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Si alguien quería que la fusión 'amistosa' planteada por BBVA sobre Banco Sabadell no saliera adelante (porque haberlos, haylos y no precisamente actores secundarios) el actual momento político era el idóneo. Qué mejor que soltar la 'bomba' a través de una casual filtración en un ... medio internacional en plena campaña electoral catalana, con un independentismo en pie de guerra con Carles Puigdemont como gran abanderado. «Es una buena noticia que Banco de Sabadell se resista a esta operación. Es una mala noticia que pudiéramos perder el Banco de Sabadell. Cataluña necesita que haya bancos de obediencia catalana o bancos que tengan muy focalizado su interés en Cataluña. Todo lo que pueda hacer Sabadell para mantener su personalidad, creo que será bueno», aseguró horas después de conocerse el portazo inicial dado por la entidad presidida por Josep Oliu.
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Puigdemont ha fiado su futuro político a ser presidente de la Generalitat. Si no lo consigue, se irá... Bueno, eso ha dicho en campaña. Veremos. Lo que está claro es que morirá matando. En realidad, políticamente lleva mucho tiempo muerto y tras las elecciones del pasado 23 de julio el destino (y Pedro Sánchez, claro) le brindaron una oportunidad de oro para resucitar. Una última bala que a buen seguro no desaprovechará dejando su impronta tanto en Cataluña como en Madrid. No lo olviden: los siete escaños de Junts son vitales para que siga existiendo Gobierno de coalición y Sánchez siga en La Moncloa.
La operación diseñada por BBVA es una bomba política para el Ejecutivo, que hasta la fecha, en boca sobre todo del ministro de Economía, Carlos Cuerpo, había mantenido una calculada equidistancia pidiendo respeto y llamando a esperar acontecimientos recordando que la libre competencia está garantizada en nuestro país a través de los sucesivos mecanismos de control... Hasta hoy, que ha salido en tromba contra la operación. Una prudencia inicial que nunca tuvo la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, que no ha dudado en posicionarse en contra de esta fusión al temer, por un lado, que una excesiva concentración perjudique al consumidor y, por el otro, un importante número de despidos. Ya se sabe que en este tipo de operaciones, dos más dos nunca son cuatro. Incluso ni tres.
Las gruesas palabras de Puigdemont, que sigue sin digerir la marcha de CaixaBank de Cataluña exigiendo, además, penalizar a las empresas que se nieguen a regresar tras su órdago independentista de 2017, también han tenido su réplica tanto en Esquerra, con el president Pere Aragonès a la cabeza, como en la cúpula empresarial catalana. La patronal Foment del Treball no sólo ha torcido el gesto ante esta operación, sino que se ha posicionado en contra, sin ambages, pese a que destacados dirigentes de BBVA han intentado calmarles en distintos encuentros discretos.
Antes de que que la propuesta del banco vasco tornara en OPA hostil, en Cataluña la hostilidad ya se había instalado tanto en el mundo empresarial como, sobre todo, en el político. Si de lo que se trataba era de generar ruido e intentar torpedear la operación soltando la bomba en plena campaña electoral catalana, objetivo cumplido. Pero las elecciones se celebran este domingo 12 de mayo y muchos accionistas de Sabadell, que son quienes decidirán sobre la oferta de BBVA, no están llamados a las urnas. De hecho, alguno quizá ni sepa que se celebran elecciones.
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