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Carlos R. Vidondo
Varsovia
Martes, 28 de marzo 2023, 23:52
Había grandes expectativas. No tanto por el peso de llegar como cabeza de cartel del «festival más importante de Polonia», sino más bien por la cálida temperatura que ejercía el público del viejo teatro Filharmonia Narodowa. Sin embargo, ya desde los primeros instantes, Varsovia mostró ... de qué lado estaba. «Esto es muy emocionante, sin lugar a dudas debéis venir a nuestros próximos tres conciertos», declamaba satisfecho el director titular de la orquesta Robert Treviño, desde su podio, tras el esfuerzo y sudor exigidos por la 'Quinta' de Mahler.
Hora y media antes había sido la breve 'Pavane pour une infante défunte', de Maurice Ravel, la pieza que había inaugurado el concierto con el que Euskadiko Orkestra culminaba su estreno en Polonia. La melosidad de la cuerda sirvió para entrar en materia, soltar nervios y dar entrada al resto de secciones, que hasta el momento continuaban entre bambalinas. Entonces la batuta del de Fort Worth descansó en un segundo plano para dejar que fueran los músicos quienes dirigiesen esas primeras melodías obsesivas del popularísimo 'Boléro' de Ravel. Claro que por poco tiempo.
La intensidad que había iniciado una tímida flauta fue invitando al resto al resto de instrumentistas a sumarse al final, con un cambio de tonalidad algo embarrado pero que jugó en beneficio de la espectacularidad. Fue así que el público polaco se entregó temprano y por primera vez, en pie, con una sonora ovación.
Tras el intermedio, se iba a servir el plato fuerte con uno de los compositores con los que Euskadiko Orkestra mantiene un largo idilio. El propio Treviño reconocía que la elección de la 'Sinfonía No.5 en do sostenido menor' de Mahler para el grueso del programa sinfónico con el que viajan no es una simple casualidad. «Desde que estoy aquí hemos recorrido todo su ciclo de sinfonías juntos, y nuestra forma de interpretar su música es algo que nos ha dado a conocer tanto a la orquesta como a mí. Es una de nuestras especialidades».
Vehemencia y agitación en la marcha fúnebre que arrancó la valiente trompeta de Bernabé García, y mucho dinamismo en lo emocional a lo largo de todos sus movimientos: de la agresividad con la batuta a los calmados colchones de la cuerda y el protagonismo de trompas y cellos. «Es excepcionalmente complicada. Para poder manejar esta pieza se requiere de una orquesta en sus mejores condiciones», había advertido Treviño.
La 'Amorosa' de Guridi y las castañuelas de la zarzuela 'La boda de Luis Alonso' de Gerónimo Giménez sirvieron como agradecida propina que volvió a levantar al auditorio de sus butacas para sacar a saludar al director texano por enésima vez.
Tan solo unas horas antes del estreno, durante el ensayo general, Treviño había mostrado su entusiasmo y el de sus músicos ante esta cita grande. «Afrontamos la gira con la máxima cantidad de energía y felicidad, y es algo muy palpable entre la orquesta. Va a ser fantástico, nos han puesto toda una alfombra roja». Como no podía ser de otra manera, dada la dimensión de la convocatoria y, a pesar de que el director lo esquivara, los nervios sobrevolaban tímidamente entre los atriles. «Esta es una orquesta que no se deja vencer por el nerviosismo». Sin embargo, para algunos de los protagonistas era inevitable experimentar cierto cosquilleo al pensar en salir a escena.
La violista Monika Mazur y el segundo violín Antoni Kosc son solo dos de los ocho músicos polacos que forman parte de Euskadiko Orkestra. No en vano, Polonia es el tercer país que mayor representación tiene en el grupo. También están Justyna Janiak-Krymer y su marido Pawel Krymer (ambos violistas), Ludwik Hamela (segundo violín), Jacek Grabe-Zaremba (violoncello), Arkadiusz Maciejski (contrabajo) y Waldemar Machmar (primer violín y ayuda de concertino), que este año afronta su jubilación.
«No esperaba estar tan emocionada, pero fue aterrizar en Varsovia y empecé a sentirme de nuevo como una niña», contaba Monika Mazur, originaria de un pequeño pueblo al sur de Cracovia. Hace cuatro años que la violista salió por primera vez de Polonia para recalar en Euskadiko Orkestra y reconoce que ya se siente «medio vasca». «Me encanta estar en mi país pero la mitad de mi familia está en San Sebastián esperándome. Siempre quiero volver».
Para Antoni Kosc, la historia es diferente: el de ayer era su 'retorno musical' a su ciudad natal muchos años después. «Volver a esta sala me ha traído muchos recuerdos. Hace veinte años toqué aquí como solista 'Aires gitanos' de Pablo Sarasate». Aquella fue la última vez pues, justo después, salió de Varsovia para seguir el camino de la música y desde entonces no ha vuelto a establecerse en su casa. Por ello, para él, el concierto de ayer fue como tocar «en el salón de casa», casi literalmente. «Entre amigos y familiares han venido cerca de cien personas... ¡Un 10% del público lo traigo yo!», bromeaba.
Su director lleva más de una década asistiendo al Festival Beethoven y su experiencia es que, en cada visita, «esto es una fiesta en la que todos nos volvemos locos. Nadie sabe lo que va a pasar». Una oportunidad que llegó de la mano del fundador Krzysztof Penderecki, fallecido hace tres años, quien junto a su esposa Elzbieta Penderecka (hoy presidenta) extendieron esta invitación. «Siempre fue uno de mis grandes apoyos e hicimos preciosos proyectos juntos. La última vez que nos vimos me dijo: 'creo que ya es hora de que vengas con tu propia orquesta'». Y ayer cumplió su promesa.
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Como las grandes estrellas del rock and roll, Euskadiko Orkestra ofrecerá cuatro conciertos en cuatro jornadas por cuatro ciudades diferentes. Tras su debut de ayer en la capital polaca, los músicos subirán hoy al autobús para continuar su gira en el Narodowe Forum Muzki de Breslavia, una de las salas más modernas del país con 1.800 localidades. Sin demasiado tiempo para deleitarse, la formación recorrerá mañana los 270 kilómetros que le separa de Cracovia y su Philharmonic Concert Hall (720 butacas). Antes de volver a casa, el broche de oro se brindará en la ciudad minera de Katowice, ante los 1.800 espectadores del imponente NOSPR.
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