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Posee un don, una cualidad mágica para transformar a caballos difíciles, desahuciados por sus propietarios para la alta competición, en generosos diamantes que salvan obstáculos a velocidad de vértigo. Es alavés, se llama Kevin González de Zárate Fernández (34) y hace una semana conquistó el ... Concurso Hípico Internacional de Gijón montando a 'Frappant', uno de esos caballos.
Hoy vamos a contar la historia de un jinete ganador que posee la facultad de sanar las almas de los caballos.
Como 'Frappant'.
'Frappant', «un auténtico fuera de serie», llegó al Club Hípico de Etxabarri Ibiña hace apenas tres meses. «Vino con problemas de ansiedad. No quería quedarse solo en la cuadra ni viajar solo. Se ponía a sudar del estrés. Pero era el caballo soñado... Toda su tensión era para bien; usaba su sangre excesiva a favor del jinete», explica González de Zárate.
«Mire, hay varios sistemas de montar a un caballo. En uno, se somete al animal hasta llegar a cierto punto. Nosotros, aquí, nos adaptamos a la vida del caballo. No importa que sea nervioso o que parezca inviable... se trata de acercarse a ellos y de entenderlos. El mayor éxito de mi carrera deportiva es haber sido capaz de amoldarme a caballos con algún tipo de tara y convertirlos en genios», explica en el guadarnés de la hípica familiar que dirige, a las afueras de Vitoria, y que es también un auténtico semillero para apasionados de la hípica.
Los caballos han estado siempre presentes en la vida de Kevin González de Zárate (KG). Su padre, Luis Mari, tenía una cuadra donde guardaba los de los amigos. «Recuerdo salir en pijama, con tres años, a ver los ponys. Mi primer caballo se llamó 'Pistolín'. Era un caballito con ruedas... Con doce años hice mis primeros concursos con una yegua, 'Queen'. Con otro, llamado 'Champán', ya empecé a participar de forma oficial en competiciones. Aquel caballo marcó mi vida. Era muy rápido, pero un poco loco... Desde entonces me acompañan caballos especiales, que otros jinetes no entienden. Con 'Champán' iba a toda leche, por la tremenda velocidad a la que me llevaba. Yo era valiente, pero el caballo iba rapidísimo... Lo vendimos y mi padre compró a 'Pegaso'. Montaba sin conocimiento, giraba, galopaba, iba a la derecha o a la izquierda; ganábamos pero la gente veía que no tenía ni idea», dice. «Con 'Pegaso' hacíamos también carreras de resistencia de 80 kilómetros. Tenía muchísima sangre y yo no podía con él, se iba de las manos. La cuadra de mi padre, que concursaba en raids, fue creciendo. Vendimos para comprar otro mejor».
Mientras que nuestras mortales existencias se declinan con números de calendario, la vida de los jinetes, de este jinete, se teje con los nombres, los colores y las cualidades de sus monturas. Muchas, dice, difíciles, complicadas, con las que, al final, logra siempre establecer una comunión casi sobrenatural que lo hace único en el circuito.
'Oluma' fue el nuevo reto de aquel joven KG. Le tiraba un día sí y otro también.
«Rehusaba, se paraba... Tenía miedo a saltar. Me puse a trabajar con él. Yo solo. Con tiempo. Probando. Innovando. Conseguí saltar pruebas a 1,40 metros de altura. Con 16 años, mi padre trajo a un profesor francés a Etxabarri, a un clínic. A esa edad veía que me gustaba; pero saltaba, volvía a casa... y listo. Así estuve hasta los 18. Entonces me fui a trabajar un verano a Francia. A Normandía».
«Fue la mayor miseria que he pasado en mi vida», dice.
Solo. Aislado en un bosque. Sin hablar con nadie. Montando diez caballos al día.
El futuro se cose con esos detalles. En casa le dicen que el «hobby» de los caballos está muy bien... pero que le conviene estudiar. Un módulo de Electricidad. A los meses se marcha a un centro hípico a Derio.
Y allí, se produce el chispazo.
