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Con Egan Bernal el ciclismo se ha trasladado a la próxima década, la de los años veinte del siglo XXI. La pantalla de este Tour ha sido como una bola de cristal por la que corre el futuro. En él manda este prodigio colombiano ... de 22 años que pasó de juvenil directamente a profesional y que, con saltos de gigante, acaba de ganar su primer Tour de Francia. El primero para su país, que es una fiesta. «Egan es un rayo de luz que será recordado siempre. No ha hecho historia; es historia», escribe el diario 'El Espectador'. Hay que irse hasta el inicio de la Grande Boucle, hasta 1904 con Henri Cornet o 1909 con François Faber, para encontrar ganadores más precoces. Ni los grandes lo fueron tan pronto. Anquetil esperó a los 23 años para agarrar su primera Grande Boucle. Bartali lo hizo con 24, como Merckx e Hinault. Bernal los ha adelantado. Y le ha desvelado al ciclismo cómo será el futuro. Suyo.
Escalador por genética, cada vez mejor contrarrelojista, dotado de un motor de alta ciclindrada, explosivo en las arrancadas y audaz en los abanicos, Bernal cuenta, además, con el blindaje del Ineos, el antiguo Sky. El imperio. De las ocho últimas ediciones, el conjunto británico ha ganado siete (cuatro de Froome, más Wiggins, Thomas y Bernal). El colombiano ni siquiera ha necesitado tener un gran equipo. El Ineos no ha alcanzado la talla del Sky. Aun así, Bernal ha sido el primero y su compañero Geraint Thomas, el segundo. El podio lo completa el holandés Steven Kruijswijk, por delante de Buchmann, Alaphilippe, convertido en héroe de Francia por su defensa agónica y apasionada del maillot amarillo, y Mikel Landa, sexto.
Urán, Quintana, Valverde y Barguil llenan las diez primeras plazas de esta edición emocionante y, también, extraña al final. Marcada por las avalanchas que obligaron a cortar las dos últimas etapas alpinas.
Sin apenas contrarreloj, la ronda gala se metió en los Pirineos con los favoritos en un puño. El Ineos no intimidaba. Thibaut Pinot y Landa, los dos lastrados por los abanicos y caídas en Albi, reivindicaron su condición de revolucionarios. Estaban dispuestos a reventar el Tour. Alaphilippe, que era líder desde la meta de Epernay, la ciudad del champán, seguía descorchando la emoción del público francés. Eufórico, hasta ganó la 'crono' de Pau. El Tour se preguntó si era posible su victoria en París. O la de Pinot. Francia, más de tres décadas después, añora un sucesor para Hinault. Tendrá que esperar. A Pinot, de nuevo, se le quebró la salud. Y a Alaphlippe se le vino encima el techo de los Alpes. Perdió el liderato en el Iseran, donde lo cogió Bernal con el ataque que le ha valido este Tour.
En el descenso y en ruta hacia la meta de Tignes, la naturaleza se ensañó con la carrera. El granizo y el barro de una avalancha obligaron a neutralizar la etapa. Bernal, con Simon Yates a rueda, volaba hacia Tignes. Detrás, De Plus tiraba de Kruijswijk, Landa, Buchman y Thomas, que preparaba su contraataque si el grupo alcanzaba a Bernal. ¿Qué hubiera pasado? ¿Habría ganado Thomas el Tour? Ya nunca se sabrá. Esta Grande Boucle es del que salió a por ella. «Si atacaba podía reventar y perder el podio, pero si me salía bien podía ganar el Tour. Ataqué». Basta con esa frase. Bernal es la estrella que dirigirá del destino de las próxinas ediciones. Estaba predestinado al Tour.
La última etapa alpina, la de Val Thorens, también fue recortada. Apenas 59 kilómetros. Ratificó el triunfo de Bernal, que no pasó ningún apuro. Y comprobó el hundimiento de Alaphilippe. «Me he dejado la piel en este Tour», confesó en la meta. Literal. Le ha costado años de vida y, eso sí, le ha dado un hueco en la eternidad. El Tour no olvidará sus catorce días de amarillo.
La cima de Val Thorens, descafeinada por las avalanchas que impidieron subir antes del Roselend, asistió a un par de paradojas. Vistió como mejor escalador a Romain Bardet, que no lo ha sido. De hecho, ha completado su peor Tour. Y entregó al Movistar el premio al mejor equipo de est edición. Lo hizo justo en el día en que con cuatro corredores en la docena de elegidos, Valverde, Landa, Quintana y Soler, cada uno hizo la guerra por su cuenta. Y entre todos alfombraron el camino para la victoria en la cima de Vincenzo Nibali. El Movistar que funcionó como una orquesta en el Giro ha desafinado en este Tour que abre un nuevo tiempo, el de Bernal.
Otro portento, Peter Sagan, luce en los Campos Elíseos el maillot verde de la regularidad. El séptimo, el récord, uno más que Erik Zabel. El premio -maillot blanco- al mejor joven lo recoge Bernal por delante del francés Gaudu y Enric Mas. «Estoy contento -declaró el mallorquín- Ya dije que venía a aprender. Reventé en los Pirineos y esa leción me llevo». Tiene 24 años, dos más que Bernal, con quien no hay nadie que se pueda comparar. Ni lo mitos domaron el Tour tan pronto.
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