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JOSÉ ANTONIO GUERRERO
Domingo, 24 de marzo 2019, 00:10
«Athleeeeeeeeeeeeeeeeetic!». Andoni Iraola cuenta lo que sentía allá abajo, en el túnel de vestuarios, cuando, instantes antes de salir al campo, la megafonía del estadio lanzaba su rugido de guerra y todo San Mamés, como una sola voz, respondía a esa llamada con la ... adrenalina disparada. «Es el momento que te miras y te dices: '¡venga, vamos a sacar adelante esto entre todos!'. Luego suena la música, pero ya no la escuchas, sólo oyes la voz de la gente cantando el himno, todo San Mamés unido… es muy emocionante». El excapitán del Athletic, cuarto jugador con más partidos oficiales en la historia del club (512 en doce temporadas), tiene 36 años y lleva dos retirado como futbolista (ahora es entrenador), pero sigue sintiendo ese escalofrío como simple aficionado cuando las 52.000 gargantas de San Mamés se desgarran entonando el himno de su vida.
Porque el himno no es un cántico más con el que la hinchada empuja a su equipo a lo largo del encuentro; es el momento más vibrante de cualquier partido, el del sentimiento de unidad, en el que, más allá del sexo, credo, edad o salario, todos suman sus voces para animar a los suyos y a sí mismos. Representa un ideal, un sello, la identificación plena con el club y su historia. Y como tal obra su pequeño milagro en la liturgia del fútbol: son los únicos minutos asegurados de absoluta comunión entre la grada y los jugadores, el momento de expresar el orgullo por unos colores, de reivindicar la pertenencia a un grupo; es el momento de los sentimientos, de esa catarsis emocional que envuelve al estadio bajo una energía telúrica que fluye desde el césped hasta la última tribuna.
Y a pie de campo, como le ocurría a Iraola, los jugadores ponen sus revoluciones a mil bajo esa suma de voces que les alientan a pleno pulmón, algunas al borde del llanto. Pundonor, espíritu de lucha, apelaciones al valor, a la fe, a las grandes gestas, los himnos parecen más cánticos de guerra que destilan una épica sobradamente verbalizada. Orgullo, honor, respeto, gloria, lucha, valentía, bandera, nobleza, viento, colores, fuerza, tesón, corazón, victoria, coraje, gallardía, muerte... son sólo un ramillete de palabras que aparecen en los acordes de La Liga. Nada parecido al cándido 'lololololololo' de la selección..., aunque hay excepciones. El del muy obrero West Ham United tiene de glorioso lo que su título: 'Siempre estoy soplando burbujas'. Tampoco es precisamente la haka de los himnos el del Pescara, de la Serie B italiana, un sucedáneo del 'Que viva España', de Manolo Escobar.
La psicóloga deportiva Patricia Ramírez (lo fue del Mallorca y del Betis y es autora de ocho libros, el último 'Estrena optimismo', de Grijalbo) destaca que ese ritual sonoro supone un chute extra de motivación para el jugador. «Eleva la cortisona en sangre, que es la hormona del estrés, y eso te permite ser más competitivo, te vienes arriba. Ese momento es importantísimo para el jugador y para la afición. Con el himno del Betis cantado por el Villamarín a capela, a mí se me ponían de punta todos los pelos del cuerpo. Es espectacular escucharlo; es una ovación, un reconocimiento, un agradecimiento hacia esa gente que va a salir al campo, es la unión entre los propios aficionados, que se identifican con un escudo. Ahí se juntan muchos valores, los del compañerismo, la cooperación, la entrega…».
La revista 'France Football' elaboró hace dos años una lista de los mejores himnos futboleros del mundo. Ganó por goleada el 'You'll never walk alone' (Nunca caminarás solo) del Liverpool, y situó a dos españoles entre los diez primeros: el del Sevilla (no el oficial, sino el creado en 2005 por El Arrebato para su centenario), en quinto lugar; y 'El Cant del Barça' (compuesto en catalán y estrenado en 1974 por el 75 aniversario del club), en décimo.
