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elisabeth g. iborra
Viernes, 22 de abril 2022, 21:17
Como escritora, prefiero definir mis obras como romántico-erótico-festivas porque no siento que mi estilo encaje en los géneros establecidos. Y argumentaré mis motivos:
Uno: si una mujer escribe sobre las relaciones, ya parece que escribe solo para mujeres, y no considero que sea ... así, puesto que mi primer libro sobre el asunto fue un ensayo: 'La generación del Imposible'. Los siguientes han sido textos divulgativos a través de entrevistas como las de 'A ti te encontré en Internet' o el consultorio 'Tenemos que hablar'; y, finalmente, decidí transmitir mis valores y principios sobre la igualdad en nuestras interacciones a través de la ficción y los poemas.
Dos: mi concepción del amor y el sexo gusta a quienes nunca se paran en la estantería del género. Me di cuenta de que no encajaba con lo que muchas lectoras solían esperar de las novelas románticas que, a su vez, descartaban a los lectores masculinos.
Tres: precisamente por las reacciones masculinas, deduzco que mi forma de describir escenas eróticas no debe de ser especialmente femenina, creo que juego entre lo sutil y lo explícito.
Y cuatro: no tengo un patrón. Para los poemas de 'Idealizado estás más guapo', la loca historia punky sexy entre una artista de la pista y su muso literario, se lee el morbo entre líneas de los diálogos, porque no hay erotismo sin seducción intelectual. Para los relatos de 'Oda a la Comida', el sexo es muy explícito, rozando seguramente lo pornográfico. Y para novelas como 'El amor me persigue, pero yo soy más rápida', las escenas eróticas son la deriva fantasiosa a la que abocan las escenas de tensión previas.
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