Por una vez, los aficionados discuten en los bares más sobre fútbol femenino que sobre el Madrid y el Barça de toda la vida. Las redes arden y cualquier artículo periodístico sobre el tema merece cientos de comentarios de los internautas. La selección femenina es ' ... trending topic'. Lástima que sea por una cuestión tan chocante como perturbadora. Porque a nadie se le escapa que algo huele a podrido en la selección femenina.
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La opinión mayoritaria, entre los medios y los aficionados, es que el órdago de las 15 jugadoras es un chantaje inaceptable. Las futbolistas han negado que hayan pedido el cese del entrenador y que esta sea la razón por la que renuncian a ser seleccionables. Claro: ello sería ilegal y se expondrían a una dura sanción. Sin duda, están bien asesoradas jurídicamente.
¿Cuáles son, entonces, las causas de este plante? La alusión de que prefieren dar un paso atrás «hasta que no se reviertan situaciones que afectan a nuestro estado emocional y personal» sugiere un clima de trabajo que va más allá de las preferencias que toda persona tiene con respecto a su jefe. En su comunicado, después de que la Federación aireara el contenido de las renuncias, las jugadoras se muestran indignadas porque se haya hecho pública una información que tiene que ver con su «salud» e «intimidad».
Que se escojan ciertos términos y no otros en modo alguno resulta baladí. Ciertamente ello ha desatado todo tipo de especulaciones, habida cuenta de los antecedentes de otros seleccionadores. Desde el entorno de las jugadoras se ha filtrado a algunos medios que la razón estriba en la forma excesivamente controladora y despótica como el seleccionador se relaciona con las futbolistas: las obliga a tener abierta la puerta de sus dormitorios en las concentraciones hasta las doce de la noche, les revisa el contenido de las bolsas de compra y dictamina con quién pueden o no tomar café. De ser cierto, esto supondría el enésimo ejemplo de cómo las jugadoras siguen sufriendo una especie de tutelaje machista, impropio de los tiempos que corren.
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En el fútbol masculino ha sido frecuente que el vestuario se sublevara ante tal o cual método de control del técnico, considerado excesivo. Y se forzó la salida de entrenadores por mucho menos. El primer día en que Camacho entró en el vestuario del Madrid de los 'galácticos' dijo que quería ver a todo el mundo en el entrenamiento a las siete de la mañana. Duró diez días. Roberto Carlos ha contado que la misma suerte corrió Luxemburgo. El técnico brasileño mandó retirar las botellas de vino y las cervezas de la cena. A los tres meses estaba en la calle.
Algunos aficionados se preguntan si el pulso de las quince jugadoras hubiera tenido la misma respuesta en caso de ser protagonizado por hombres. En 2014, la Federación de tenis eligió a Gala León como capitana de la Copa Davis. Rafa Nadal, Feliciano López y otros tenistas forzaron su dimisión. Toni, el tío de Nadal, afirmó que una mujer en un vestuario de jugadores impedía la necesaria complicidad que otros capitanes de la Davis habían logrado. Los tenistas no tuvieron que hablar de que se sentían cohibidos ni apelar a su estado emocional, ámbito que, pese a la creciente igualdad de géneros, sigue estando más legitimado en el mundo femenino.
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Es muy posible que la vía iniciada por las jugadoras no sea la idónea. Pero una cosa está clara: cuando un número importante de individuos dentro de un colectivo dice 'basta', no podemos mirar para otro lado y centrarnos solo en las formas de la denuncia o en su obligación de apechugar con las circunstancias. En el Ejército, la sedición se paga caro. Pero todo el mundo sabe que una tropa insatisfecha e insurrecta no gana guerras. Un barco es ingobernable si una buena parte de la tripulación se subleva por las formas en que el capitán dirige la nave.
Lo sé: las comparaciones son odiosas. Y esto no es el Ejército ni un buque mercante. Pero en última instancia, todos tenemos derecho a trabajar en un ambiente que no resulte asfixiante. Sí: son millones los que soportan a un jefe inapropiado. Tal vez por ello deberíamos ver en el pulso de las jugadoras una oportunidad para seguir dejando atrás métodos obsoletos. No solo por cuestión de dignidad, sino de eficacia: nunca un equipo enfrentado a su entrenador ganó nada. Aunque veremos cómo acaba este partido.
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