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113 Teresa Ave, North Augusta, SC 29841, EE. UU. Semanas antes de emprender el viaje a Atlanta, recibí un mail de mi colega de Ten Golf Alejandro Rodríguez en el que me indicaba la dirección exacta de la casa que iba a servirnos de base ... de operaciones en este mi segundo Masters de Augusta. Antes de volar a Estados Unidos es obligatorio aportar la dirección del lugar en el que vas a alojarte. Por la seguridad y todo eso. El granero reconvertido en vivienda del año pasado no estaba esta vez disponible y hubo que buscar una alternativa. Mi curiosidad por ver las fotos de la vivienda era tal que en un principio no reparé en que SC hacía referencia al Estado de South Carolina, cuando Augusta está en Georgia. Siempre he estado reñido con la geografía así que llamé alarmado a Alejandro: «¿Pero la casa que hemos cogido está en Carolina del Sur?».
Resulta que Carolina del Sur es fronterizo con Georgia y que la casa está a sólo veinte minutos del campo, más cerca incluso que la de 2022 –lo de los veinte minutos es un decir porque el atasco que se monta todas las mañanas es tan brutal que la hora y media no te la quita nadie–. Ya más tranquilo me di cuenta de lo bien que suena Carolina del Sur cuando se pronuncia a pesar de su oscuro pasado ligado a la esclavitud en los campos de algodón. Así que con ese punto de curiosidad y emoción que aún conservamos los que nos entusiasmamos cuando salimos a ver mundo estuve muy pendiente desde que arrancamos del aeropuerto para que no se me escapara el letrero de bienvenida de Carolina del Sur. Está colocado tras cruzar un largo puente sobre un río ancho de aguas marrones y orillas boscosas. El río fronterizo se llama Savannah.
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Decir Carolina del Sur es inspirador. Decir Savannah es tremendamente evocador. Unir los dos enclaves con palabras me parece la bomba. Representan ese Estados Unidos sureño hasta la raíces que todos tenemos en mente gracias a la literatura y al cine, aunque en ocasiones cualquier parecido con la realidad sea pura coincidencia. Es curiosa la vida junto a este caudal que une y a la vez divide. Sus habitantes cruzan la frontera casi sin reparar en ello. Unos residen a un lado y trabajan al otro, y viceversa. Las matrículas de ambos territorios se mezclan en las carreteras que bordean el río. Las placas de Georgia recuerdan que es el Estado del melocotón. Las de Carolina del Sur, que es el Estado del palmetto, una pequeña palmera típica de la zona. El golf interesa mucho en ambas riberas, aunque en Georgia es casi una religión.
Cuando estacionamos en la entrada de la casa ya era de noche y no pudimos hacernos una composición de lugar. Ya al amanecer comprobé que compartimos el jardín trasero con unos vecinos que tienen un precioso gato blanco, negro y marrón. Nada más vernos, a distancia, hizo una primera y profunda inspección de los intrusos antes de empatizar. A estas alturas viene siempre a darnos a su manera los buenos días antes de que nos subamos al vehículo para desplazarnos al centro de prensa de Augusta. En cierta manera empezamos a parecernos a muchos vecinos de este enclave fronterizo que se rige por unos códigos muy particulares. Cenamos y dormimos en Carolina del Sur y desayunamos, trabajamos y comemos en Georgia. Cruzamos el Savannah dos veces cada día.
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