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«Esto es como Chillida Leku pero en salvaje», bromeaba Koldobika Jauregi entre las 17 hectáreas de robles, hayas trasmochas, río, praderas y esculturas de su museo Ur Mara en Alkiza. «No sabemos bien qué es, pero sí que queremos que sea: un lugar vivo, abierto a todos y que sirva para transmitir conocimiento», decía sobre su proyecto más personal. Él respetaba a Eduardo Chillida porque una beca del artista le sirvió de empuje en los inicios de su carrera.
Ur Mara tiene más de una década de vida y recibe más de 1.500 visitantes al año, de los cuales un tercio proceden del extranjero, pero para muchos guipuzcoanos sigue siendo un lugar desconocido. «Pensamos que es mejor conocerlo con una visita guiada en la que explicamos los detalles y respondemos a las preguntas», decía el artista a este periódico en mayo de 2021. «Hubo momentos en que la gente entraba por su cuenta y notamos que pedía más información. Ahora guiamos la visita y la acomodamos al gusto de cada uno: hay quien quieren saber más de las esculturas, de la cantera, del huerto donde nacen las plantas para fabricar papel, de los árboles...».
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Mitxel Ezquiaga
Jauregi nació en Alkiza en 1959, fue becado por Chillida en 1991 y pasó cinco años en Alemania trabajando como artista. Con su compañera Elena Cajaraville, artista especializada en creación de joyas originales, decidieron volver a casa y crear junto al caserío familiar de Alkiza este museo donde exponer sus obras, recibir a otros artistas y pensadores y «hacer cosas». Nació así Ur Mara, denominación basada en un juego de palabras entre 'Umana', toponímico cercano, y 'Ura eramana', algo así como «llevado por el agua».
«Queríamos ser un museo privado, sin apenas intervención institucional, para ser más libres», rememoraba Jauregi. «También queríamos ser sostenibles en todos los sentidos: con los menores gastos posibles para no estar sujetos a las crisis, y respetuosos con la naturaleza al máximo». Poco a poco fue creciendo este museo donde pueden verse esculturas del propio Jauregi, una antigua calera del tipo francés con su pequeña cantera, un auditorio natural donde se celebran conciertos y un pequeño pabellón cerrado. «Cuando hacemos actividades contamos con colaboradores que nos apoyan, desde caseros de la zona hasta profesores universitarios».
Pero una descripción escrita queda corta para resumir un recorrido en el que no faltan sorpresas, como la cabaña dedicada al filósofo Thoreau, 'Hitzaren babesa', donde el propio Jauregi y su chica vivieron de jóvenes un par de años fieles al más puro estilo de vuelta a la naturaleza, y donde ahora, una vez al año, el profesor Antonio Casado da Rocha celebra un encuentro vinculado al pensador fallecido hace dos siglos. También en las praderas de Ur Mara hay una especie de maqueta de la escultura creada para Baiona sobre el final de ETA, obra que aún sigue sin ser colocada en su destino.
Koldobika Jauregi mantenía su taller a la entrada del museo. «Yo sigo viviendo de mi trabajo como artista, el museo bastante hace con autofinanciarse», decía.
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