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Campeones del mundo. Oro para España. El cielo. La gloria. Histórico. Demostrando que no es solo ganar. Además está el cómo se gana. Y ese tiene que ser el verdadero triunfo de España. La redención moral de Scariolo. Quién recuerda ya aquel partido ... que no se quiso ganar en unas olimpiadas para tener mejor camino hacia las medallas. Olvídenlo.
Argentina
Campazzo (11), Brussino (8), Garino (-), Scola (8) y Delía (2) -quinteto inicial-. Deck (24), Fjellerup (-), Gallizzi (-), Laprovittola (17), Vildoza (2), Redivo (3) y Caffaro (-).
75
-
95
España
Ricky Rubio (20), Rudy Fernández (11), Juancho Hernangómez (11), Oriola (6) y Marc Gasol (14) -quinteto inicial-. Colom (-), Ribas (5), Claver (2), Willy Hernangómez (11), Llull (15), Rabaseda (-) y Beirán (-).
Parciales: 14-23, 17-20, 16-23 y 28-29.
Árbitros: Maranho (Brasil), Rosso (Francia) y Anderson (Estados Unidos). Eliminados: Juancho Hernangómez, Ribas y Brussino.
Incidencias: Final del Mundial de China 2019, disputada en el Wukesong Sport Arena de Pekín
Este domingo ha vuelto a crearse el universo. Uno maravilloso en el que la solidaridad y la hermandad con la que este equipo afronta los errores les catapultó a un nuevo nivel deportivo y moral. Zen, para soportar la intensidad al límite de lo violento de los rivales. Granítica en las acometidas a la desesperada de los minutos finales. Ahí cuando hay que lucir galones (Rudy, Rubio y Gasol) y evitar las heroícas. Incontestable, 75-95, España es campeona del mundo.
Lo dijo Rubio tras la semifinal contra Australia. «Este partido es una lección de vida». Se lo explicó Scariolo a los jugadores antes del partido. «Vamos a cometer errores, el compañero los tendrá, tú los tendrás y la forma en la que los afrontemos determinará el resultado. No podemos perder la cabeza por cometer un error, porque el compañero comete un error. Hay que apoyarle más, ayudar en todo lo que se pueda y seguir». Una familia. Lo que son.
Porque el partido de España rozó la perfección por momentos (muchos) y no fue una paliza de escándalo por sus propios errores, que los hubo (los menos), algunos evitables como los cometidos en la salida del balón ante la presión a toda cancha ordenada por Sergio Hernández. Los 20 c0n los que ganó España son pocos ante lo que podía haber sido.
Pero la concentración, la continuidad, la rotación perfecta y la idea innegociable de que cada decisión individual debía servir al interés colectivo sobre el personal acabó por dar a España el segundo oro mundial de su historia. Sin Pau, sin Mirotic. Pero antes de que comiencen los sueños húmedos con los Juegos de Tokio del próximo verano.
El inicio del encuentro no pudo ser mejor. Acertó Scariolo colocando a Oriola como ala-pívot titular. Acertó en todo lo que tuvo que ver en la contención de Scola, solo una canasta en juego, a 8 del final. Rubio le mostró a Campazzo que estaba ante otra dimensión de balonccesto, algo mucho más elevado de lo que él acostumbra a practicar. Aunque luego sufriera el catalán ante los trucos del madridista. El de Masnou fue elegido MVP del torneo por algo.
Pensó el Oveja que debía frenar a Rubio y Gasol y no entendió que lo letal del rival era todo lo que orbita alrededor de ellos. Marc, asistiendo desde el poste, recordó a los argentinos que no tienen juego interior con el que contrarrestar el español. Perfecto Rudy, bien Juancho y el parcial era de 2-14. España jugaba lento (no despacio) y Argentina quería acelerar, lo que les llevaba al error.
Entró Llull se contagió del ritmo de Campazzo y España se perdió. Parcial de 10-0 y adiós a la ventaja. Son cosas que pasan. De lo contrario, la final habría acabado en siete minutos. Luego, el menorquín fue uno de los responsables del triunfo. Sobresaliente campeonato el suyo.
Duró hasta el descanso. Scariolo, en estado clarividente, sentó de golpe a Rubio, a Oriola y a Marc. Apostó por Llull, pese a su descontrol, por Willy (enormes minutos) y por Ribas. Volvieron a bordarlo. Defensa aún más dura. Argentina desesperada. Bien en ataque y 14-31. Segundo clavo en el ataud de los americanos.
Ahí, casi a la desesperada, se activó la opción Laprovittola. Llull y el nuevo fichaje del Madrid, como si mirasen cuál era mejor, se enfrascaron en un duelo personal que pemitió a la albiceleste acercarse un poco. 21-31. Un espejismo. Al descanso, el 31-43 ya apuntaba a una rápida solución
En la reanudación, a la vuelta del vestuario, comenzó el show de Marc Gasol. Que barbaridad de jugador. Es un dios del juego. El centro del universo no lo ocupan ni la Tierra, ni el Sol. Se mueve y está, siempre, donde Gasol decide pararse y postear. A veces a ocho metros del aro. Da lo mismo
Canasta aquí, asistencia allá (precioso el juego entre pívots con Oriola), un taponcillo por el otro lado y 33-55. Ni media licencia, había que acabar el trabajo antes de celebrar nada. Faltaba 15 minutos y Argentina siempre vuelve.
Claro que para eso hay que encontrar el camino y entre Gasol, Geuer, Claver y Juancho, el aro de los campeones estaba más protegido que Fort Knox. Sin opciones, sin ideas, sin baloncesto e impotentes, los argentinos no idearon nada mejor que agredir repetidamente a Ricky Rubio. Un golpe en la cara del de Masnou, permitido a Campazzo por los árbitros, fue lo único que aportó el Alma en el tercer cuarto.
Con todo decidido, más 19 (47-66) se inició un cuarto definitivo. Solo había que no cagarla cuando los del Oveja presionaron con toda el alma, la garra y el convencimiento que pudieron reunir. Ni las seis pérdidas forzadas a España generaron alguna duda.
Todas las respuestas estaban constestadas. Sobre todo, la que se intuía antes del partido. La confirmación de que España tiene todo lo que tiene Argentina, pero que Argentina no dispone de todo lo que puede llegar a disponer España. Campeones. Los mejores. Marc Gasol suma el oro mundial al anillo de la NBA.
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