Estados Unidos fue también muy superior en los enfrentamientos individuales y avasalló a Europa en la Ryder Cup de Wisconsin con un resultado demoledor (17,5-8,5 al cierre de esta edición) del que le costará tiempo recuperarse y que coloca a su capitán, ... Pedraig Harrington, en el disparadero. Los norteamericanos se han vengado con creces de la afrenta de París de hace tres años con una superioridad aplastante que deja al Viejo Continente muy tocado y que obliga a abrir una profunda reflexión sobre la planificación de cara a próximas ediciones para, al menos, ser competitivo, salvar el honor y evitar la deshonra. El año que viene, ya mismo, se celebrará cerca de Roma.
Publicidad
Noticia Relacionada
El porvenir se presenta muy oscuro porque la incontestable victoria del bloque de las barras y estrellas se ha sustentado en el extraordinario rendimiento de sus golfistas de nueva generación, jóvenes ya consagrados que sin embargo aún tienen un importante margen de mejora: Collin Morikawa, Jordan Spieth, Bryson Dechambeau, Patrick Cantlay... No ha habido un referente claro que haya eclipsado a los demás, más allá de los siempre efectivos Dustin Johnson y Justin Thomas, sino que el esfuerzo ha sido colectivo y todos han respondido al margen de sus roles: los mejores del ránking -ocho americanos están entre los diez primeros de la lista mundial- y los 'rookies' -hasta seis en esta edición-.
En el lado europeo ha sucedido todo lo contrario, con independencia de la eventual diferencia de calidad respecto a sus adversarios. El mantra de las últimas semanas -«equipo, equipo, equipo»- ha sido en esta ocasión un mero eslogan, a tenor del naufragio generalizado en las calles y los greenes del Whistling Straits, a orillas del lago Michigan. Y es que fiar todas las posibilidades al talento y la fortaleza de un solo jugador, Jon Rahm, sin hacer terapia con el resto suele ser sinónimo de fracaso colectivo. El concurso de McIlroy, Poulter, Casey y Westwood, entre otros, ha sido muy decepcionante.
El número uno del mundo lo ha jugado todo en Wisconsin, ha asumido la responsabilidad y ha tratado de echarse al grupo a la espalda, pero ha sido demasiada carga. A pesar de todo ha ganado tres enfrentamientos con Sergio García como pareja -la única luz en las tinieblas de esta Ryder junto a los destellos de un Hovland que madura a pasos agigantados-, y ha empatado otro con Hatton como compañero. Ayer el vizcaíno pagó el desgaste físico y mental de las jornadas precedentes y cayó ante Scheffler. Perdió los tres primeros hoyos de forma consecutiva y ya no pudo recuperarse. Su semblante en algunos momentos del recorrido, una mezcla de incredulidad, frustración, tristeza y también resignación simbolizó el de una Europa muy golpeada anímicamente que necesitará tiempo para digerir este varapalo.
Publicidad
El desafío era mayúsculo desde el inicio, pero el transcurrir de las jornadas ha convertido el majestuoso escenario del Whistling Straits en una cámara de tortura para los europeos. La Ryder es una competición tan especial, tan diferente al resto, que incluso los más pesimistas buscaban un resquicio de esperanza para un volteo histórico en los partidos individuales. Se apelaba al espíritu de Medinah de 2012, en Chicago, cuando el equipo capitaneado por José María Olazabal destrozó el sueño americano en la última jornada. Pero ayer ese espíritu no sobrevoló Wisconsin, ni siquiera pasó cerca. El milagro nunca fue posible.
Hay un dato revelador en este sentido. Estados Unidos necesitaba sumar catorce puntos y medio para levantar los brazos como vencedor. Pues bien, su superioridad fue tan manifiesta que lo logró en el quinto partido en juego, en el que se vieron las caras un inmenso Morikawa y Hovland. Todavía faltaban siete resultados por decidir y la fiesta local estaba servida. Ver los marcadores provocaba vértigo porque siempre predominaba el color rojo. Menos mal que McIlroy ganó el choque que abrió la jornada frente a Schauffele, porque el color azul brillaba por su ausencia. La debacle europea era de tal magnitud que por momentos parecía factible que los estadounidenses salieran victoriosos en once de los doce partidos.
Publicidad
Harrington expresó al término de la competición su agradecimiento a sus jugadores y defendió su actitud en el campo. «Lo han dado todo, no les puedo pedir más. Han estado unidos, pero no ha podido ser», señaló. No hizo autocrítica.
Más allá de la emoción de la propia Ryder, lo cierto es que la última jornada sólo sirvió para confirmar que, a día de hoy, Estados Unidos es muy superior a Europa. El campo se convirtió en territorio hostil para varios jugadores. Dechambeau y McIlroy, entre otros, se fueron al agua después de ejecutar sendos golpes erráticos. Y Lowry, que trataba de animarse ante Cantlay, sufrió una 'corbata' casi imposible en el hoyo 9 cuando ya celebraba el birdie.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.