Lugares de culto
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Sitios frecuentados por autores consagrados y recreados y popularizados en la literatura y el cine se convierten en centro de peregrinaje para admiradores, estudiosos y turistasLuisa Idoate
Viernes, 28 de abril 2023, 17:19
Son juegos de espejos entre la realidad y la ficción. Pertenecen un poco a ambas y a ninguna por completo. Son lugares recreados, imaginados y popularizados por la literatura, el cine y la televisión, y convertidos en iconos por admiradores, especialistas y curiosos. Visitas de ... culto. Citas ineludibles para millones de personas que aguantan largas colas a cambio de fotografiarse en los locales favoritos de autores consagrados y en las ciudades, monumentos y edificios de novelas y películas. ¿Saben quién las escribió y dirigió? Muchos no. No apoyan necesariamente lo que ellas defienden, critican y simbolizan. Pero quieren ser sus protagonistas.
¿Lo consiguen? Por un instante, sí. El mismo que tardan en colgar su foto junto al icono en la red, y olvidarlo para buscar otro. Su elección depende del concepto al que lo vinculemos. Sucumbimos fácilmente a los que sugieren heroicidad, valentía y sacrificio; nos fascinan los que representan la traición y la villanía, porque 'el malo' gusta más; el miedo y el misterio siempre tienen incondicionales, al igual que lo estrafalario y diferente; y los que encarnan la utopía, la felicidad y el país de nunca jamás son insuperables. Los hay falsos, ciertos, antiguos, modernos, inventados, soñados, idealizados, planificados. Pero siempre invadidos por visitas masivas que los desgastan y desvirtúan. Es el peso de la fama
Algunos lugares icónicos se encajan con calzador. En la casa de Julieta en Verona, en Vía Capello 23, vivió en el siglo XIII la familia del mismo nombre, a la que se ha querido relacionar con los Capuleto de la obra de Shakespeare. Poco queda del edificio original, que en el siglo XIV se reconvierte en hospicio y en el XVII en posada. En 1905 se transforma en museo y en 1940 incorpora rincones y detalles oportunos al negocio, como el balcón de Julieta, una tentación para el selfi. Aunque el visitante prefiere hacerlo junto a la estatua de Julieta, de Nereo Costantini; quien le toque un pecho volverá a Verona, dicen. Se cuelgan todo tipo de mensajes y promesas amorosas en el pasillo de entrada. Por colapsar las paredes, se retiran dos veces al año: el 14 de febrero, día de San Valentín, y el 17 de septiembre, cumpleaños de Julieta.
Cinéfilos y románticos siguen a rajatabla los recorridos de Audrey Hepburn y Gregory Peck en 'Vacaciones en Roma' (1953), de William Wyler. Bajan la escalinata de la plaza de España donde ella toma un helado. Saborean una copa de champán frente al Panteón. Visitan la Boca de la Veritá, que, según la leyenda, castiga al mentiroso y donde Peck finge perder la mano por serlo. Bailan ante el castillo de Sant'Angelo, pasan junto al Coliseo en Vespa. Los escenarios son importantes, porque el filme tiene tres protagonistas: la princesa Anna, el periodista Joe Bradley y Roma. La ciudad que quiere olvidar la Segunda Guerra Mundial y el fascismo, y ansía vida y modernidad, enfundada en el neorrealismo de Visconti, Fellini, De Sica y Rossellini. Pero esa capital que pinta Wyler ya no existe. Aunque muchos la sigan buscando.
Algunos rastrean en Creta a Zorba, el griego que Anthony Quinn interpreta en el filme de Michael Cacoyannis basado en la novela homónima de Nikos Kazantzakis. Otros siguen la ruta de Ernest Hemingway por Pamplona, en su rincón del café Iruña, el hotel La Perla, el tendido en la plaza de toros y la mesa en Casa Marceliano. El 221B de Baker Street, en Londres, residencia de Sherlock Holmes, es un destino inevitable para los admiradores de Arthur Conan Doyle. Los seguidores de Pessoa no dejan de visitar su café favorito, A Brasileira, en el Chiado de Lisboa, con su estatua sentada en una terraza donde es difícil encontrar mesa.
