La cineasta Ana Lambarri y la actriz Ane Gabaraín posan junto al equipo de la película 'Todo lo que no sé'. Álex Zea

Ana Lambarri defiende el «egoísmo femenino» con su ópera prima en Málaga

Susana Abaitua es una ingeniera informática que se siente ahogada por su familia en 'Todo lo que no sé', debut de la directora de Zalla

Oskar Belategui

Málaga

Miércoles, 19 de marzo 2025

Más de la mitad de las películas a concurso en la sección oficial de Málaga (13 de 22) están dirigidas por mujeres este año. Como ... bien ha destacado Manuel Gutiérrez Aragón en el festival, ellas aportan una nueva mirada, otra forma de contar historias. La jornada de ayer fue un buen ejemplo. Dos debutantes concedieron el protagonismo a dos personajes de treintañeras enfrentadas a los sinsabores de la vida. Dos grandes actrices, Ángela Cervantes y Susana Abaitua, protagonizan sendas óperas prima con posibilidades de figurar en el palmarés.

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'La furia', de la catalana Gemma Blasco, aborda el trauma de la violación desde una perspectiva visceral y brutal. 'Todo lo que no sé', de la directora de Zalla Ana Lambarri, indaga en la insatisfacción vital de una ingeniera informática que a los treinta y tantos todavía no ha encontrado su lugar en el mundo. A ojos del espectador, los comportamientos de ambas mujeres pueden a veces chirriar. Una no es la heroína que esperamos, la víctima ideal. La otra comete un pecado a ojos de una sociedad que siempre espera el sacrificio de las mujeres –madres, esposas, cuidadoras–, porque comete la osadía de priorizar su felicidad y realización personal frente a los demás.

'Todo lo que no sé', que llegará a las salas el 25 de abril, arranca con la protagonista (Susana Abaitua) enfrascada en su ordenador mientras las líneas y líneas de código informático no terminan de encajar. El proyecto de su vida no cuaja, se retira la financiación y la siguiente vez que la vemos trabaja de cajera en la FNAC. No solo su futuro profesional se ha ido por el desagüe, sino que su vida personal es un desastre.

Tráiler de 'Todo lo que no sé'.

Su padre (el director teatral Andrés Lima) está amargado y enfadado con el mundo porque le han detectado cáncer y debe someterse a quimoterapia. Su madre (Ane Gabarain) está harta de las discusiones entre la hermana pequeña y la mayor (Natalia Huarte), casada y con hijos, que planifica la vida a todos. La protagonista también tiene un medio novio con el que corta y vuelve según le da y que encarna Francesco Carril, al que cada vez que vemos parece salido de la serie de Sorogoyen 'Los años nuevos'.

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En 'Todo lo que no sé' no ocurren grandes dramas ni sucesos terribles, como en 'La furia'. Quizá por eso pueda resultar más identificable la desazón de su protagonista, que pasa de compartir piso a regresar a su cuarto de adolescente en la casa familiar. Irónicamente, trabaja en un programa informático que busca ahorrar espacio en el almacenamiento de datos, reducir el caos, como el que ella tiene en su vida. Realizarse a través del trabajo parece su principal objetivo.

«Lo interesante del personaje es que a veces no le entiendes e incluso te puede llegar a caer mal», admite Ana Lambarri. «No quería un personaje buenista para buscar la complidad con el público, sino uno con aristas. En mis cortos también hay mucha incomunicación, aunque quizá también tenga que ver con cómo nos comunicamos en la familia vasca».

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Susana Abaitua en 'Todo lo que no sé'.

A la directora encartada, que ha trabajado durante años como responsable de cástings en Madrid, le interesa mucho mostrar «cómo una mujer toma decisiones para priorizarse a sí misma y empiezan a surgir opiniones en el entorno». «Me fascina que cuando las mujeres decidimos algo, siempre viene gente a opinar, aunque no hayamos pedido esa opinión. Es lo que yo llamo el 'egoísmo femenino'. Y si te cae mal la protagonista es porque tiene comportamientos más asociados a lo masculino».

'Todo lo que no sé', una historia sobre las segundas oportunidades y la incomunicación, también es un raro retrato del universo informático desde el punto de vista femenino y no masculino, como suele ser habitual. «Tengo un par de amigas ingenieras y nunca he sabido qué es lo que hacen», cuenta Lambarri. «Una asesoría tecnológica nos ayudó a que todo tuviera veracidad».

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