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Cuando a Bego Ojinaga le preguntaban de pequeña qué quería ser de mayor, respondía: «Médico». Y no iba tan mal encaminada, con los años decidió graduarse en Laboratorio y Diagnóstico Clínico. «El campo de la salud siempre me ha gustado mucho», admite. Lo que no ... estaba en sus planes era convertirse en modelo 'curvy'. Esta industria le atrapó cuando Instagram llegó a nuestras vidas, hace más de diez años. «Posar para las fotos que me hacían mis amigas me encantaba. Además, siempre intentaba que los fotógrafos colaboraran conmigo. A raíz de ahí, me interesé todavía más sobre este mundillo, leía revistas de moda y veía documentales relacionados con el sector», cuenta. Pero esta bilbaína de 25 años pensó que le cerrarían las puertas en esta industria: «A la gente le encantaban mis fotos, pero yo pensaba que no podía ser modelo porque no cumplía los estándares físicos requeridos por muchas firmas. Soy una chica grande, mido 1,76 y uso una talla de la 42 a la 44. No veía a mujeres como yo protagonizando campañas de moda. Creía que no buscaban a personas con mi perfil», confiesa. Pero Bego estaba equivocada, en estos últimos años los estrictos cánones estéticos que regían el sector se han ido haciendo añicos. Las modelos de tallas grandes también reclaman su sitio en la moda y parece que poco a poco empiezan a encontrarlo.
A través de las redes sociales, Bego conoció el caso de Ashley Graham, la primera top model 'curvy' del mundo y la activista del movimiento #BodyPositive que ha revolucionado el mundo de la belleza inclusiva. Y esta revolución 'curvy' le empujó a perseguir su sueño de ser modelo: «Me identifiqué mucho con ella. Pensé: '¿si ella puede, por qué yo no?'». De esta manera, se puso a buscar su hueco en la industria de la moda. «O mejor dicho, una amiga mía me lo descubrió. Había visto el cartel del certamen 'Curvy Fashion Model' que organizaba la agencia MIAh Management de Barcelona en Bilbao para mujeres de tallas grandes y me apunté sin pensarlo. Me decía a mi misma: '¿Esto es real? ¿Puedo ser modelo? ¿De verdad?' ¡No me lo creía!», exclama. Llegó el día y Bego se presentó al casting. Posó frente a la cámara con la naturalidad que le caracteriza y desfiló como pudo, porque tenía una lesión en el tobillo. «Cuando me dieron unos tacones y vi la moqueta del suelo, casi me caigo muerta» admite entre risas. Eso sí, debió de hacerlo bien porque fue una de las finalistas.
Y ahí comenzó un camino que sigue recorriendo. La agencia que organizaba el evento le propuso que se uniera a su elenco de modelos. Y así, Bego dio un paso fundamental para cumplir su sueño. De hecho, una semana después le llegó su primer trabajo, que la llevó a protagonizar la campaña primavera 2020 de la conocida firma Kiabi. «Cuando me lo dijeron no daba crédito», admite. A finales de octubre, Bego se trasladó a Marruecos para ponerse frente a las cámaras del equipo. «Siempre digo que salí al ruedo sin preparación previa. Sabía de posar lo que había visto en las revistas. Fueron tres días muy intensos. ¡Se me pasaron volando! Luego estuve semanas procesando lo que acababa de pasar», cuenta entre risas. En febrero de 2020, las imágenes de aquella sesión, definitiva para su ascensión en la industria de la moda, salieron a la luz. «Me sentí muy satisfecha conmigo misma, ¡lo logré! Además, me veía muy natural en las imágenes y eso me gusto mucho. Todos mis conocidos y familiares me decían: 'eres tú 100%'. Y bueno… mis padres no entraban en sí del orgullo. Unos días después de que se hubieran publicado las fotos, fui a hacer la compra y el carnicero me felicitó porque mi madre se las había enseñado, ¡Qué verguenza!», cuenta entre risas.
