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Ella Fontanals-Cisneros (Cuba, 1944) es mecenas, trotamundos y, sobre todo, impulsora y coleccionista del mejor arte latinoamericano, cuyo proyecto de un muevo museo en Bilbao está encima de la mesa de las instituciones vascas. En una entrevista con EL CORREO en Madrid, profundiza en ... la posibilidad de traer su colección a la capital vizcaína, donde ha detectado «ganas, dinero y un proyecto de ciudad» por hacerlo realidad.
- Se dice que su colección es su propio proyecto de vida.
- Sí, totalmente. Para mí el placer de coleccionar está en el proceso de conocer al artista, de conversar con él, de entender su genialidad. Son muchas cosas que te dan una perspectiva del arte que es diferente de la propiamente visual. Todo eso ha sido para mí un aprendizaje. Me ha dejado huella. Por eso es un proyecto de vida, ha sido algo básico en el desarrollo de mi personalidad.
- Entonces, ¿se puede decir que la colección es su vida?
- Sí y no. Yo no tengo esa sensación de tenencia, colecciono por el placer de la belleza, por el interés de la obra y por ciertas cuestiones personales. Me gusta tener las obras a la vista, pero no necesito la posesión del arte 'per se'. Además, eso no sería ni siquiera correcto, porque creo que el arte se ha hecho para ser compartido. Por eso no podría decir que la colección es mi vida. No me importa que la tengan los demás.
- Su colección es también un poco errante, como usted: Cuba, Venezuela, Miami, Madrid y ahora el proyecto de Bilbao. ¿Por qué de repente Bilbao?
- Es un proceso de muchos años, pensando en el futuro de ciertas obras, de la parte histórica latinoamericana que es muy importante y que muchos museos quisieran tener. Es un legado que debería quedar para que todo el mundo pueda disfrutarlo. En ese proceso me di cuenta de que en Miami no había un apoyo público para llevar a la gente a los museos. Fue cuando decidí dar un carácter itinerante a la colección. La inestabilidad de Latinoamérica tampoco ofrecía una alternativa. Entonces pensé en España, porque yo también soy española. Todos saben que pasé muchos años tratando con Madrid, pero al final el tema no salió por varios motivos. Me llamaron después de varios ayuntamientos, pero los descarté porque concluí que ya había perdido demasiado tiempo. Y de repente apareció Bilbao como una opción. Una opción que me pareció seria. Tiene espacio, dinero, ganas para hacerlo y, sobre todo, un proyecto como ciudad o como área que en otros sitios no tenían.
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- ¿Y no le da desde su óptica privada un cierto vértigo tener que lidiar en Bilbao con imponderables políticos, económicos, urbanísticos, etc…?
- Me da mucho miedo, porque tampoco tengo una edad como para esperar a que todas esas conjunciones astrales se den para que el proyecto salga adelante. No tengo todo el tiempo del mundo y eso me preocupa.
- Pero entenderá que las administraciones implicadas elaboren su correspondiente plan de viabilidad antes de decidir.
- Sí, claro, aunque siempre tiene que haber del lado público un abanderado en todos los proyectos. En Madrid encontré un aliado en Luis Cueto, el jefe de gabinete de Manuela Carmena. El problema es que el Ayuntamiento no tenía espacio y pasaron el tema al Ministerio de Cultura, donde las cosas cambiaron.
- ¿Ha encontrado en Bilbao algún abanderado?
- Precisamente, lo que me atrae de Bilbao es que hay varios abanderados del proyecto. Hay interés.
- ¿Sobre qué bases o fórmulas podría integrar su colección en un nuevo museo? ¿Cuál sería su papel después de llegar a un eventual acuerdo?
- Todavía estamos conversando, tenemos que llegar a acuerdos. Yo soy una persona activa, me gusta hacer las cosas bien y que tengan éxito. No me bastaría con dejar el proyecto tras un acuerdo, quiero involucrarme en su desarrollo. Por eso me interesa que se haga rápido, porque la edad va pasando y no me queda mucho tiempo.
- En Madrid se hablaba de una donación o también de un depósito de su colección.
- Allí el problema es que negocié con varios gobiernos y ministros. Empecé con el Gobierno de Zapatero, firmé un preacuerdo con el Ejecutivo de Rajoy y encima cambiaron varias veces los interlocutores. Cada uno que llegaba lo hacía con una idea diferente. Yo mantuve siempre mi propuesta: una fundación mixta, público y privada. Al final, el ministro socialista José Guirao me mandó una carta donde me decía con una cierta rudeza que la fundación no era posible y que ellos querían ocuparse de todo.
- Querían entonces una donación pura y simple?
- Claro. Y esto después de siete u ocho años hablando de la fundación. Era absurdo. Muchos museos han querido que yo les donase mi colección. No lo he hecho, porque nadie me garantiza que las obras no acaben en un almacén. Para eso se las doy a mis hijas. Lo que quiero es que las obras puedan ser disfrutadas por todos.
- ¿Contempla esa misma fórmula en Bilbao?
- Sí, es lo mejor por dos razones. La primera porque la presencia de patronos privados suele garantizar que los museos no se vean demasiado afectados cuando hay recortes en los presupuestos públicos de la cultura. Y la segunda, porque ello me permitiría seguir comprometida con el éxito del museo, trabajando para lograr el apoyo de mecenas y coleccionistas latinoamericanos.
- ¿Ha visitado la zona de Zorrozaurre?
- Por supuesto. Es una zona fantástica. Me parece muy interesante el concepto que tienen de vincular allí el arte y la tecnología.
- ¿Cree que el museo atraería un flujo suficiente de espectadores y completaría en Bilbao una milla de oro en lo cultural?
- Sin duda. Muchos de los visitantes extranjeros del Guggenheim se sentirían atraídos por ese museo, que además sería un puente entre Europa y Latinoamérica. También conozco el proyecto de ampliación del Bellas Artes, me lo enseñó Miguel Zugaza. Bilbao podría tener una milla cultural espléndida, como la que tiene Madrid con el Prado, el Thyssen y el Reina Sofía.
- Se dice que una de las fórmulas para lograr la autofinanciación del museo es que contara con un almacén para el depósito de colecciones privadas o públicas.
- Esa es una idea excelente. Hoy en día el almacenamiento de muchas colecciones es costoso y complejo. Me consta que muchos coleccionistas latinoamericanos y europeos tendrían interés por esto.
- Supongamos que el proyecto sale adelante. ¿Qué le gustaría que dijeran los periódicos de usted y de su museo dentro de cien años?
- Jajaja. Quién sabe si dentro de cien años no hay periódicos y la información se transfiere entre las personas con una simple mirada. Solo me gustaría ser recordada como alguien que tuvo la visión suficiente de preservar para las próximas generaciones algo tan especial de la cultura latinoamericana.
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