![Begoña e Ignacio, que se conocieron en Tinder, se casaron el pasado 3 de septiembre en un emotivo y divertido enlace.](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202211/17/media/cortadas/UBI09735-kXTB-U180743045066Jq-1248x1700@El%20Correo.jpg)
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En cuanto intercambias las primeras palabras con Begoña te das cuenta de que, además de tener una personalidad arrolladora, esta joven modelo bilbaína tiene las ideas muy claras. Quizá esa determinación, que sabe transmitir en sus posados, es lo que hace que cada vez más marcas estén confiando su imagen en ella. Kiabi, Stradivarius, Lookiero, H&M y Oysho son algunas de las firmas para las que ha trabajado, pero esta última es la que más proyección le ha dado. «Es la única marca que utilizaba para hacer deporte, así que me sentía súper identificada. Fue un pelotazo porque esas marcas tan potentes te posicionan en todos lados y me di mucho más a conocer. A Kiabi, por ejemplo, le tengo mucho cariño porque fue la primera firma que confió en mí como modelo. Hice un casting y en dos semanas ya estaba con ellos en Marrakech cuando no había hecho nada en moda hasta ese momento», afirma Begoña entusiasmada. A sus 26 años, compagina su trabajo de sanitaria en una clínica de reproducción asistida con el de modelo, que realiza en sus días de vacaciones.
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Para Begoña y su novio Ignacio, Tasio para sus amigos, el pasado 3 de septiembre fue uno de los días más felices de su vida. Reunieron a sus familiares y amigos, unos 120 invitados, en el bilbaíno Asador Arraiz para oficializar su relación de cinco años y, más que nada para celebrar por todo lo alto su amor con las personas que más quieren. Lo que empezó en Tinder acabó en las faldas del monte con el botxo de fondo. Justo cuando Begoña se iba a desinstalar la aplicación, porque «era como buscar en un catálogo de calcetines, éste me gusta, éste no…», decidió darle una oportunidad a ese chico que había insistido tanto para quedar y al único al que ella había saludado. En el restaurante La Caseta de Leioa, el mismo donde tuvieron la primera cita, fue dónde precisamente Ignacio le pidió que se casará con ella cuando llevaban un año de relación. Tras una pandemia y preparativos de por medio, llegó el gran día.
Uno de los momentos más emocionantes de Begoña fue cuando su aita la vio vestida de novia antes del enlace en el Hotel Carlton, donde pasaron la noche. «Le suelo decir a mi ama que lo siento por la parte que le toca, pero este día fue alucinante con aita. Él es parco en expresar sus sentimientos y ese día le vi muy emocionado. Viví la boda con mis aitas y mi hermana Estitxu muy presentes», afirma Begoña muy emocionada.
Para uno de los días más importantes de su vida, Begoña lució dos vestidos. El primero de la firma Pronovias era de corte sirena y de encaje, una idea muy diferente a la que ella había tenido en mente. «Los que había seleccionado en la tienda, al ser tan alta, no me quedaban nada bien. Me acompañaron mi ama, mi hermana y mi mejor amiga María, que fue la que dio en el clavo cuando me acercó el que finalmente me compré. Me lo probé a regañadientes, pero en cuanto me lo vi puesto sabía que era el elegido», confiesa la modelo. El segundo vestido, de la diseñadora bilbaína Marina Irazabal y con un aire más desenfadado, fue seleccionado para el baile. Con flecos y con un guiño a los años 20, para Begoña esta creadora le confeccionó el vestido de sus sueños y asegura que le quedaba «como un guante».
En cuanto al maquillaje y el peinado destacó, de forma intencionada por parte de la novia, la naturalidad. «Pensaban que iba maquillarme como en las campañas, pero quería ser yo misma, y, por ejemplo, a la peluquera que fue a peinar a algunas invitadas, solo le pedí que me ayudara a ponerme la peineta que me había regalado mi amiga María. Mi pelo es mi seña de identidad y es dificilísimo de peinar, así que no quería perder mi estilo en un día tan especial», afirma la novia tajante.
Y para el banquete, ofrecieron un «menú muy tradicional, porque sabíamos que ese tipo de comida no iba a defraudar. Escogimos este restaurante porque es comida casera. Es como ir a comer a casa de tu amama que siempre sales encantada. Pusimos los típicos entrantes, croquetas, langostinos, patés... De platos principales, solomillo y pescado; y de postre elegimos cada uno su tarta preferida», cuenta Begoña. En todo momento, quisieron hacer una boda divertida y natural: «Lo importante era ser nosotros mismos, sin extravagancias». La pareja entró al banquete al ritmo de los Bee Gees. «Estuvimos un mes antes ensayando en casa todas las noches. ¡Nos venimos muy arriba! Los invitados estaban sentados esperándonos y, cuando aparecimos bailando, todos se pusieron a bailar. Fue un momento inolvidable», rememora la novia.
Después del festín, la novia se ausentó unos minutos para ponerse el vestido diseñado por Irazabal y empezar la fiesta nocturna, que estuvo amenizada por el remix que habían preparado para darlo todo. México fue el destino de la luna de miel. «Los dos teníamos muchas ganas y, además, pude practicar snorkel, que me apasiona. La resaca emocional con la que nos fuimos de viaje nos duró mucho tiempo. No podíamos parar de revivir momentos del gran día y emocionarnos o llorar de la risa…»
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