Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Viernes, 28 de abril 2023, 22:17
Hay palabras muy racionales que hacen pensar y otras que emanan del corazón y hacen sentir. Como director del Instituto Cervantes, Luis García Montero (Granada, 1958) las observa todas, porque sabe que las palabras también se pueden usar para manipular a la sociedad. Como poeta ... comprometido, el viudo de Almudena Grandes no puede ver la realidad más que a través de la poesía y de su corazón humanista.
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El jueves sacó su poesía a pasear por los jardines de Harvard, en una tarde de primavera en la que el sol fundía la lluvia en gotas de arcoíris. El autor de «El jardín extranjero» se encontraba en Nueva Inglaterra para tomarle el pulso a nuestro idioma en el Observatorio del Español, erguido en la Universidad más antigua y prestigiosa de EE UU, que este jueves ha celebrado su primera década en el estudio de la lengua española a través del crisol estadounidense donde se funden todas las culturas.
Podía haberse limitado a hablar de la temperatura de un idioma por cuya evolución siente orgullo «sin que haya espacio para la autocomplacencia», advirtió. A las autoridades les gusta llenarse la boca con los 60 millones de hispanos que, a ese ritmo, en 2060 convertirán a EE UU en el segundo país de habla hispana, después de México. Una cifra que se retrasa periódicamente por el crecimiento de la población mexicana y la dispersión de los inmigrantes en EE UU, donde «perdemos un 30% de los hablantes nativos de una generación a otra», explica García Montero en entrevista. Sólo 28 millones de esos hispanos lo hablan como primer idioma, la mayoría «peor que muy bien», reconocen en las encuestas más condescendientes.
La semilla del odio y la marginación que los asocia con una lengua de pobres hace que muchas familias prefieran que sus hijos solo hablen inglés, mientras que son los más cultos de origen anglosajón quienes se pueden permitir el lujo del bilingüismo y engrosar los ocho millones de estudiantes de español que hay en el país, distribuidos en todos los niveles educativos.
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El español, reporta con solemnidad García Montero, está cada vez más abierto y menos localizado dentro de EE UU, tiene más peso económico y por tanto más respetabilidad, ya que por sí misma la población hispana podría ser la octava economía del mundo. Hasta ahí llegan las buenas nuevas. Hay más necesidad de incluir el idioma de Cervantes en los formularios oficiales y vallas publicitarias, donde la prepotencia anglosajona lo sigue tratando como una lengua subordinada que retrata con faltas ortográficas y frases sinsentido a medio traducir del inglés. El Observatorio de Harvard le aporta prestigio al español y convierte al idioma de esas minorías en una referencia intelectual.
Lo que realmente preocupa al poeta y director del Instituto Cervantes es el avance de «quienes quieren asociarlo con la marginación y el desprecio». García Montero sabe que el español «es mucho más que un vocabulario, es un conjunto de valores», y por eso cree que la tarea del Instituto Cervantes es transmitirles una herencia de la que puedan sentirse orgullosos y exportar la imagen de España «como una democracia de referencia».
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De eso fue a hablar ante la selecta audiencia que le esperaba el jueves en Harvard, a compartir sus inquietudes sobre el mundo de hoy, «donde está en peligro algo tan fundamental como la democracia», advirtió circunspecto. No hablaba de las imperfecciones de la democracia, «que siempre las ha habido», aclaró, sino de un mundo «que invita al regreso del autoritarismo y los fascismos, tanto en Europa como en América».
Con su valentía habitual, el escudero de Cervantes no esquivó preguntas incómodas durante la entrevista: «Si Donald Trump vuelve al poder no tengo duda de que el español será una de sus víctimas», vaticinó. Su reelección le parecería tan preocupante para el mundo que «las consecuencias que eso tenga para el español, por graves que sean, pasan a un segundo término», dijo sin vacilar. Los ataques dejarán paso a «la degradación de la democracia» y «la sustitución de la información veraz por la mentira», con todas las repercusiones que eso y «su imperio de los bulos» tendrá sobre la sociedad, la convivencia, la falta de respeto y el desprecio de la gente.
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En ese escenario, tan próximo como las elecciones de 2024, el español podría convertirse en un arma al servicio de las élites para crear diferencias clasistas y ponerle las cosas difíciles a los que no quieran participar en la idea que se quiera fijar desde el poder. Si Cervantes tuviera que enfrentarse en la guerra de los bulos al autor del «fake news, «reivindicaría la libertad, la mirada compasiva sobre los débiles y las víctimas, y rechazaría la superstición, porque es un disfraz de la mentira».
El valor de la inteligencia contra la superstición, la verdad frente al muro de la superstición y la cultura como arma para exponer los abusos y herencia con la que empoderar a los marginados. Esa es la hoja de ruta para lanzar dardos al imperio de los autócratas desde el corazón cervantino.
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