El Barakaldo escapa del infierno de la Tercera RFEF con un gol en la última jugada

Hoy en el club fabril ya no se habla ni de deudas ni de sociedades anónimas ni de fractura social. Se habla y se celebra nada menos que un ascenso, el segundo desde 1988, que desde el club se ve como el punto de partida del regreso del Barakaldo al lugar donde le corresponde. El sueño del fútbol profesional ha comenzado esta tarde en Txerloia, con esa victoria frente al Anaitasuna que coloca al Barakaldo en Segunda RFEF, la cuarta división del fútbol nacional, y que debe ser un impulso que lance a la entidad fabril a cotas mayores.

Ese era el reto cuando el consejo de administración liderado por Ricardo Arana dio el paso al frente y se hizo cargo de la entidad de Lasesarre, y este anhelado salto de categoría no hace sino reforzar las intenciones. «Nuestra meta debe ser asentar al Barakaldo en el fútbol profesional», ha repetido el presidente del club, que sueña con cambiar un día campos como Txerloia, Fandería o Tabira por La Romareda, Carlos Tartiere o Ipurua.

Hacía tiempo que la sufrida afición baracaldesa no tenía motivos para celebrar como ha tenido este año, un curso espectacular culminado con un ascenso en marzo. Con un pasado de treinta temporadas en Segunda División y 36 en Segunda B –el club que más puntos sumó en la extinta categoría–, los años más recientes han sido caoticos hasta el punto de amenazar al club con su desaparición. Una cifra, 1.453.458 euros, puso en jaque al Barakaldo. Una deuda generada en su mayor parte por la sanción impuesta por la Seguridad Social que se llevó por delante a la anterior junta directiva y que llevó al club a concurso de acreedores. Fue un hándicap importante para una entidad que estaba en pleno proceso de conversión a Sociedad Anónima Deportiva y que el pasado mes de enero estrenaba consejo de administración formado por ocho empresarios vizcaínos, con Ricardo Arana como cabeza visible, empeñados en llevar al Barakaldo «al lugar que por historia y afición merece».

El retraso a la hora de convertirse en SAD y la debacle deportiva de hace dos temporadas, cuando desapareció la Segunda B, llevaron al actual consejo a hacerse con las riendas del Barakaldo en un punto inimaginable. Aquella temporada 2020-21 el reto era colocar al equipo en Primera RFEF, o como mal menor en Segunda. Las angustias clasificatorias, las urgencias, hundieron al Barakaldo en la división más baja de su centenaria historia. Tocaba remar desde la quinta categoría, de donde no logró escapar el curso pasado debido a una plantilla joven e inexperta a la que le costó arrancar y no tuvo suerte en el play-off.

Esta temporada, la apuesta ha sido firme. Desde el momento en el que el grupo de inversores comenzó su particular andadura en el Barakaldo, aunque no fuera de manera oficial –la entidad estuvo dirigida por la comisión gestira liderada por Jesús María Isusi hasta enero– el club gualdinegro ha recuperado la sonrisa. La inyección económica aportada permitió construir una gran plantilla y el resultado ha sido una trayectoria incontestable este curso y el deseo es seguir en el tiempo porque «nosotros ya hemos demostrado nuestro compromiso aportando mucho para entrar en el club. Se ve que no es por dinero. Ahora nos toca, con humildad, trabajo, esfuerzo y determinación, seguir demostrando que nuestros objetivos son estos que estamos exponiendo. En lo único que estamos pensando es en llevar al Barakaldo a donde debe estar, porque además solo así nos llegará rentabilidad económica», declara Ricardo Arana.

En otras palabras, alcanzar el fútbol profesional, que es donde se generan los recursos económicos. Pero como repiten desde el consejo, esto no ha hecho más que empezar. «Nos mueve la ilusión y la grandeza de este club, con una gran historia y una ciudad y un estadio con mucho potencial. Vemos que hay mucho margen de mejora», afirman desde un Barakaldo que por fin, después de muchos disgustos, está de fiesta.