El vitoriano Rikarte atesora ya dos premios Max y es uno de los grandes valores del teatro a nivel nacional. Igor Martín

Entrevista a Iñaki Rikarte, ganador del Max

Iñaki Rikarte: «Nos cuesta aceptar el deseo sexual de las personas con discapacidad»

Por 'Supernormales' ·

El director vitoriano de la obra del Centro Dramático Nacional gana su segundo Max por una obra ágil, reflexiva y humorística

Martes, 18 de abril 2023, 22:40

Iñaki Rikarte (1981, Vitoria) dice que todavía tiene que pasar la resaca «de todo tipo» tras ganar el premio Max a mejor dirección por 'Supernormales' en la noche del lunes. Es la segunda vez que se hace con ese trofeo de una manzana enmascarada, ya ... que anteriormente ganó con 'Solitudes' (2018) y no tiene claro dónde va a colocar el trofeo. «No lo sé aún. Pero con lo que pesa lejos de mi hijo de cuatro años», se ríe. El autor, director y actor, que ya era un referente del teatro de máscaras junto a la compañía vasca Kulunka y un rostro conocido en la interpretación, se reafirma como una garantía a la hora de tomar la batuta en los ensayos que se llevan a cabo antes de que se abra el telón.

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– ¿Se esperaba ganar el Max?

– Una nunca se lo espera. Aunque sabe que tiene una probabilidad del 33 por ciento nunca se lo acaba de creer. Pienso que el cuerpo te protege y no acabas de creértelo e incluso ahora que estoy de vuelta tras la gala, todavía creo que tengo que hacer un poco la digestión para ponerlo en su contexto porque hay un batiburrillo de emociones y resacas de todo tipo. Hay que verlo con un poco de distancia y relativizarlo.

– La producción del Centro Dramático Nacional aborda sin tapujos la sexualidad de las personas con diversidad funcional. Hay otra obra teatral, 'Lectura fácil' y 'La consagración de la primavera', que tratan este tema. ¿Tienen algo más en común?

– Creo que sí tienen en común esta parte de reivindicar el deseo sexual de las personas con discapacidad y que cumplen obviamente una labor porque están desenmascarando un tema tabú. En 'Supernormales' lo que se hace es levantar una alfombra bajo la que hemos estado ocultando todo esto y no podemos seguir obviando esta realidad. El texto de Esther Carrodeguas (autora) tiene muchísimo humor, un ritmo frenético, partes emocionantes y es un espectáculo vibrante que incomoda al público y, al mismo tiempo, hace reflexionar porque como espectador no sabes dónde posicionarte.

– ¿Contaban con muchas referencias de obras que trataran el tema?

– En su momento Esther se documentó muchísimo para escribir la función y ese trabajo le correspondía a ella. Yo llegué con el texto cerrado y tuve que hacerlo físico y concretarlo en la puesta en escena. En este caso, creo que la función tiene una parte muy inteligente en la que se cuestiona a sí misma y cómo se debería representar esta obra. El texto hacía una serie de preguntas y el espectáculo se posicionaba inevitablemente dando algún tipo de respuesta.

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Tema tabú

– Cuando le llega el texto, ¿qué le viene a la cabeza?

– Me vienen ganas de salir corriendo porque era un texto muy difícil y que me sacaba de mi zona de confort al tratar un tema tabú. No queremos aceptar el deseo sexual de las personas con discapacidad. Eso me ponía a mí personalmente en una situación incómoda y, además, era un complicado de llevar a escena. Con el tiempo he descubierto que era un texto que escondía muchas oportunidades para un director.

– Una de las polémicas del año en los Goya se generó tras las declaraciones del actor Telmo Irureta, que defendía el «derecho a la sexualidad de las personas con discapacidad». ¿Entendía ese ruido como algo que tenía que ver con estos tabúes?

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– Una de las muchas polémicas tiene que ver con la figura de la asistente social que es teóricamente un intermediario entre su propio cuerpo y es un tema complejo porque para algunos es prostitución. Todo esto exige una reflexión muy profunda y creo que hay que juzgar las cosas desde las circunstancias de las personas que padecen algún tiempo de discapacidad. Desde el otro lado de la barrera, todo se ve mucho más fácil. Pero es un tema espinoso, desde luego.

– Ya ganó un Max por 'Solitudes' a mejor espectáculo con Kulunka. ¿Se acostumbra uno a los premios?

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– Desde luego que no. Pero también hay que relativizar porque creo que los premios son una convención, no se pueden comparar dos películas ni dos obras de teatro ni el de dos actores. Esto es un arte colectivo y es muy difícil saber dónde empieza el talento de uno y empieza el del compañero. Discernir eso es imposible sin conocer el proceso y seguramente lo sería hasta conociéndolo. Es un juego y una excusa para celebrar el hecho del teatro y darlo a conocer y darle visibilidad.

– Sus primeros pasos fueron en el Taller de Artes Escénicas (TAE) de Vitoria.

– Empecé a ir porque un amigo, el actor Aitor de Kintana me animó, y fue como un juego. Nunca pensé que iba a convertirse en mi profesión. Tendría unos 14 años e hice un curso de iniciación. A veces me daba mucha pereza ir en invierno de ocho a diez de la noche a clases.

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– Entonces no tenía clara esa vocación...

– Tuvo más que ver cuando en mi colegio, Marianistas, me apunté al grupo de teatro que dirigía Carmen San Esteban. Para mí fue muy importante porque ya era más mayor y sentí que lo que estábamos haciendo allí se convirtió en algo que podía darle sentido a mi vida. Me animó mucho a que diese el salto con 18 años para estudiar teatro cuando nadie a mi alrededor sabía muy bien lo que significaba hacer teatro. Siempre ha sido un referente.

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