Aquel trabajo fue tan solo el primer paso de una larga trayectoria en el mundo de la moda. Al poco tiempo, vinieron otras propuestas igual de atractivas: «Cada una me parece la pera», admite entusiasmada. Se alió con H&M para reivindicar la belleza real y hace unos meses protagonizó la sesión de fotos de una firma de lencería que incluía en su catálogo diseños para mujeres que tienen tallas superiores a la establecida por los cánones de belleza. «Me pareció un honor ser la primera modelo 'curvy' que iba a vestirse con sus prendas», indica. Lookiero, una plataforma de asesoría virtual y compra online con factor sorpresa fundada en Bilbao, también contó con ella para una nueva campaña, que se rodó la semana pasada. «Durante la sesión hubo muy buen rollo. Éramos todos muy jóvenes y nos conocíamos de las redes sociales. Siempre he sido muy 'friki-fan' de la empresa, así que me ha hecho mucha ilusión. Además, la campaña está formada por gente real», celebra. Hoy Bego reparte su tiempo entre los 'shootings' y su trabajo en un centro de Ginecología y de Reproducción Asistida, donde forma parte del equipo de enfermería. «Acepto los trabajos de modelo que puedo compaginar o me cojo días de vacaciones», cuenta.
Su dulce sonrisa, sus rasgos suaves, el pelo rizado -lo que más le gusta de ella- y la piel morena hacen que su belleza sea especial, algo que considera fundamental para resaltar en la moda. «Tienes que tener algo. Ya no hace falta ser guapa para tener tu sitio en la industria. Puedes llamar la atención con un rasgo peculiar y hacerlo 'tu etiqueta', como digo yo. Un ejemplo: tener las paletas separadas, a algunos les gustan y a otros no. Pero la realidad es que hay firmas que lo buscan», cuenta. También admite que para dedicarse a la moda hay que tener mucho más que una cara bonita: «Hay que saber trasmitir los valores de la marca para la que trabajas. Y hablar diferentes idiomas también es fundamental».
Hasta hace poco, no se sentía feliz con su cuerpo: «Siempre era más grande que las demás». Pero iniciarse en el sector le ayudó a aceptarse tal y como es. «Me empecé a decir: 'soy así, voy a ser grande haga lo que haga. Y sí, yo también formo parte de la moda'. Hice un 'clic' y cambié mi forma de pensar», reconoce. Y con profesionalidad y determinación, se planta firme frente a las cámaras le pongan lo que le pongan: desde prendas cómodas hasta lencería. «Los modelos también tenemos inseguridades, detrás de las fotos hay personas. Y los trabajos te sacan de tu zona de confort mil veces, solo que al final, te concentras tanto en lo que te están pidiendo, que se te olvida la ropa que llevas y las ojeras que tienes porque has dormido mal», cuenta.
Para ella, lo mejor de trabajar como modelo es representar a un grupo de mujeres. «Y disfrutar al máximo frente a la cámara, ese es mi momento. El día que tengo 'shooting' es mi preferido de la semana, ya sea lunes o domingo», añade entusiasmada. Y lo peor dice que es la imagen irreal que algunas personas tienen sobre los modelos. «Te idealizan a ti y a tu vida de una manera... yo también me despierto despeinada por las mañanas y como mal a veces. Se creen que somos de porcelana y somos personas reales», zanja.
Bego considera que una modelo tiene que seguir un estilo de vida saludable, pero «como una persona normal». «Mi agencia no me dice cuántas veces tengo que ir al gimnasio o si tengo que comer más o menos. La época de alimentarse de aire se acabó», indica. Por su parte, ella come «de todo» y hace 'crossfit' tres veces a la semana. «Iba a un centro de Getxo, y como ahora no puedo por las restricciones de movilidad, estoy yendo a un gimnasio de Bilbao. Mi cuerpo es grande en sí, pero intento tenerlo tonificado. Siempre he hecho deporte», confiesa.
Su trayectoria en la moda ya ha despegado. Actualmente, la representan varias agencias de modelos nacionales e internacionales: desde una ubicada en Amsterdam hasta otra en Alemania. Eso sí, es sincera y admite que la situación que estamos viviendo a raíz de la Covid-19 le está pasado factura a su carrera como modelo: «No paro de perder trabajos. Esta semana, por ejemplo, una marca me quería en Lanzarote para una campaña y como no había vuelos el trabajo se fue al garete». Pero cuando todo pase, espera poder aprovechar todas las oportunidades que le lleguen. «Me encantaría protagonizar un 'shooting' para Nivea por ejemplo o un anuncio para Victoria's Secret o Dolce & Gabbana. ¿Te imaginas? Y si mi compañero es Jon Kortajarena... ¡Me muero!». Todavía echa la mirada atrás y no se lo cree: «¡Quién me lo iba a decir, he cumplido mi sueño!»
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