La industria musical atraviesa hoy en día en España y en general a nivel global su momento más dulce en los últimos 15 años, después de una auténtica tormenta que dejó al sector en respiración asistida con la popularización de internet a nivel masivo a principios de siglo y la llegada del 'todo gratis' y las descargas ilegales, todo ello agravado con la crisis global de 2008 y sus consecuencias.
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Si bien estos factores, que casi acabaron con el formato físico –principal sustento hasta entonces de bandas y artistas–, pillaron desprevenidos a sellos, discográficas y empresas, muchas de las cuales llegaron a la quiebra, el sector se ha ido recuperando en los últimos años gracias al tirón de la música en vivo y a la creciente monetización y rentabilidad del consumo musical por internet y a través del 'streaming'. La industria musical está más fuerte que en años y centra sus esfuerzos ahora en prepararse para encarar una nueva revolución que amenaza con volver a poner el sector patas arriba: la de la Inteligencia Artificial.
Mientras tanto, los avances tecnológicos y la supremacía de internet como forma de consumo son ya una realidad en los nuevos puestos de trabajo que han ido surgiendo en la música en los últimos tiempos en todo lo relacionado con la música. Ejemplo de ello son los empleos relacionados con la gestión de las redes sociales de bandas y artistas, con el análisis de datos y estadísticas de lanzamientos musicales, con el copyright y la propiedad intelectual, o el llamado 'curador' de playlists, este último muy en alza con la fiebre del 'streaming' y de las listas de canciones ya elaboradas que ofrecen las plataformas a sus usuarios.
Carlos Galán, fundador y alma mater del sello independiente Subterfuge, activo desde finales de los 80 y referente del indie español, explica que la renovación en las discográficas ha pasado por asumir en las propias compañías roles que antes se externalizaban, como el del booking o el del management. «Además, hemos potenciado las relaciones con marcas, creando un departamento que se dedica exclusivamente a generar proyectos con estas, así como una plataforma de podcasts, Subterfuge Radio», añade.
En cuanto a la forma de consumo, el 'streaming' empieza a funcionar comercialmente y a ofrecer réditos a las compañías discográficas, tal y como constata el último informe semestral de Promusicae, que refleja que es ya de largo el formato más extendido para escuchar música y que tira del carro de las ventas con una fuerte subida de casi un 20%. «Ha empezado a dar números razonables, aunque tiene que crecer más», dice Galán. Y es que el formato físico de antaño daba más márgenes de beneficio que la escucha por internet: «Hemos tenido que ajustar los márgenes. Antes, por ejemplo, se invertía mucho en publicidad en medios y ahora esta inversión va más dirigida a redes. Lo mismo en presupuestos de grabación, ahora es mucho más barato grabar y producir música».
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Respecto a la publicidad de los lanzamientos musicales, en las plataformas no se aceptan pagos para aparecer en las playlists o en las novedades destacadas. Es decir, no existe lo que se conocía como 'payola', pagar directamente a emisoras de radio o locutores para que pincharan la música de determinados artistas o discográficas.
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Miguel Aizpuru
Detalla a EL CORREO el funcionamiento Melanie Parejo, responsable musical de Spotify para el sur y este de Europa, que explica que no hay transacciones económicas de por medio, sino que las listas «se elaboran gracias a una precisa selección humana del equipo de expertos en música» que analizan datos en tiempo real de millones de usuarios y se sumergen en cientos de canciones «para elegir cuáles son adecuadas para entrar en una playlist».
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En Spotify sacan pecho de haber contribuido con su sistema de funcionamiento a «invertir la tendencia negativa» del sector y a generar nuevos puestos de trabajo. «Gracias a la evolución tecnológica, la industria no solo está creciendo, sino que también está generando una amplia gama de nuevas oportunidades laborales disponibles para personas con habilidades muy diferentes», defiende Parejo sobre la irrupción de estos nuevos perfiles laborales relacionados con las actuales formas de consumo, antes de concluir que el 'streaming' «ha permitido una mayor democratización de la música», en el sentido de que los artistas tienen más oportunidades de difusión y crecimiento de su obra.