Le hablan de David Usón Olaso, donostiarra afincado en Mallorca que es jinete profesional (ahora dirige su centro, La Gubia, y prepara el doctorado en Biología Marina). «Me fui con él. Fue el primer pilar para construir mi carrera deportiva. Yo entrenaba los caballos de salto para competición. Usón tiene un don: no era el jinete que más entrenaba, pero ganaba. Él me dio rienda suelta; me daba clases con sus propios caballos. Saltaba mucho. Empecé a pensar que yo podría hacer algo parecido. Estuve allí dos años. Fue duro, trabajé muchísimo. No tenía sueldo. Yo ayudaba, él me ayudaba... Allí descubrí que los caballos eran atletas, no animales. Y que el orden y la limpieza son innegociables. Una cuadra es como un gimnasio: los guadarneses, los camiones, las cuadras... todo está impoluto», subraya.
Basta echar ahora un vistazo a sus instalaciones, en madera y con un cierto aire inglés, para comprender que es un discípulo aventajado de Usón. Antes que a manejar la fusta o las riendas, sus alumnos (con abrumadora mayoría femenina) aprenden a limpiar cascos y a cepillar potros, barren cuadras y recogen bosta...
«Estaba en Mallorca. La cuadra de mi padre, que se dedica a sus tierras, había crecido. Me llamó y me preguntó si quería volver. Piense que esto no es sólo un trabajo. Exige una dedicación total y absoluta: los viajes de un lado al otro con los camiones de los caballos, la preparación, la gestión... Hay que ser algo loco para dedicarte a este mundo».
KG se decidió.
Tengo anotado por ahí que Kevin trabaja con quince caballos en competición. Y que ha ganado 934 torneos...
24 horas al día. Siempre pendiente del móvil (incluso en la pista de entrenamiento, mientras calienta), resolviendo papeletas o arreglando entuertos... Le pregunto si no le duele tener que vender a esos caballos que ha modelado con paciencia infinita. «La separación nunca es fácil, pero uno cambia para mejorar. La rueda debe seguir», dice.
Tras 'Iraed de La Haie' («gano 20 pruebas de velocidad a 1,20 y 1,50») aparece en su vida 'Blusshing Grey', caballo «asustadizo», al decir de su antiguo propietario, «pero un genio saltando». «Me acoplé con él de maravilla. Fue una señal. Hice todo lo posible por comprarlo. Fueron temporadas de verano increíbles: pruebas a 1,30-1,40...»
Claro que junto a esa escuadra de caballos singulares, Kevin logra triunfos con equinos como 'Urbain des Grezils', «un atleta», ganador de 30 pruebas a 1,35 y de Grandes Premios (1,45 m), con 'Atlantic 2', bronce en el Campeonato de España absoluto y ganador de la Liga Oro de la Real Federación Hípica Española o 'Recesvinto', con nombre de rey godo, «muy rápido y ganador nato» o 'Conthargos Rouge', «el caballo que me ha enseñado a disputar en la alta competición», resume.
-¿Por qué saltan los caballos?
-Es instinto. Pura coordinación. Mire a 'Blussing Grey' llega al obstáculo, apunta y salta...
Llegan más equinos a sus manos. «La gente ve que hago las cosas bien. Me llaman de Bilbao por 'Pepeeur des Espinetes'. Había dejado de saltar e iba a retirarse. Pero era un competidor enorme. Con él gané cerca de 50 pruebas. A la vez me llama otro propietario de Bilbao con el caballo perfecto, 'Cavalito': el sueño de cualquier jinete. Voy con él a Grandes Premios. Fue mi primera venta cara al extranjero, a un jinete para alta competición internacional. Hace tres meses, llega 'Frappant'».
Con él gana en Las Mestas. Se abre un nuevo horizonte. «Aunque soy yo quien sale a la pista, nada de lo que hago sería posible sin mi equipo. Es así». Lo despedimos, dispuesto a subirse a otro caballo para domar el tiempo.
Kevin González de Zárate Fernández tiene un hermano nueve años menor, Álvaro, que también descolla en los concursos de salto. Dedicado a la gestión y a la enseñanza en el centro hípico cántabro Heras Horses & Events, Álvaro González de Zárate conquistó en diciembre en Ginebra el Gran Premio CHI para menores de 25 años tras batir por tiempo en el desempate a ocho competidores. González de Zárate, que se impuso a otros 27 participantes, montó a 'Carte de Blue PS' en uno de los cuatro concursos del Rolex Gran Slam, en el que compiten algunos de los mejores jinetes del mundo. El alavés se alzó con la victoria justo el día en que cumplía 25 años.
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