Manu Sánchez | Periodista
Todas las fuentes consultadas para este reportaje suscriben la elección del 'You'll never walk alone'. Manu Sánchez, periodista deportivo desde hace casi 30 años en Antena 3 y con seis Champions a sus espaldas, lo resume perfectamente: «En Anfield merece la pena pagar la entrada sólo por escuchar el himno. Después te puedes ir a casa sin ver el partido y habrá merecido la pena». Sánchez ha recorrido los estadios de más renombre de Europa, pero en ninguno, asevera, ha sentido la corriente electrizante de Anfield, el viejo hogar de los Reds. «Parece una obviedad, pero ver y escuchar a los seguidores del Liverpool cantar el 'You'll never walk alone' es de lo más emocionante, te genera ese impulso de ponerte a llorar…. Ni esos son tus colores, ni esa es tu hinchada, pero quieres abrazar a ese equipo. Además, allí canta bien todo dios, será que les viene de los Beatles… Yo diría que, sin contar el de la Champions, que todos sabemos tararearlo, el 'You'll never walk alone' es el himno del fútbol».
Esa 'Marsellesa' de los himnos, que la afición visitante escucha con respeto reverencial, quizá no intimide tanto a los rivales, pero en Anfield los de casa ponen el balón en juego ganando uno a cero. Y lo que es mejor, tiene el poder de igualar a Mohamed Salah, la estrella del Liverpool, con el imberbe cajero del McDonald's de Lord Street, su jefa y el padre de esta.
Sergio Cortina, periodista, autor de la novela 'Saliendo de la calle Oscura' (de la colección 'Hooligans Ilustrados', de Libros del KO) y estudioso de los himnos de fútbol, destaca la valentía de los clubes que han incorporado nuevas músicas y letras, que, sin ser las oficiales, el público las ha acabado por hacer tan suyas que son las que se entonan al principio de cada partido. Así ocurre con el coreado 'sevillista seré hasta la muerte', de El Arrebato, o el último del Real Madrid (el muy épico de RedOne con un aire al himno ruso), que han acabado imponiéndose a los antiguos pasodobles.
«El himno es un momento solemne, algo místico, un grito de batalla, y, claro, lo de las 'mocitas madrileñas' ya va quedando en un segundo plano», ilustra Cortina en referencia a esa estrofa del 'clásico' '¡Hala Madrid!' (1952) que dice 'los domingos por la tarde, caminando a Chamartín, las mocitas madrileñas, las mocitas madrileñas, van alegres y risueñas porque hoy juega su Madrid'.
Esta supuesta flojedad animó al productor sueco-marroquí, Nadir Khayat (RedOne), un acérrimo madridista que ha creado pelotazos como 'Bad Romance' para Lady Gaga, a componer para los merengues un himno más guerrero con letra del periodista Manuel Jabois, el 'Hala Madrid, y nada más'. «Soy del Madrid de toda la vida. Y, como madridista, siempre fue una frustración no tener una canción que hiciera tener miedo al adversario». Así que, a petición de Sergio Ramos y Cristiano Ronaldo, buenos amigos de Khayat, compuso esa canción, que además debía animar al 'once' en 'la Décima' (2014). Y como luego vinieron tres Champions seguidas más (2016, 2017 y 2018), los blancos lo han convertido en su himno oficioso. De hecho, según Marta Santiesteban, jefa de prensa del Real Madrid, «es el que el Bernabéu canta más».
Los hermanos Lluís y Xavier Pastor, ambos profesores de la Universitat Oberta Catalunya (UOC), han dedicado largas horas a analizar los himnos de los clubes de fútbol. El primero, profesor de Comunicación, lo ha hecho desde el punto de vista semántico; y Xavier, politólogo y conflictólogo, desde el vínculo de la música con las emociones.
