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No ganaron el concurso, pero su proyecto sobre Zorrozaurre avanzó hace treinta años el Bilbao ahora deseado, verde, tecnológico y cultural, una ciudad sin prisas, capaz de hacer la vida más lenta y placentera. La competición urbanística la convocaron en 1994 el grupo industrial Thyssen, ... la Fundación BBVA y el Ayuntamiento. «Creo que incumplimos con todos los requisitos de la convocatoria, así que perderla no fue una sorpresa. Entonces muy poca gente hacía caso a la necesidad de construir unos entornos urbanos que se hibridaran con la naturaleza. Hoy todo el mundo lo tiene en cuenta», incide Santos Bregaña, uno de los miembros del equipo que presentó la propuesta, compuesto por estudiantes de Arquitectira,
El proyecto revive ahora en la exposición 'Oteiza en Bilbao. La ciudad inmóvil', que se desarrolla en la sede bilbaína del Colegio Oficial de Arquitectos Vasco-Navarro dentro de la Bienal de Arquitectura Mugak. El título se justifica porque el escultor accedió a participar en los trabajos del grupo y por un libro del artista sobre la interpretación megalítica que escribió en Colombia, y en el que mencionaba la 'ciudad inmóvil'. «Donde el resto hablaba de calles, nosotros hablábamos de caminos, y donde planteaban plazas y parques, nosotros planteábamos bosques y vacíos. Era otro concepto que incorporaba todo ese 'mundo oteiziano'», recalca Bregaña, comisario de la exposición junto a Emilio Varela.
Perder el concurso les llevó a ganar un espacio por seis meses en Arteleku, situado en el barrio de Loiola y dirigido por Santi Eraso. Allí tuvieron espacio para hacer sus maquetas, a menudo con materiales de desecho.
Oteiza solía pasarse una vez a la semana, o cada quince días. «Nos ponía en orden y nos íbamos a comer», comenta Bregaña. Recuerda cómo el escultor hizo la pieza que serviría de guía: «Cogió un rodillo para amasar y empezó a dar golpes a un trozo de barro. Luego hundió con vehemencia unos listones de cartón para señalar las líneas de tensión, que ahora hemos sustituido por metal. Así nació la maqueta que nos inspiraba».
Además de Oteiza, participaron en el proyecto Ramón Zallo, con su idea de traer la universidad pública a Bilbao, y el arquitecto Iñaki Zubizarreta, que abogaba por la conservación de las fábricas. «Los bilbaínos a veces olvidan que Zorrozaurre era una zona cosmopolita, con trabajadores de distintas nacionalidades. En Deusto había huertas y caseríos», recuerda Bregaña, cuyo estudio se encuentra en San Sebastián.
Con estos consejos, el grupo no sólo diseñó bosques, claros y caminos, sino también edificios para la producción de diseño, tecnología y cultura, lo que también era del agrado de Oteiza. Llegaron a utilizar tecnología 3-D cuando aún era una 'rara avis'.
«Procedimos con el idealismo de la juventud», señala el arquitecto, aunque el Zorrozaurre de trazos utópicos venía también de su carácter de isla. A raíz de las inundaciones de 1983, se decidió que península se convirtiera en isla para que el agua fluyera con más facilidad. «Tener una isla en una ciudad es algo muy poético. Es una Ítaca a la que dirigirse, donde fracasar, donde resurgir».
Echa en falta en Bilbao una política más decidida de restauración del patrimonio industrial. «En San Sebastián no hemos tenido fábricas y quizá por ello te asombraba más lo que había en Zorrozaurre hace treinta años. Bilbao ha tenido un gran coraje a la hora de abordar su modernización. Es una ciudad estupenda que disfruto mucho. Pero incluso habría quedado mejor manteniendo un mayor equilibrio con lo anterior».
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