A Patricia López Arnaiz (Vitoria, 42 años) se le duplicó, triplicó y cuadruplicó el trabajo cuando logró el Goya en 2020 a mejor actriz protagonista por 'Ane', donde da vida a una madre joven preocupada por su hija que no aparece una noche por casa. ... El papel de sufridora (aunque por otras causas) allana su camino cuatro años después para salir de nuevo como favorita en los premios de la academia por '20.000 especies de abejas'.
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Entre ambos proyectos, ha grabado un western y una adaptación literaria de un cuento de Eider Rodríguez. Acaba de estrenar 'Galgos', una serie de Félix Viscarret para Movistar+, y atiende a EL CORREO en un taxi de camino a ensayar la obra teatral de 'La Casa de Bernarda Alba'.
– No para de trabajar. Empecemos por lo último, 'Galgos'. La vemos ahí en un registro totalmente diferente, con un guion menos social al que nos tiene acostumbrados.
– En origen el proyecto no me motivó mucho. Cuando me lo presentaron, me hablaron de una familia rica, empresaria, con luchas de poderes. Estos no eran temas que yo en mi imaginario considerara especialmente interesantes. Pero cuando me pasaron los guiones descubrí una escritura muy buena con un hilo finito de ironía que me parecía muy interesante porque todavía no había hecho nada con un toque de comedia.
– Lo tiene discreto.
– Pero estaba. Y, en el fondo, no deja de tener cierta mirada social porque lo que intenta es retratar esa capa de la sociedad. El personaje estaba muy lejos de todo lo que había hecho, una tía que es una 'workaholic' (adicta al trabajo) para la que sus logros son una cuestión de identidad, como que su propia valía se mide a través de ellos.
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– ¿Eso le atrajo?
– De repente era ponerme en un lugar nuevo, con una energía superdiferente. Y eso siempre es muy enriquecedor, divertido. Luego conocer el elenco, los directores... En el fondo todo venía como una invitación muy apetitosa.
– Le pone rostro a Blanca, una mujer que prioriza ascender en la empresa a su familia. ¿En algún momento ha sentido que su trabajo ocupaba demasiado tiempo de su vida?
– No priorizo lo profesional a lo personal y, en el fondo, desde que empecé a trabajar a tope en esto siempre he estado buscando la fórmula que pueda equilibrar ambas cosas. Puede haber temporadas en las que se juntan cosas y al final estás fuera de casa y lejos de los tuyos. Y a mí se me genera una necesidad ahí de contacto muy fuerte. Lo que pasa en este trabajo es que a veces es difícil ordenar las cosas, ¿sabes? De dejarte los tiempos. Puedes haber planificado un año de una manera, que luego se montan imprevistos. Y la parte de festivales o galas, que siempre te pillan por sorpresa...
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– Lo de los festivales, reconocimientos... Ahora le son recurrentes, pero parece que se emociona como la primera vez. ¿Tiene miedo a normalizarlos?
– No, no me da miedo. Que ocurra lo que me sea más saludable. De momento, es verdad que no lo puedo evitar, me emociono. Estoy en el punto contrario de normalizar los premios, no hay indicios de que los viva con más tranquilidad.
– Es bonito apreciar esa pasión.
– Una se siente a veces como expuesta. Porque al final... Es muy íntima la emoción. Hay algo que es como... No sé, es una sensación extraña.
– Sucede justo lo contrario a cuando actúa.
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– Total. Te proteges detrás del personaje, de la historia. Que en el fondo eres tú. Pero bueno, eres tú en las circunstancias que te da la historia. Luego subo a un escenario que tengo que hablar yo y que no hay obra. Y ahí... Uf, me da muchísimo nervio.
– ¿Tiene preparado ya el discurso por si le dan el Goya a mejor interpretación?
– No, todavía no he pensado en ello. Estoy ahí intentando bajar la adrenalina y volver al orden del sueño y trabajo después del Feroz. Y, bueno, lo pensaré. Por si acaso. Precisamente por eso, por los nervios que dan ahí, es mejor tener algún sitio al que agarrarte. Es un momento que de verdad es muy difícil tener control porque hay una cosa que se dispara y no sabes lo que va a ser.
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– Presiento que lo compartiría con Sofía Otero.
– Con Sofía la primera. Y con el resto. Porque este trabajo ha sido una pasada a nivel de compañeros. Han sido generosos conmigo y con el propio trabajo. Se han abierto para llegar a sitios muy honestos y, de alguna forma, me han empujado a colocarme en ese lugar. Entre eso y la dirección de Esti (Urresola), estoy superagradecida. En el fondo si te paras a pensar en a qué se debe el que hayas hecho un trabajo más valorado, no dejas de ver a toda la gente que es partícipe de ese resultado que has tenido tú.
– Habló al ganar el Feroz de '20.000 especies de abejas' como ese proyecto que le ha conferido una experiencia nueva como actriz. ¿Recibe ahora más ofertas de trabajo? ¿O se refiere a un cambio en lo personal?
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– Me refiero más a la propia práctica del trabajo. Para mí ha sido algo nuevo en el ejercicio de actriz. Y eso se agradece muchísimo porque es como que te refresca en la profesión. No sé en qué ha podido revertir, pero desde 'Ane' no para de llegar trabajo.
– El mismo día de la gala se destaparon las acusaciones de abuso sexual al director Carlos Vermut y parte de la industria desprende que los casos no se quedan aquí. ¿Cómo lo ve usted desde dentro?
– No puede ser que esto pase. Es algo que realmente hay que denunciar y hay que buscar la manera de que nadie se dé el permiso de hacer ese abuso de poder. Porque lo hay. La representación de esa persona para los demás es que tiene el poder y otras estamos en lugares más vulnerables. Lo contaba Isabel Coixet en el 'Techo Amarillo'.
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– Volviendo a los orígenes... Empezó en Ortzai. ¿Cuándo le volveremos a ver sobre las tablas?
– El día 9 estrenamos en el teatro María Guerrero de Madrid 'La Casa de Bernarda Alba', dirigida por Alfredo Sanzol. Yo seré Angustias; Ane Gabarain, Poncia y Ana Wagener, Bernarda. Es un elenco muy guay. A nivel íntimo yo quería volver al origen, a preguntarme por qué hago lo que hago. El primer día de ensayos me sorprendía de las sensaciones que tenía en el cuerpo, de estar allí con una sonrisa de lado a lado, como cuando empecé en Ortzai. Me encuentro ahí.
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