Chlóe van Soeterstède, una directora con alma de bailarina, coge hoy la batuta

Una parada más en una trayectoria que coge velocidad y altura. Fundadora y líder en Londres del grupo de cámara Arc Sinfonia, es directora residente de la Orquesta de Auvergne y, además, se ha animado a completar su formación en Los Ángeles, donde está trabajando con maestros de la talla de Michael Tilson Thomas y Zubin Mehta. En mayo será el turno de Gustavo Dudamel y ya cuenta los días. La han elegido por ser una de las profesionales más prometedoras del panorama internacional.

Hoy se marchará volando: «Es una pena, nada más terminar tengo que coger el avión de regreso a Londres para dirigir a la Bournemouth Symphony». Es probable que en el viaje de vuelta le retumben todavía los compases de la Sexta 'Pastoral' de Beethoven. Será la cuarta vez que interprete una de las obras más descriptivas y campestres del genio de Bonn con la Sinfónica de Castilla y León.

«Me siento feliz. Voy a compartir el escenario con una orquesta muy flexible. Nunca nos repetimos». En la vida de Chloé van Soeterstède todo tiene que fluir. De no haberse dedicado a la música, habría sido bailarina y no hay más que verla en el podio para comprobar que se le da muy bien la danza. Brazos, cuello, espalda..., toda ella se cimbrea «para guiar a los músicos y el público». No escatima gestos y entusiasmo, todo sea «por embarcar a todos los presentes en un argumento vigoroso, a través de la textura y forma de la música, los sonidos y silencios...».

Cuenta historias con la música y el cuerpo. Su paleta expresiva es muy amplia, lo mismo dirige música del siglo XXI que a Vivaldi o Mahler. No se pone barreras y rebosa optimismo. Para ella, la clásica tiene futuro porque lo ve en los ojos de los espectadores. «Veo entusiasmo. Eso lo consigues cuando tienes un puente entre la orquesta y la gente». Nunca desaprovecha la oportunidad de participar en proyectos con pintores y artistas escénicos, con el afán siempre de atraer a nuevos públicos.

Devota de Claudio Abbado y Carlos Kleiber, no sigue los pasos de nadie. Es cercana y simpática, pero con dotes de mando. Antes de volcarse en la dirección, estudió violín y viola, así que conoce bien el trabajo duro de la 'infantería' de una orquesta. Algo que los músicos captan a la primera. Muchos la seguirían al fin del mundo.