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«Estoy aquí para comunicaros que me voy a retirar del baloncesto profesional». Con estas palabras, emocionado y traicionado por una voz quebrada, Pau Gasol hizo saber al mundo que deja de ser jugador de basket para convertirse en leyenda. El catalán verbalizó este ... martes en el Liceo lo que era un secreto a voces: su adiós a las canchas después de más de dos décadas en la élite. Lo hizo rodeado de su familia y amigos, compañeros de profesión y personas que han puesto sus granitos de arena para que el catalán construya con ellas su propio monte Olimpo. «Mi carrera ha sobrepasado todas mis expectativas», reconoció un hombre que ha llegado a la cima sin hacer ruido, elegante con traje y voraz con camiseta. «De pequeño me decían que lo importante no era llegar, sino mantenerse. Pero nunca he intentado mantenerme, sino ser el mejor. Tampoco quería tener límites ni dejar que me los pongan». Por eso ha volado tan alto, con el cielo como el único techo de sus ambiciones. No habló de logros personales ni de títulos, sino de la fortuna que tuvo de formar parte de «equipos especiales» que le ayudaron a transformares en mito.
Sentado en una silla delante de una enorme foto suya en blanco y negro, en la que aparecía sonriente y con los brazos abiertos, Gasol abrió su intervención con una referencia a la famosa lesión en el pie producida en 2019 que anticipó su adiós a las canchas. Fue un punto de inflexión que le hizo preparar el camino de la retirada, meditada y adoptada a la conclusión de los Juegos de Tokio. Solo esperaba el momento perfecto para romper con el baloncesto, uno de los amores de su vida. Entre algodones, fichó por el Portland con la esperanza de regresar en «seis meses». Pero, según desveló, luego sufrió «otra fractura en el pie» que hizo imposible su reaparición en la NBA. «Los doctores dudaban de que podía volver a jugar. Soy una persona de retos y decidí luchar por un imposible». Ganó la batalla, una más, y volvió a competir con la camiseta del club en el que empezó todo: el Barcelona. «No estaba en mis planes», comentó sobre su retorno a casa. La llamada blaugrana le permitió irse como quería. Con una camiseta, zapatillas puestas y mirada fijada en el aro. «Jugar ya fue un éxito», dijo una de las grandes leyendas del basket mundial.
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Necesitaba agua para tragar emoción y recuerdos. Un sorbo. Otro. Y uno más. Mandaba besos a su hija, que al final se sentó en el regazo de su padre. Más aplausos. Miradas de ternura, de complicidad. «Me retiro del baloncesto profesional. Es una decisión meditada. Hay que cambiar de marcha, saber disfrutar. Quería acabar jugando, no lesionado y con muletas», aclaró el pívot, agradecido por tantas muestras de cariño. Lo primera atención fue con la «Prensa. Gracias a ellos la gente conoce nuestro trabajo». Luego recordó a los aficionados, el motor que mueve el deporte, y solo entonces pasó a menciones personales. También hubo sitio para alguna que otra anécdota. Contó que cuando era un chaval le hicieron jugar de base. «Me robaron no sé cuántos balones, pero comprendí cómo era aquel puesto y el trabajo que exige». Recordó que en su etapa de júnior se le subió un poco el éxito a la cabeza, pero que hubo gente que le descubrió el valor de la «humildad». Por cierto, en sus años tiernos tenía claro a quién quería parecerse. «Mi referente era Toni Kukoc». ET veía a la Pantera Rosa.
Entre el público estaban Raúl López -trabajó con Gasol para devolverle a las pistas tras su lesión-, Juan Carlos Navarro, Felipe Reyes, Rudy Fernández, Saras Jasikevicius, su hermano Marc... Se detuvo en este último. Lazos de sangre. Irrompibles. «Todo empezó en el patio trasero de la casa de los abuelos. Quería ganarme, pero al hermano mayor no se le gana», soltó sonriente. Muchos años después estaban cara a cara en la NBA, y el menor de los Gasol se llevó alguna que otra batalla. Entonces buscó entre las butacas a 'Juanki'. «Me enseñaste el sentido de la amistad. Con 16 años mi vida era familia, casa, estudios y basket. Y tú te convertiste en mi amigo. Jugamos en el Barça, la selección y hasta en los Grizzlies, antes de que me traspasaran», dijo mirando a su inseparable Navarro. Y recordó a Aíto y a Phil Jackson, dos entrenadores que le hicieron ver que la vida era más que el baloncesto. «Me trasladaron que había una parte intelectual, de conocimiento, lectura».
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Y ahora, ¿qué? Muchos proyectos familiares y personales, pero nada de banquillos. «Hay que afrontar el vacío profesional, el abismo, pero llevo años preparándome para este momento. El precio de la grandeza es la responsabilidad, y he intentado ser responsable». Estará en el Comité Olímpico Internacional (COI), será asesor y embajador del Barça y profundizará en su compromiso con el Unicef y labores filantrópicas. «También seré consultor y estaré con varios equipos de la NBA para ver cómo trabajan». El balón naranja le llama, el color de una pasión.
Le preguntaron cómo le gustaría que le recordaran. «Como a un jugador que ha disfrutado y dado todo. Me he entregado. He sido exigente conmigo mismo y nunca me he conformado. Jugar hasta los 41 está muy bien. He estirado el chile y eso que los médicos...». Le advirtieron de que podía hacerse daño. Arriesgó y luego paró. Cuando él quiso. Después de 22.992 puntos y 12.551 rebotes en la NBA, Gasol apaga su estrella y enciende el recuerdo de un jugador irrepetible. «Querido baloncesto, gracias por todo». Se echarán de menos.
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