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Hay músicos que cobran más de 12.000 euros todos los meses y, además, gozan de un contrato fijo. Son las condiciones que ofrece la Orquesta Filarmónica de Nueva York, una formación privada que aprieta las tuercas pero paga muy bien. El clarinetista Pascual Martínez ... Forteza (Palma de Mallorca, 1972) lleva allí casi 20 años y redondea sus ingresos como profesor en la universidad. Está casado, tiene tres hijos y le va de maravilla. Muy probablemente no tenga ganas de volver a España. A lo más, de vacaciones y para dar conciertos puntuales como solista. Pero jamás evidentemente con la Sinfónica Ciudad de Zaragoza, una agrupación de carácter privado que ajusta su presupuesto hasta límites inconcebibles.
¿Última proeza de la orquesta aragonesa? Una difícil de superar: permitirse el 'lujo' de ofrecer 400 euros a los músicos profesionales que participarán en parte de la gira de Raphael. Y conste que no se trata del pago por actuación, sino de la retribución total por ocho conciertos en seis localidades, entre ellas Bilbao (5 de octubre) y San Sebastián (días 25 y 26). Así lo ha denunciado Alberto Loranca, un violinista 'freelance' que en 20 años de profesión nunca se había encontrado «nada parecido». Hasta ahora, se cobraba 300 euros por jornada en este tipo de eventos. Como es lógico, Loranca ha rechazado la oferta.
«Se puede estar de acuerdo o no, pero todo es legal y legítimo. Estamos hablando de salarios con alta y cotización en la Seguridad Social», se ha defendido Juan Carlos Galtier, coordinador de la Sinfónica Ciudad de Zaragoza. Y todo esto, cuando soplan vientos de cambio en la legislación y los músicos españoles se han puesto en pie de guerra para hacer valer su dignidad profesional. «En los últimos tiempos se ha tomado conciencia de los derechos laborales y fiscales. ¡No podemos seguir así! La inseguridad jurídica es tan grande que en ocasiones ni la propia Inspección de Trabajo sabe muy bien lo que debe hacerse», confiesa a EL CORREO Guillem Arnedo (Barcelona, 1980), baterista de jazz y portavoz de la Plataforma Estatal por la Música, impulsada recientemente para marcar las pautas de las reformas en el estatuto de los artistas.
Fuerza y representatividad no le falta. Es un organismo integrado por 8.000 músicos, 258 salas de conciertos, 71 festivales, 71 promotores musicales, 342 empresas de gestión y representación y 600 empresas del gremio de discotecas y salas de fiestas. «Hay que sacar músculo. No se trata de que los organizadores y los músicos nos convirtamos en amigos para siempre, ya me entiendes, sino de hacer propuestas lógicas que pueda asumir el Estado. No queremos ni exenciones ni privilegios. Solo claridad. Hay que fijar las reglas del juego para evitar abusos». En el sector de la música popular (rock, pop, jazz y derivados), la inmensa mayoría no trabaja más de tres días con la misma empresa y las retribuciones no siempre llegan a los 120,99 euros por actuación que marca el convenio estatal de salas de fiesta, baile y discotecas. «Debemos hacernos valer y recordar que hay unos mínimos», insiste Arnedo.
La ley de la oferta y la demanda solo favorece a los que movilizan a más público: la estrella de un show con un equipo de DJ digital -y nulas nociones de solfeo- puede cobrar más de 2.000 euros; y las orquestas de verbena tienen honorarios que llegan a superar los 15.000 en muchos casos.
«Nosotros cobramos entre 50 ó 200 euros por concierto. Ahora estamos preparando nuestro segundo disco y estamos muy ilusionados. Damos de 15 a 20 conciertos y hemos venido para quedarnos. No pensamos tirar la toalla», recalca Jon Salvador (Vitoria, 1992), percusionista de la banda alavesa Duluth, ganadora en 2017 del concurso Gazte Talent, organizado por el Ayuntamiento de Vitoria. Una victoria que les reportó más de 1.000 euros, «un trampolín para dar el salto y ser ambiciosos». Invirtieron gran parte del dinero en la grabación de 'El Lustro y la Polilla', en el estudio Jimmy Jazz, con los hermanos Sagastume (Koldo y Jacobo) de la empresa Sagasound.
