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Antes de hablar, lloró. Ojos apagados, vidriosos. Como un niño al que le han quitado la pelota. Así se colocó Leo Messi ante las cámaras del Auditorio 1899, en el Camp Nou, para dar su versión sobre su salida del Barcelona, el club en el ... que lleva veinte años, 17 temporadas, 35 títulos y 672 goles. El único papel que llevaba era el de su pañuelo. Le costó arrancar. En la primera fila estaban igual de emocionados su esposa y sus tres hijos. Al lado, la plantilla del Barça incluido el técnico, Koeman. Al fin, Messi, siempre tan impasible en el campo, pudo contener las lágrimas. Parecía que toda su cara tenía que trabajar para levantar las primeras palabras. «Estoy bloqueado, triste. Pasé toda la vida acá. No estaba preparado... Lo que tengo claro es que yo he hecho todo lo posible para quedarme», dijo.
En su despedida, con el escudo del Barça al fondo, Messi no quiso cargar contra nadie de forma directa. «No se pudo cerrar el contrato por las condiciones que ponía LaLiga y por la deuda del club, que no quería endeudarse más. No tengo ningún problema con Javier Tebas (presidente de LaLiga)», explicó. «Tras las elecciones, fui a comer con el presidente del club (Joan Laporta). Hablamos y me quedé convencido de que iba a seguir. Mi contrato nunca fue un problema. Rebajé mi sueldo el 50 por ciento y nadie me pidió nada más. Pero pasó lo que pasó y no se pudo hacer». Lo que sucedió es que el Barça no podía, o no quiso, pagarle ni siquiera la mitad. Le preguntaron si se sentía engañado por Laporta. Contestó así: «Yo no he engañado a nadie. He ido siempre de cara». Daba la sensación de que le pasaban cosas por la cabeza que no decía.
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El delantero argentino recordó que sí quiso dejar el Barça el año pasado, cuando el presidente era Josep Maria Bartomeu. «Entones sí estaba preparado para irme; ahora, no. Ahora mi familia y yo queríamos seguir en nuestra casa y continuar disfrutando de esta maravillosa vida que teníamos en Barcelona», lamentó con una mezcla de decepción y pena. Titubeó un par de veces como queriendo ordenar sus ideas ante algunas preguntas sobre la negociación. Y cuando se sentía en apuros volvía a su principal mensaje: «Yo he hecho todo lo posible para quedarme». Eso dejaba entrever que otros quizá no lo han hecho. No citó a nadie, aunque el foco está sobre Laportae, el presidente que hizo de la renovación del rosarino su bandera electoral.
Messi no quiso estar el viernes en este mismo escenario junto a Joan Laporta cuando el presidente del club argumentó los motivos por los que no podía renovarle. El delantero quería quedarse. Aceptó reducir a la mitad su salario. Su familia también deseaba permanecer en Barcelona, donde ha crecido. Parecía que todo esta atado cuando de repente se rompió la cuerda. Laporta echó la culpa a la «nefasta herencia» económica recibida de la junta anterior, la de Josep Maria Bartomeu, y al límite salarial impuesto por la LaLiga. El Barça, prácticamente en quiebra, no tiene margen de maniobra para fichajes. Messi es caro.
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Laporta, además, no acepta la solución que le propuso LaLiga para conseguir dinero fresco. El presidente del Barça se opone a la venta del 10% del negocio de LaLiga al fondo de inversión CVC porque eso «hipotecaría el club durante medio siglo». Messi se va contra su voluntad del club que más le quiere. Le cierran la puerta de su casa para salvar los muebles. «Nadie, ni el mejor jugador que hemos tenido, está por encima del Barça», dijo el viernes Laporta.
Apenas dos días antes, Messi daba por hecho que iba finalizar su carrera donde la empezó con 13 años, en el Barça. «Esta es la situación más difícil que he vivido. He tenido momentos duros, muchas derrotas... pero tenías una revancha. Ahora no, este es el final de esta historia. Eso no vuelve. Siento tristeza por irme del club al que amo en un momento que no esperaba», insistió. «Quiero agradecer el cariño de la gente. Me hubiese gustado irme de otra manera. Con público en el campo lleno, escuchando una última ovación. Extrañé mucho a la afición por la pandemia. Me retiro del club sin verles durante un año y medio. Siempre sentí su amor. Ojalá pueda volver en algún momento a ser parte de este club para que siga siendo el mejor del mundo», deseó. Incluso dejó abierta la posibilidad de un homenaje cuando haya ya espectadores en los estadios.
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Sobre su futuro, no dio el nombre del equipo al que irá. No confirmó su fichaje por el Paris-Saint-Germain. «No caigo en la realidad de dejar este club, esta vida. Ahora es empezar de cero, un cambio duro para mi familia. Sé que nos vamos a adaptar. Hay que aceptarlo. Cuando supe que no iba a seguir, recibí muchas llamadas de equipos. El PSG es una posibilidad», apuntó antes de decir que su objetivo es ganar otra vez la Champions.
Más que del futuro, Messi prefería hablar del pasado: «Llegué chiquito, con 13 años. Tras 21, me voy con mi mujer y tres catalanes argentinos. Muy orgulloso. Volveremos. Es nuestra casa. Se lo he prometido. Siempre traté de manejarme con humildad con todo el mundo. Pasé muchas cosas hermosas y también malas. Eso me hizo la persona que soy. Lo di todo por este club desde el primer día. Me voy conforme». Sonaron los aplausos en un Auditorio y Messi bajó la cabeza, doblada por la emoción. Antonela, su mujer, acudió al rescate con otro pañuelo. Lloraba de nuevo el mejor jugador del mundo igual que un niño al que le han quitado la pelota.
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