¿Cómo escriben hombres y mujeres sobre sexo?
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Editores, críticos y autores reflexionan sobre si hay una forma femenina y otra masculina de abordar las escenas eróticas en la literatura actualreportaje ·
Editores, críticos y autores reflexionan sobre si hay una forma femenina y otra masculina de abordar las escenas eróticas en la literatura actualnela crespo
Viernes, 22 de abril 2022, 21:17
El público lector de ficción está integrado mayoritariamente por mujeres. La literatura erótica la leen, en un porcentaje altísimo, mujeres. También está escrita, mayoritariamente, por mujeres». Así de rotundas son las estadísticas, según explica Esther Herranz Gelde, editora en Ediciones Versátil, un sello independiente de ... escritoras donde publican novela romántica histórica y contemporánea con escenas eróticas explícitas, junto a algunos títulos de novela abiertamente erótica. La presencia de las mujeres a los dos lados del género no se limita al libro tradicional en papel. Dentro del formato del audiolibro, la editora Maribel Riaza, de Storytel, explica que «los títulos de novela romántica y erótica están entre los más escuchados. Y entre quienes los consumen las mujeres son una clara mayoría». En su catálogo de romántica y erótica, tienen cabida «desde las historias más explícitas y propiamente eróticas o protagonizadas por personajes con muy diferentes orientaciones sexuales, a románticas con un trasfondo histórico muy importante, pasando por el llamado 'clean romance', donde priman por encima de todo los sentimientos».
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A partir de estos datos, la pregunta es: ¿cómo escriben las mujeres cuando abordan esas escenas de elevada temperatura? Herranz Gelde es categórica: «En las escritas por mujeres hay más intimidad y, sobre todo, está más presente el placer femenino, hay cunnilingus, se reconoce el papel del clítoris y el abanico léxico con el que podemos referirnos a él, hay más preliminares, más caricias…» No solo eso. «También hay más diálogo, más palabra, más intercambio erótico subido de tono, que la mera recreación visual de la escena en forma de narración descriptiva. En el monólogo interior de la protagonista, está presente la inseguridad con el propio cuerpo, pero también el deleite, el pudor, el dolor, si se produce… la fina línea que separa placer y dolor».
Mónica Adán, editora de Aguilar, del grupo Penguin Random House Mondadori, alerta sobre el riesgo de generalizar: «Hoy día las mujeres aportan un espectro muy completo del erotismo y la descripción erótica, ya que han acabado con los tabúes lingüísticos a la hora de escribir y son muy explícitas». Pero también las ve, a la vez, «capaces de que lo explícito no se base solo en lo visual o lo evidente, sino que se combine con muchas sutilezas y descripciones más sensoriales y profundas».
Coincide con esta opinión Begoña Caballero Sagardia, traductora e intérprete de francés y euskera, así como lectora empedernida, que ha publicado muchas reseñas literarias: «Últimamente, de lo que he leído, quizá la escritura de las mujeres puede que profundice un poco más, que sea más explicativa; quizá se fijan más en los detalles».
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Los detalles. Ahí está la cuestión. Verónica Martínez, CEO del Grupo Litworld, refuerza la idea de que «la mujer es más detallista, pero de manera sensual. Sí es cierto que intentan ponerse en la piel del hombre, aunque suele notarse muchísimo más cuando ellas se meten en la piel del contrario que cuando lo hacen ellos». Caballero Sagardia está de acuerdo en esto último. «En las escenas descritas por los hombres, quizá pasen un poco más por encima de los detalles, o esa es la sensación que yo tengo».
Adán sospecha que se debe a que «las mujeres usan los cinco sentidos para escribir y describir el erotismo, mientras los hombres son 'audiovisuales', es decir, tienden más a usar la vista y el oído a la hora de describir».
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Herranz Gelde matiza que «las mujeres pueden ser tanto o más explícitas, pero también son más delicadas. La ambientación es más elaborada, tenemos más cuidado con los detalles, el vestuario, el mobiliario, los aromas… incluso en las escenas de arrebato en un bosque o en una playa, nos sentimos rodeadas de belleza».
No puede olvidarse, en cualquier caso, que los cambios sociales respecto del sexo y el papel de la mujer tienen una importancia crucial en la manera de escribir. Autoras como Sarah MacLean o Lisa Kleypas llevan décadas escribiendo escenas en las que está muy presente el placer de lo prohibido, pero sus historias suceden en épocas en las que las mujeres tenían que desafiar lo establecido para adueñarse de su propio placer, con protagonistas fuertes ávidas de experiencias.