Duluth se mueve en el terreno del rock alternativo y tiene cuatro componentes, de entre 19 y 26 años. Salvo el guitarrista, que todavía es estudiante, «los demás tenemos un trabajo aparte; el bajista es técnico de sonido, el cantante se gana la vida como enfermero y yo, que hice Magisterio, estoy en una escuela de música (Talde Gune Musika Eskola)», detalla Jon Salvador, el mayor del grupo, que lleva desde los 17 años de escenario en escenario. Ha pasado por grupos como Prismates y Eutsiz, siempre con las baquetas en la mano y una energía desatada.
«Que nadie se piense que vivimos en una juerga continua. Lo de 'sexo, alcohol y rock and roll' es un tópico y nada más... Si quieres ser bueno, tienes que currártelo». En Duluth no escatiman esfuerzos y tampoco dinero, pese a que no les sobra. Un ejemplo: si quieren tocar en una sala, tienen que pagar entre 500 y 800 euros. «Es lo que cuesta el alquiler y los técnicos de sonido», desglosa el batería del grupo.
- ¿Cuándo empezarán a ganar dinero con la música?
- Quién sabe... Lo vemos complicado. En esta industria todos ganan dinero menos los propios músicos.
Las conclusiones de Duluth dejan regusto amargo y confirman las reflexiones de Ainara LeGardon (Bilbao, 1974): «El cliché que nos persigue de 'amateurs' o de colectivo precario (y precarizado) está muy asentado en la sociedad y, todavía peor, también en el ámbito artístico», lamenta la compositora bilbaína, licenciada en Químicas y exdiseñadora de bisutería. Una profesional polivalente, además de experta en Propiedad Intelectual, que espabiló en 1997. En aquella época era vocalista y guitarrista de Onion, se sentía en la cresta de la ola y celebró que se incluyera una canción suya en la banda sonora de la película 'Abre los ojos', de Amenábar. Eso sí, al final no recibió las 700.000 pesetas que le correspondían por derechos de autor.
Ainara LeGardon forma parte de Musikari (Asociación de Músicos de Euskal Herria), igual que el pianista, arreglista y compositor Iñaki Salvador (San Sebastián, 1962), profesor en Musikene y eficaz en todos los frentes. Ha sido mano derecha de Mikel Laboa, acompañante de Ainhoa Arteta, colaborador de los bailarines Kukai y mil cosas más. De talante combativo, le subleva la evolución de los últimos tiempos: «La música ha quedado marginada en las programaciones de los teatros y parece relegada a las fiestas de los pueblos... Una pena. Hay que reivindicar la oferta profesional». Pese a todo, es optimista y anima a sus alumnos de Musikene (Centro Superior de Música del País Vasco). «¿Qué les aconsejo? Que trabajen duro y sean versátiles. La música no es un lujo ni un mero entretenimiento. Es una herramienta para comprender el mundo. Hay que luchar por ella».
45.000 euros es la cantidad, con más o menos variaciones, que cobran al año los músicos de las orquestas sinfónicas de Bilbao y Euskadi, formaciones con las cuentas saneadas y de titularidad pública.
120,99 euros deberían cobrar por jornada los artistas que hacen 'bolos' (actuaciones entre 1 y 3 días). Lo marca el Convenio Colectivo del Personal de Salas de Fiesta, Baile y Discotecas de España.
130.000 euros es el caché de Rosalía, no muy lejos de Estopa (120.000) y Raphael (92.000). Por contraste, en el Metropolitan de Nueva York los cantantes de ópera nunca cobran más de 15.000 euros.
150.000 es la cantidad total que cobró el tenor alemán Jonas Kaufmann por las tres funciones de 'Andrea Chénier' que protagonizó el año pasado en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona.
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