No solo las plataformas contribuyen a esa expansión, el otro gran elemento en juego son las redes sociales, donde, en función de su acierto comunicativo, los músicos o bandas pueden llegar a una audiencia masiva en la que venderse. Así las cosas, aplicaciones como Instagram o Tik Tok se han vuelto un elemento imprescindible para la promoción de artistas y bandas, acaparando ya la mayor parte de la inversión en promoción y marketing de los sellos.
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Es decir, la comunicación se produce a través de 'smartphones', vídeos, fotos, publicaciones y enlaces a las plataformas de streaming en las que se pueden escuchar los estrenos y novedades, tanto singles como álbumes enteros. Así funciona el nuevo engranaje de la publicidad musical, quedando ya en segundo plano los antiguos carteles o páginas enteras en las publicaciones especializadas impresas, que se han sustituido por los banners digitales.
Estos elementos están ya consolidados en el mundo de la música, que ahora se conjura para hacer frente a otro reto, el de la Inteligencia Artificial. Para Carlos Galán, esta tecnología debe ser vista con preocupación pero sin miedo. «La IA es una amenaza para todos, pero también puede ser algo beneficioso. Lo que está claro es que ha llegado para quedarse y su crecimiento y evolución no van a parar. Entonces, lo que debemos hacer es no cometer los errores de antaño, como cuando apareció internet, y verlo como un aliado, no como un enemigo». En Spotify comparten esa visión. Según Melanie Parejo, la IA «tiene el potencial de ofrecer beneficios reales a la industria del audio; si se utiliza correctamente, dará a mucha más gente de todo el mundo la oportunidad de potenciar su creatividad».
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Otra de las grandes incógnitas que plantea la IA viene desde el plano legal y de la propiedad intelectual, ya que hasta el momento no hay legislación ad hoc ni regulación actualizada a estos avances tecnológicos, y el terreno está abonado para que empiecen a producirse gran cantidad de choques y pleitos por motivos de plagio. Según detalla el abogado y escritor Pedro Learreta, experto en cuestiones musicales, ni la norma española ni ninguna otra contempla el fenómeno de la IA, que es «un terreno huérfano» a nivel legal por el momento.
Por tanto, es necesario acudir a las categorías legales ya vigentes para ver dónde encaja la música generada por Inteligencia Artificial. «La ley de propiedad establece que el autor de una obra debe ser una persona física y, dicha obra, una creación original con algún grado de aportación por parte del autor». Aplicando esto a la IA, la respuesta es simple: el autor será la persona que utilice la herramienta de IA y será quien tenga los derechos, siempre y cuando la creación sea original.
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En caso de haber sospechas de plagio, el cauce legal es el mismo aunque haya una herramienta artificial de por medio. «Esto ha ocurrido toda la vida, si existe plagio se irá a juicio o se acreditará en los derechos de autor a los creadores originales. Que haya una IA no altera este esquema jurídico», aclara Learreta, que sí aprecia un riesgo en el momento en el que el uso de estas herramientas se haga masivo, ya que pueden desencadenarse multitud de demandas por plagio.
El debate jurídico está servido, y hay varias posturas al respecto entre los expertos en la materia. Algunos defienden que es más que discutible que quien use una IA para componer o crear pueda ser considerado un autor. Sin embargo, es un hecho que las máquinas tampoco pueden ser consideradas autoras de nada. Así las cosas, hay quien aboga por que los derechos de autor recaigan en los fabricantes de estas herramientas, o incluso que estas canciones pasen directamente a ser de dominio público y estén exentas de restricciones de uso.
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Lo que está claro, según el también profesor de Derecho de Deusto, es que debe articularse nueva legislación al respecto: «Hay que avanzar en esto, el esquema tradicional no va a dar cobertura a todo lo que va a ocurrir. Y la evolución debería reforzar la protección a los autores. Es decir, establecer nuevos mecanismos jurídicos para incentivar y estimular a estos creadores, tal y como se hace en el ámbito industrial».
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