergio Ruiz de Larrea, director comercial de la compañía, especificó en una jornada profesional que su modelo de expansión exterior se sustenta en filiales de servicios de asistencia técnica, lo que les permite conocer el mercado y los clientes. «Se aprende de la experiencia y de los errores», como sucedió a la compañía con la ambiciosa filial que abrieron en 1996 en Alemania, pero que bajo ese modelo no triunfó y la cerraron. Ahora están con una apuesta muy fuerte por consolidarse como proveedores del sector aeronáutico y hace tres años entraron a participar en una empresa en Estados Unidos y, también, han abierto una filial en Rusia.
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