La mercería de Ortuella que triunfa en TikTok
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La mercería de Ortuella que triunfa en TikTok
La mercería de Ortuella de toda la vida con miles de fans en TikTok gracias a Marivi (y sus vídeos)Silvia Andrés
Jueves, 24 de octubre 2024
Cada mañana, lo primero que hace Mariví Machín cuando levanta la persiana de su mercería de Ortuella es colgar un vídeo en redes hablando en apenas dos o tres minutos sobre algunos de los artículos que tiene en su tienda. Abre las cajas, saca el producto, coloca el trípode y enciende la cámara del móvil. «Instagram es el escaparate del futuro», dice convencida. Aunque para muchas personas de cierta edad las nuevas tecnologías pueden ser una barrera infranqueable, Mariví, que tiene 59 años, quiso ponerse las pilas justo después de la pandemia. «Me apunté a un curso 'online' de bastante prestigio, pero aquello no salió bien. Me decían que tenía que usar filtros porque se me veía mayor y que hablaba demasiado fuerte. Me pareció una falta de respeto y lo dejé», recuerda todavía molesta.
Precisamente, lo que quería Mariví era justo lo contrario: ser lo más natural posible. «Ya estamos bastante saturados de falsedad en las redes. Los filtros, la luz, las poses... Todo es muy ficticio y artificial y yo desde el principio he buscado más normalidad», confiesa. Entonces dejó los cursos a un lado y se empapó de las redes de forma completamente autodidacta. Y el esfuerzo ha dado sus frutos: ahora mismo cuenta con más de 8.000 seguidores en Instagram y casi 9.000 en TikTok. A sus fans siempre les muestra las últimas novedades: desde las bragas Janira, que «acaban de llegar y son comodísimas», hasta los albornoces infantiles «de algodón y con choto» perfectos para regalar en Olentzero o unos ramos «preciosos» que está preparando para el día de Todos los Santos. «Mucha gente, sobre todo los más jóvenes, no es consciente de todo lo que realmente se vende en una mercería», asegura. Y es que en su tienda ubicada en el número 12 de la Avenida del Minero tiene de todo: desde lo más clásico como lencería, corsetería o pijamas hasta monederos, lanas, zapatillas de casa, artículos para bebés, tocados, toquillas, broches...
Lanzarse a las redes sociales ha sido para Mariví un paso natural más para sobrevivir como pequeño comercio. «Llevo desde los 26 años en la tienda, así que imagínate, hemos pasado todo tipo de crisis y por muchos momentos difíciles. Pero ahora tenemos la posibilidad de utilizar esas herramientas y hay que aprovecharlas», asegura. Una herramienta que ni de lejos imaginaron su madre y su tía cuando abrieron la mercería allá por 1952. Su tía se fue después a Bilbao, pero su madre siguió tras el mostrador toda su vida y Mariví ayudó en el negocio desde muy joven. «Después estudié arquitectura interior, pero siempre me gustó la mercería, así que decidí quedarme aquí. También porque este trabajo me ha permitido criar a mis hijos y cuidar a mis padres de una forma más cómoda cuando se hicieron mayores, ya que la tienda está justo debajo de la casa familiar», explica.
Mariví está muy feliz con el alcance y la respuesta de los clientes a sus publicaciones en redes. Tanto, que no duda en recomendar usar esta ventana al mundo a todas las personas que conoce que regentan pequeños negocios de todo tipo. «Me responden que son incapaces de hacerlo porque se ponen nerviosas cuando están grabando. Y yo les digo: '¡Pero si solo tienes que hablar en el mostrador como si tuvieras una clienta delante!'», comenta riendo. Para Mariví, las redes también constituyen la manera idónea para llegar a los más jóvenes. De hecho, en numerosas ocasiones, son ellos los que mandan a sus madres a comprar algún artículo que han visto en Instagram o TikTok. «Llegan con un pantallazo que han hecho las hijas de alguna de mis publicaciones y les mandan a sus amatxus diciendo: '¡Cómprame esto donde Mariví!'», explica. Porque Mariví ha creado, sin buscarlo, un estilo propio gracias a su naturalidad y sus despedidas: «Mañana más y mejor» y lanza un beso a sus incondicionales.
Las publicaciones en redes también le han permitido ampliar su radio de acción. «La verdad es que ya tenía clientes de otras localidades, pero ahora noto que vienen más y gracias a todo eso voy sobreviviendo», explica. Y es que a su pequeño comercio llegan personas de Trapagaran, Muskiz, Gallarta... «Estoy convencida de que finalmente el pequeño comercio acabará desapareciendo. Por esta zona ya han cerrado muchos negocios, es una pena. Afortunadamente, yo estoy en una calle de paso que cuenta con varios comercios y eso ayuda, pero también hay que actualizarse para salir adelante», asegura. Para conseguirlo, no ha parado de hacer cursos a lo largo de todos estos años, pero ahora mismo tiene una cosa clara: «¿Para qué voy a hacer otro curso de escaparatismo si ya nadie se fija en los escaparates? ¡Ahora van siempre mirando el móvil! Así que tengo que estar en su pantalla todos los días», ríe.
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