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Suele decirse que los grandes hombres tienen a su lado a una mujer que no se lo explica. A los mitos conviene mirarlos de lejos, y durante poco tiempo. Escribió Camba, tal vez lo inventó, que los habitantes de Constantinopla acostumbraban a salir de la ... ciudad navegando por el Bósforo, para ver su ciudad desde lejos, a la ida y a la vuelta. No hay mito que resista la cercanía, la vecindad, la confianza, la cotidianeidad, el compadreo. Lo saben muy bien las religiones, y lo sabían las monarquías antes de la llegada del papel cuché. No sé si Lilibeth habrá visto 'The Crown', y aunque en esa magnífica serie seguro que están infiltrados, como guionistas, agentes del MI5 y el MI6, para glorificar su reinado fingiendo que le sacan pequeños defectillos, ella es de la vieja escuela de la distancia. Imaginen una tertulia cada tarde a su lado: no habría reina que resistiera esa prueba.
Es lo que nos pasa con O Rey Pelé. Se ha prodigado mucho ya jubilado, como embajador de esto y lo otro, como hombre anuncio, como invitado de los más diversos saraos, pero en realidad lo vimos jugar bien poco incluso quienes vamos teniendo una edad. Por suerte, como él dice, hemos visto mucho a Messi. Es bueno porque coleccionamos en la memoria jugadas inolvidables, pero en esta vida hasta lo bueno cansa. Así que nos dio pena su marcha al equipo de los millonarios, pero a la vez nos pareció que había terminado un ciclo, como suele decirse. La televisión es un excelente trampolín para los despegues, pero salir de seguido abrasa.
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A Pelé en realidad le vimos jugar muy poco. En el Mundial de Suecia hasta el propio jugador era demasiado joven, leímos más tarde sus alabanzas y el elogio de su precocidad. En el de Inglaterra le cazaron de mala manera y solo nos queda el recuerdo de México 70, un gran recuerdo, es cierto, de él y de todos aquellos: Jairzinho, Gerson, Tostao, Rivelino… Así, a bote pronto, me viene a la cabeza el lanzamiento desde medio campo contra Checoslovaquia, que en realidad no entró, eso qué importa. La gran final contra aquella Italia fantástica de los Rivera, Riva, Bonisegna… Recuerdo su elasticidad de movimientos, su elegancia, su visión del juego, su remate con el pie y con la cabeza, su conducción y sus pausas, pero lo mejor era la expectativa derivada de su leyenda. Cuando cogía el balón esperábamos que fuera a suceder cualquier cosa.
Muy poco más, ya sé que puedo ir a Internet o a consultar estadísticas irrefutables, buscar aquel DVD que le hicieron como a los otros «mejores jugadores del mundo». Podría consignar el número de goles, que parecía imposible. Su equipo era casi igual de mitológico. El Santos, el mejor equipo del mundo, chaval, y en realidad nunca habíamos visto jugar al Santos.
Pelé se anticipó a su tiempo y se anticipó a la televisión, por lo que le vimos muy poco, pero atestiguamos, con aquella inolvidable capacidad para la admiración ilimitada que tuvimos en la infancia, que era pura maravilla. Y el fútbol, al fin y al cabo, es un sencillo truco para volver durante un rato a la infancia.
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