El puente Milvio de Roma fue el primero en ver candadas sus barandillas en señal de amor. Inspirada en la novela 'Tengo ganas de ti' (2006), de Federico Moccia, la moda se extendió con rapidez y el peso de los cierres amenazó los viaductos de medio mundo. En 2017, el Ayuntamiento de París subastó por 250.000 euros los que retiró del Pont des Arts. En ese mismo puente Horacio Oliveira busca a la Maga en la novela 'Rayuela' (1963), de Julio Cortázar. «Era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas». El escritor confiesa: «París es la mujer de mi vida». En ella vive desde 1951 hasta su muerte en 1984. «Es como un corazón que late todo el tiempo; no es el lugar donde vivo; es otra cosa». Muchos creen que seguir sus pasos por la librería Le Hune, la biblioteca del Arsenal, la Galería Vivienne, el café Old Navy de Saint Germain y la 'rive gauche' del Sena es el mejor modo de conocerla.
En el edificio Bradbury de Los Ángeles se rodaron 'Perdición', de Billy Wilder; 'Chinatown', de Roman Polanski; 'Arma letal 4', de Richard Donner; la teleserie 'Perry Manson' y 'Las rocas blancas de Dóver', de Clarence Brown. Pero fue 'Blade Runner', de Ridley Scott, la que en 1982 lo lanzó a la fama. El realizador era reticente a utilizarlo por aparecer «en miles de series de televisión» y videoclips musicales. «Lo filmaré de una forma que nadie lo ha hecho nunca antes», dijo. Y convirtió el edificio del millonario Lewis Bradbury, de 1893, con lucernario victoriano, escaleras de mármol y barandillas de forja, en la inquietante y oscura residencia del ingeniero genético J.F. Sebastian. Un entorno ecléctico, gótico, existencial, hostil y vigilado por autómatas, donde el replicante Roy Batty recita su entrecortado soliloquio final: 'Lágrimas en la lluvia'. El mismo por el que muchos visitan con fervor el edificio.
Los iconos no tienen edad. Hay quien viaja a Ítaca en busca de Penélope por la 'Odisea' de Homero; quien conduce un descapotable hasta el Cañón del Colorado, como Thelma y Louise; los que compran libros en Shakespeare and Company, frente a Notre Dame, en París, como Scott Fitzgerald, Henry Miller, Anaïs Nin y Ray Bradbury; y quienes rodean la entrada del apartamento en Manhattan de Carrie Bradshaw, de 'Sexo en Nueva York', y paladean su 'cupcake' favorito de crema pastelera rosa en Magnolia Bakery, en el 401 de Bleecker Street. Algunos suben la empinada escalera de la Universidad de Georgetown (Washington) por la que cae rodando el padre Karras en 'El exorcista'. Y otros reservan una visita al castillo de Highclere (Reino Unido), donde se filmaron las seis temporadas de la teleserie 'Downton Abbey' y su versión cinematográfica; mansión que desde 1769 pertenece a la familia de Lord Carnarvon, descubridor de la tumba de Tutankamon.
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En el castillo de Alnwick (Reino Unido) se rodaron 'Becket' (1964), con Richard Burton y Peter O'Toole; 'Robin Hood, el príncipe de los ladrones' (1991), con Kevin Costner; y 'Elizabeth' (1998), con Cate Blanchett. Pero fueron las dos primeras entregas de Harry Potter (2001-2002) las que lo consagraron como visita obligada. Al igual que el Andén 9 y 3/4 por donde el mago accede al tren que le lleva a la escuela Hogwarts, recreado en la estación londinense de Kings Cross: ahí está el carro con sus maletas atravesando la pared. Siempre hay cola para hacerse fotos. Como la hay en la librería Lello e Irmão de Oporto, que se publicita como el lugar en que se inspiró J. K. Rowlin para crear Hogwarts, algo falso por mucho que la escritora viviera dos años en la ciudad en los 90.
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