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Amaia es una bilbaína que siempre ha estado vinculada al mar, un escenario en el que se han fraguado los momentos más importantes de sus últimas dos décadas. «Es una conexión muy profunda con la naturaleza y conmigo misma. El mar tiene algo especial que ... consigue calmarme y energizarme a la vez», explica. A orillas del Cantábrico conoció al que hoy es su marido cuando tan solo eran dos adolescentes que empezaban a cabalgar las olas sobre una tabla de surf. Más de quince años después y al borde de un acantilado en San Juan de Gaztelugatxe sellaron su compromiso. Días más tarde y en la playa de siempre, esta joven celebró con sus amigas una post-boda muy especial.
Ella es la novia sencilla de la que hablamos la semana pasada, la novia de la sonrisa marina como las que describía Neruda, de esas que ni la marejada que trajo consigo la pandemia consiguió borrar. Amaia comenzó a practicar surf con 14 años, una afición que le acompaña desde entonces y que se ha convertido en una forma de vida. «Me encanta viajar en busca de olas. He estado en Indonesia, Maldivas, Nicaragua, California, Portugal y Francia», nos cuenta. Alguna vez ha competido en algún campeonato local, «pero por diversión y por pasar un buen rato con las amigas». Unas amigas que esperaron pacientes su llegada a la playa de Bakio, donde surfean juntas habitualmente y donde quiso compartir con ellas un pedacito de su boda.
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maría calvo
«Yo tenía este momento en mente desde que decidimos casarnos», comenta. Debido a las restricciones del Covid-19 tuvieron que cambiar la planificación de su enlace, que resultó ser mas íntimo de lo que esperaban, aunque mantuvieron la fecha y la idea de estar en contacto con la naturaleza. «El plan inicial era hacer una boda de tarde, aprovechar la mañana para surfear con los amigos y después reunirnos para la ceremonia», reconoce, pero el orden de los factores no altera el producto y tuvieron su esperada sesión de surf días después del 'sí quiero', inmortalizada bajo el personal prisma de la fotógrafa Marta Etxebarria, que también tuvo mucho que ver en el nuevo y original look de novia de Amaia.
Según la tradición hawaiana, las novias suelen llevar una corona de flores, conocida en el idioma nativo como 'Haku Lei', que correspondería al velo en la cultura occidental. Amaia, que perfectamente se podría haber inspirado en la estética surf de esta isla del Pacífico, cambió el velo de L´Arca que utilizó en la ceremonia por una corona elaborada por Marta Etxebarria con las flores que ella misma cultiva en el campo. No eran pikakes, las clásicas flores hawaianas, sino unas preciosas dalias en distintos tonos de rosa que vertebraron el nuevo look nupcial de la novia. «Tenía la ilusión de llevar una corona de flores frescas y surfear con ella», admite.
Meterse al agua con un tocado natural tan delicado es una misión que, a priori, se antoja complicada debido al fuerte oleaje del Cantábrico. «Marta me decía una y otra vez que la corona no aguantaría en el mar, pero me trajo flores frescas y conseguimos montarla minutos antes de bajar a surfear. Con alambre y paciencia resistió de cine, ¡y yo feliz!», reconoce. Además, también cambió el vestido personalizado de Roberto Verino que llevó a la ceremonia por un sencillo bañador blanco de Etam.
El colofón lo puso su tabla de surf, un modelo de rayas blancas y rosas con una estética retro tan peculiar que parecía estar creada específicamente para la sesión de fotos. Sin embargo, es con la que Amaia surfea normalmente, aunque tiene otras que utiliza según el tipo de olas. «Me la hice cuando vivía en Mallorca, estuve dos años residiendo allí. Resulta que fui sin tabla porque pensaba que en el Mediterráneo no había olas y nada más llegar, ¡sorpresa! Acabé encargando esta tabla a medida a un 'shaper' de Mallorca que se llama Pepper Surfboard. Después volví a Bakio y, por supuesto, la tabla se vino conmigo», nos cuenta.
Marta, cámara en mano, y Amaia con su tabla bajo el brazo, bajaron a la playa «un poco tarde», donde ya esperaban sus amigas al borde del mar. Esta joven bilbaína residente en Bakio reconoce ser sencilla en cuanto a exigencias con la vida. «Vivo el día a día disfrutando de las pequeñas cosas». Por eso quizás se quedaron allí hasta el anochecer, sin necesidad de grandes alardes ni despliegues. Tan solo surf, olas y la mejor compañía.
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