Patricia Ramírez |Psicóloga
Lluís, que también estudió a fondo los himnos nacionales de las selecciones del pasado Mundial de Rusia, apunta las diferencias entre ambos cánticos. «En general, los nacionales apelan a hechos violentos y luctuosos, mientras que las letras de los himnos de los equipos se centran más en el elemento emocional, pero sin tanta carga de violencia; los himnos de los países son para la guerra, necesitan que la gente se vuelva loca, porque si no no se pelea. En cambio, los de los clubes ponen en la misma onda emocional a los jugadores y al estadio que los acompaña». A su juicio, sería impensable un equipo con himno sin letra, como ocurre con el blandengue 'lololololololo', «porque una parte de la emocionalidad va cargada en las letras».
Algunos de los viejos himnos grabados de los equipos centenarios, como el primero registrado del Athletic (un pasacalles de 1932 que presta la música al himno actual), eran sólo instrumentales, pero hoy todos llevan su letra; unos con ritmos más clásicos (pasodobles como el del Valencia, el redoble de tambores del Valladolid, más marciales como el del Málaga o el irrintzi del Alavés), y otros más poperos, como el del Getafe (con predominio de sintetizadores), o con elementos más rockeros de guitarras eléctricas, bajos y batería, como el nuevo del Girona, estrenado en 2010 y compuesto por un miembro de la banda gerundense Sopa de Cabra.
Xavier Pastor hace una curiosa comparación entre el calentamiento en el césped de los jugadores y el de la grada. «Cuando los jugadores han calentado ya están preparados para el máximo esfuerzo en el partido, y el himno juega un poco ese mismo papel con la afición, calentar los ánimos, el espíritu y la voz para estar a ese mismo nivel del equipo. Por eso se buscan estribillos cortos, para que la gente los recuerde».
Como forofos culés, los dos hermanos han desbrozado el himno del Barça para llegar a la conclusión de que es un himno «aglutinador» definido por esas palmadas que le dan un toque «popular» que Xavier echa en falta en el del eterno rival. «El del Madrid tiene un punto de pasodoble, pero empieza con trompetas que a mí me recuerdan al anuncio de la llegada de un emperador romano. Arranca con una frase con la palabra 'gloria' ('De las glorias deportivas que campean por España…') y aparecen también términos como 'laureles', que transmiten algo muy grande y solemne». Así que cree que el himno del Barça busca más el elemento de unión de las personas: 'Tot el camp es un clam, som la gent blau grana. Tan se val d'on venim si del sud o del nord' (Todo el campo es un clamor, somos la gente azulgrana, no importa de donde vengamos, si del sur o del norte). «Digamos que no lo veo tan grandilocuente», desliza sin evitar la pullita.
También resalta los elementos geográficos que marcan cada himno y que, de alguna manera, los identifican con lo que representan. «El del Madrid habla, por ejemplo, de España. El del Barça, en cambio, del mundo ('tenemos un nombre, lo sabe todo el mundo, Barça!, Barça!, Baaaarça!!!!), porque la sociedad catalana se proyecta mucho internacionalmente. Y luego está el del Sevilla, que es Sevilla, Sevilla-Sevilla, sevillanía y la Giralda… O sea, vamos al grano».
Lo cierto es que ese 'sevillista seré hasta la muerte' ha gustado tanto que 'France Football' lo eligió como el mejor himno español, si bien no es el oficial. Desde luego, pegadizo es un rato. «La gente cogió el ritmo a la primera y además coincidió que, a partir de ahí, el Sevilla, que llevaba 60 años sin un título, ganó cinco Europa Leagues, una Supercopa de Europa y dos Copas del Rey, con lo cual se ha convertido en un talismán», apunta el periodista Luis Gago, que lleva 14 años siguiendo al equipo. También el culé Lluís Pastor se inclina en sus gustos musicales por este himno: «Es muy potente, tiene garra, tiene pegada y lleva gran carga emocional». En cambio, el carbayón Sergio Cortina se queda con ese clamor del 'Athleeeeeetic'. «Se mantiene el grito y la grada responde, es la motivación perfecta. Ese momento en San Mamés es mágico». O, como decía Iraola, el momento del ¡venga, vamos!
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