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Y ahí sí que se encuentran diferencias. La responsable de Ediciones Versátil está convencida de que un hombre no puede describir «escenas de alto voltaje erótico en un carruaje, en el interior del laberinto de un jardín, en una balaustrada o detrás de una cortina, mientras al otro lado se celebra un baile de debutantes. La fastuosa recreación de la ropa íntima, los vestidos, la decoración, los banquetes, etc. es crucial en esos casos». A lo que Mónica Adán añade que «la erótica en la literatura en general ha evolucionado mucho a lo largo de las últimas décadas. Hemos viajado desde modelos mucho más pulcros y lenguajes más cursis y remilgados a tratar las escenas sexuales con un tono mucho más naturalista, más real, sin tabúes».
Pero sí que persiste uno al menos, según Herranz Gelde: «Nunca he leído una escena erótica escrita por un hombre en que la mujer estuviera menstruando. La menstruación continúa siendo un tema tabú en ficción, pero ya comienza a aparecer en novelas escritas por autoras».
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En opinión de la editora de Aguilar, «en el momento en el que el tabú sexual se rompe, creo que las distinciones son más estilísticas que un tema de sexo. Y que el uso de la erótica depende mucho de a qué estilo se adscriba el autor, más que de si es hombre o mujer».
La CEO de Litworld apostilla que «las escenas literarias de erotismo dependen muchísimo del escritor en sí, es decir, hay autores masculinos que, escribiendo una escena erótica, son más 'vulgares' y hay otros que, describiendo esa misma escena erótica, te confunden hasta pensar que lo ha realizado una mujer».
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De hecho, desvela Verónica Martínez, «hay muchos libros publicados en romántica/erótica por escritores con seudónimos de fémina. Solo en casos muy muy muy profesionales no se nota esa diferencia». Básicamente, argumenta, porque, «la mujer, cuando se mete en la piel del hombre, es más vulgar; en cambio, cuando lo hacen ellos, se adaptan mucho mejor. Pero, definitivamente, cada autor tiene su mundo».
Para Adán, tal vez se pueda apreciar «cierta diferencia en la 'sensualidad de la sexualidad', que es, por lo general, mayor en las mujeres. La descripción de olores, emociones, sonidos y demás sutilezas son más arquetípicas del erotismo de pluma femenina».
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En ese sentido, el poeta gaditano Paco Ramos, autor de 'El aprendizaje del miedo', amante del erotismo literario, confiesa en calidad de autor: «Personalmente, soy muy explícito y por eso no hago buena literatura erótica. Porque soy hombre y exhibicionista. Me cuesta sostener la sutileza. Y he de reconocer que, a pesar de que lo sutil es más literario, me gusta cuando leo lo explícito». Su punto de vista es interesante porque ha leído mucho del género desde la colección de La Sonrisa Vertical, creada por Berlanga que, recuerda Ramos, «decía que era más erótica una mujer vistiéndose que desvistiéndose». Y él no se autocensura: «Siempre he pensado que los hombres no sabemos escribir literatura erótica. Enseguida nos vamos al porno, a lo evidente».
Ese tipo de estilo proyecta lo que Esther Herranz Gelde categoriza como escenas, «mayoritariamente escritas por hombres», que le han provocado un profundo rechazo hasta el punto de tener que abandonar la novela o saltar párrafos. Porque detectaba «un lenguaje soez, absolutamente falocentrista, escenas protagonizadas por dos mujeres en las que solo se tenía en cuenta la mirada masculina y que resultaban burdas y demostraban un profundo desconocimiento de la sexualidad femenina, incluso se celebraba una relación que tú sabes que no puede despertar ningún placer en la mujer». Aunque, para el poeta, hay excepciones masculinas, como las novelas de Vargas Llosa con el personaje de la madrastra, a su parecer, «la mujer trata el erotismo de una forma mucho más sutil». Y pone como ejemplo la primera poesía de Ana Rossetti, en 'Los devaneos de Erato'. O la faceta erótica de las novelas de Almudena Grandes, que «en 'Las edades de Lulú' es más evidente; pero luego, en el resto de su producción, cuando hay pasajes eróticos, también lo hace de una manera más sugerente que directa».
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Son escenas como las de otra categoría que cita la editora de Versátil Ediciones: «Son las que te despiertan el deseo, ese cosquilleo realmente estimulante que te obliga a parar de leer para evocar fantasías o recuerdos». Y, desde luego, agrega, «contribuyen a tu vida sexual sola o en compañía, porque favorecen el clima erótico, despiertan a la diosa que hay en ti».
Para Paco Ramos, «los hombres tendemos a contarlo todo; la narración de la mujer es más rica porque no necesita desvelarlo todo, crea una atmósfera mucho más literaria sin artificios ni exhibicionismos innecesarios». Tal vez sea lo que le ocurre a Soledad Fresno, la autora del poemario 'El silencio de tus ojos', que explica «como soy erótica desde los cinco años, eso se palpa en la poesía, al ser sutil y sensual pero sin intencionalidad. Creo que por eso atrae o genera curiosidad, por no ser explícita».
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