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Sloukas agota los milagros del Real MadridBerlín parecía el OAKA y coronó a Sloukas rey de Europa. La afición del Panathinaikos le abrió las puertas de su olimpo al jugador al que denostaban hasta el verano pasado. «Fue un riesgo pero, ¿puede haber alguna historia mejor que la mía?, se preguntaba con el MVP en la mano. El excéntrico presidente Giannakopoulos le puso un cheque en blanco y el base griego, que perdió la final del año pasado ante el Madrid de los milagros de Llull, dejaba a los blancos a las puertas de su duodécima Copa de Europa.
Real Madrid
Campazzo (12), Musa (15), Hezonja (8), Ndiaye (8) y Tavares (4) —quinteto inicial—; Causeur (2), Yabusele (6), Rudy Fernández (-), Llull (6), Sergio Rodríguez (11) y Poirier (8).
80
-
95
Panathinaikos
Nunn (21), Grant (11), Papapetrou (4), Mitoglou (8) y Lessort (17) —quinteto inicial—; Sloukas (24), Grigonis (-), Kalaitzakis (2), Juancho Hernangómez (5), Vildoza (3) y Antetokounmpo (-).
Parciales 36-25, 18-24 (54-49 al descanso), 7-15 (61-64) y 19-31.
Después de un primer cuarto de ensueño, el equipo de Chus Mateo perdió pie entre el ardor del trébol y la bruma del ambiente, con miles de atenienses enardecidos en las gradas y colapsó en la segunda mitad. Con catorce minutos de fallos en el triple (0 de 10), sacudido por las faltas de Tavares, Campazzo y Poirier, y la desaparición de Hezonja y Musa como referentes exteriores, los eternos Sergios, Llull y el Chacho, perdieron el duelo ante Sloukas y la maestría táctica de Ataman.
El polémico entrenador se reafirma como uno de los mejores técnicos de la actualidad. Sus tres títulos de Euroliga en cuatro temporadas le sitúan a la altura de los más grandes. Todavía por encima se alza Sloukas, el MVP de la final con 24 puntos sin fallo en tiros de campo (solo erró un tiro libre). El timonel de 34 años se convirtió en el segundo jugador de la historia que consigue proclamarse campeón de Europa con tres equipos distintos, algo de lo que hasta ayer solo podía presumir Sarunas Jasikevicius. El griego ejerció de lugarteniente de Spanoulis en los títulos de 2012 y 2013, triunfó con el Fenerbahce de Obradovic en 2017 y ayer logró la corona con el equipo al que tantas veces torturó en sus diez años en El Pireo.
Precisamente la sombra del serbio, el técnico más laureado del baloncesto europeo, planeaba desde la década anterior en el barrio alto de Atenas. Obradovic, entrenador de cinco de las seis estrellas que hasta ayer rodeaban el escudo del Panathinaikos, se convirtió en mito y se fue, dando paso a trece años de ausencia en la final de la Euroliga. Más de una década tormentosa de sonoros despilfarros, plantillas languidecientes, crisis, episodios vergonzosos y guerra abierta contra el longevo de la máxima competición Jordi Bertomeu.
Dimitris Giannakopoulos cedió el cargo de forma oficial y lo recuperó para hacer una plantilla de muchos quilates y celebrar a pie de pista el retorno orgulloso del conjunto del trébol. Se repusieron a un inicio avasallador del Madrid, con ocho puntos del joven Ndiaye y diez de Musa, y comenzaron a equilibrar la final desde el juego interior. Lessort le ganó el duelo a Poirier, con Tavares en el banco castigado por las faltas, y el Real Madrid adoleció de una labor defensiva que le llevaría a la derrota.
Un triple de Vildoza (46-45), rescatado del anonimato por las personales de Nunn, culminó un parcial de 18-5 con el que la escuadra helena remontó la desventaja inicial. El Panathinaikos se mostraba infalible desde la larga distancia (12 de 22) y el Madrid, en el momento de la verdad, solo encontró a Llull y al Chacho. El menorquín anotó dos triples seguidos (71-73) y es ahí cuando se barruntaba el enésimo milagro de una plantilla mejorada este año con Campazzo. Pero apenas hubo espacio para imaginarlo. Un imperial Sloukas respondió con otro par de triples, el base argentino fue eliminado y Nunn completó la atmósfera festiva para los atenienses. Los merengues no obtuvieron respuesta y entregaron la cuchara dos minutos antes del final.
La maldición de acabar primero en la fase regular persiste. Los de Chus Mateo, que se quejó del nivel del arbitraje, buscaban la Euroliga perfecta, con récord de victorias en la primera fase (27), pero acabó claudicando ante un equipo volcánico, capaz de lo mejor y lo peor. El resultado simbolizó un cambio de ciclo en el baloncesto español. Juancho Hernangómez, con pocos minutos a su regreso de la NBA, se proclamó campeón de Europa de clubes el día que Rudy se despidió de la Euroliga.
Tres horas antes, el Olympiacos venció (87-84) en el tortuoso partido del tercer y cuarto puesto. Los griegos dominaron los primeros veinte minutos y aguantaron su ventaja gracias a la puntería de Alec Peters (21,5 puntos y 10 de 13 en la Final Four). La relajación en los últimos minutos provocó un susto en los segundos finales. Sanli empató el partido con un triple tan solo unas décimas de segundo después del bocinazo final.
La mala noticia para el Olympiacos se produjo a casi mil kilómetros de distancia. Keenan Evans, base del Zalgiris con su fichaje atado por el conjunto de El Pireo, sufrió una lesión en su rodilla izquierda. Necesitó ayuda para salir de la pista un jugador que hace dos temporadas sufrió una rotura en el tendón de Aquiles. «No tiene buena pinta», afirmó el técnico Trinchieri.
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