
Ledesma, el compositor aragonés que se ganó una calle en Bilbao
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Íñigo de Peque publica un estudio sobre el músico aragonés afincado en la VillaArriaga, que nació en Bilbao y murió en París, tiene en la Villa un teatro y una plaza. Nicolás Ledesma, que vino al mundo en ... Grisel (Zaragoza) y vivió en Bilbao desde 1830 hasta su muerte, en 1883, tiene a su nombre una calle estrecha y no demasiado larga pero que puede ser la más concurrida de la ciudad. Es el homenaje a un compositor que revitalizó la vida cultural de una urbe que empezaba a vibrar con la música, tuvo alumnos ilustres, facilitó la actividad de unos burgueses ilustrados que habrían de impulsar las mejores instituciones de la ciudad en el ámbito camerístico y sinfónico -aún están en pie las más relevantes- y dejó un catálogo de obras que hoy está semiolvidado pero que en su momento tuvo relevancia. Ahora, Íñigo de Peque Leoz revive su figura con la publicación de un libro que es fruto de su investigación doctoral: 'Nicolás Ledesma (1791-1883). Maestro de capilla y organista en el siglo XIX español', publicado por Musikene, Eresbil y la UPV/EHU.
La primera parte del volumen está consagrada a la biografía del compositor, con numerosos apuntes sobre el fondo histórico en el que se mueve: una España convulsa que va de la Guerra de la Independencia a las guerras carlistas, la primera experiencia republicana y la Restauración. La larga vida de Ledesma le dio para conocer varios regímenes políticos así como etapas de prosperidad, las menos, y de crisis económicas, las más.
Íñigo de Peque explica que no se sabe con exactitud cuándo nació Ledesma pero sí que fue bautizado en la localidad aragonesa de Grisel, muy cerca de Tarazona, el 9 de julio de 1791. Sería en esta última localidad donde tendría su primera formación musical, que continuó en 1805 en Zaragoza con Ramón Ferreñac. En 1808 ya es maestro de la colegial de Borja y un año más tarde recala en la capilla de Tafalla, no sin antes haber participado como soldado en la batalla de Tudela. En 1816 abandona la vida eclesiástica para casarse con Antonia Ancioa, con quien tendrá cuatro hijos.
Buscando prosperar profesionalmente, opta con frecuencia a plazas mejores pero haber dejado la Iglesia y su ideología liberal no son buenas recomendaciones. Por eso, las mejores plazas quedan fueran de su alcance, y solo puede recalar primero en Calatayud y luego en Autol. En 1830, finalmente, obtiene por oposición la plaza de organista en Bilbao, con un sueldo anual de 3.650 reales. Es menos que lo que percibía en Tafalla y Autol, pero a cambio dispone de tiempo libre para dar funciones extraordinarias y clases particulares, lo que le permite obtener unos ingresos adicionales con los que no contaba en sus anteriores destinos.
En Bilbao, aunque el Ayuntamiento paga parte de su sueldo, depende del cabildo de la iglesia de Santiago, que gestionaba las cuatro parroquias de la ciudad. Una de sus primeras tareas será reorganizar el trabajo de capilla, lo que realizará a plena satisfacción, según los testimonios de la época. Además, Ledesma desarrollará una labor pedagógica intensa (entre sus alumnos estarán Valentín de Zubiaurre, Cleto Zavala y otros), promoverá iniciativas musicales, formará orquestas y cobijará a los jóvenes hijos de la burguesía que en las últimas décadas del XIX y primeras del XX pondrán en marcha instituciones que aún hoy perviven.
Su faceta como compositor tendrá su eje en la parte central del siglo. Será un pianista estadounidense de gira por España, Louis Moreau Gottschalk, quien le empuje a publicar algunas piezas para teclado. En 1857, sus '12 estudios para piano' fueron introducidos por el Conservatorio de Madrid en su plan de estudios. Era la confirmación de su talento pedagógico y el mejor aval para seguir publicando sus obras.
Un año después, a los 65, se jubiló, dejando en el puesto a su yerno, Luis de Bidaola. Pero Ledesma no paró. Íñigo de Peque cuenta de su trabajo con el coro de Los Pasteleros (así llamados por reunirse en torno a La Suiza), de su presencia continua en veladas musicales y cafés pese a una persistente mala salud de hierro que había reducido su capacidad de trabajo en los últimos años como organista.
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Mientras Ledesma componía en un retiro pacífico en lo personal y agitado en cuanto al panorama social y político, las instituciones musicales de la Villa decaían. Tanto es así que en 1870, con 79 años, aceptó el encargo de volver a asumir el puesto que había dejado. Las dificultades económicas que atravesaba fueron decisivas a la hora de que aceptara el cargo, en el que fue recibido con alborozo. Aún tuvo tiempo de dirigir, dar clases y seguir marcando la vida musical de la ciudad, hasta su muerte, el 4 de enero de 1883.
Íñigo de Peque aporta también en su trabajo la lista completa de obras de Ledesma (de algunas existe constancia de que fueron escritas pero no hay copia), en la que destacan una docena larga de piezas para teclado, otra docena de misas y otras tantas obras litúrgicas, más de veinte himnos, antífonas y lamentaciones, una veintena de motetes, otros tantos villancicos y medio centenar de letanías, flores de mayo y otras piezas similares. Es el legado de Nicolás Ledesma, un compositor y agitador musical con una calle en la ciudad en la que pasó la mayor parte de su vida.
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