Historias de Tinder

«Fuimos en taxi de Bilbao a Vitoria para tener sexo y me salió cara la broma»

En Bizkaia Dmoda recogemos cada semana los testimonios de usuarios vizcaínos de una de las aplicaciones para ligar más populares

Jueves, 8 de agosto 2019

En Bizkaia Dmoda recogemos cada viernes los testimonios sobre Tinder que llegan a nuestro email bizkaiadmoda@gmail.com. Tras unas semanas en las que solo recibíamos experiencias negativas y decepcionantes, la situación dio un giro radical (menos mal) y nos empezaron a llegar ... historias en las que ¡el amor ha triunfado! Es el caso de Leire, que a pesar de las reticencias iniciales, encontró en Tinder a su futuro marido. Hoy recogemos la experiencia de Patricia, con muchas ganas de bajarse «del carro del amor» y subirse a un bus para plantarse en Vitoria y cantar las cuarenta al chico que usa siempre la misma táctica para tener sexo en esta app:

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¡Hola a todos! Soy Patricia y tengo 30 años. Mi experiencia en Tinder es surrealista y mi suerte con los chicos... nefasta. Yo no desisto, faltaría más, pero eso sí, otra decepción más y me bajo del carro del amor de una vez por todas o, al menos, de las aplicaciones de citas.

Hace mes y medio, más o menos, decidí abrirme cuenta en Tinder en uno de esos sábados en los que me encontraba sola y aburrida en casa. Tengo un historial sentimental no demasiado afinado, no sé por qué, pero ¡no me cuaja nada! ¿Qué por qué no me enganché a la peli que echaban por la tele? ¡Las tengo todas vistas y necesitaba emociones fuertes! Y vaya si las encontré... Estaba harta de ver cómo mis amigas de la cuadrilla comían perdices con sus parejas ¡Buf, pero que muy harta! Así que con mi botella de vino blanco al lado, me enredé a 'jugar' al 'match' y al 'next'.

Tras tres o cuatro conversaciones con desconocidos no demasiado apasionantes, no pasaron de las cuatro palabras, apareció él, Julen. A ver, la verdad es que no me pareció guapo guapo, pero tenía un no se qué que me llamó la atención. 'Match' inmediato y comenzamos a hablar. Él fue súper simpático. Todavía recuerdo como entró al trapo: «¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? Vaya sonrisa… », me hizo mucha gracia, me pareció una frase típica de un súper ligón.

Una cosa llevó a la otra, nos dimos los teléfonos y allí estábamos los dos como adolescentes, pendientes del móvil todo el día. Yo ni me reconocía. Bueno pues resulta que estuvimos así, mensaje tras mensaje, más de un mes y pico. Habíamos hablado de vernos en persona en alguna ocasión, pero entre una cosa y otra la cita no surgió. Quedamos por primera vez un viernes, ya que se empeñó en que había que celebrar que se había terminado la semana. La cita prometía y ahí comenzó todo.

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Salí de trabajar a las tres de la tarde y como tenía a un paso Ledesma, quedamos para irnos de pintxos y tomar algo. Él vive en Vitoria, pero vino en su coche hasta Bilbao. Controlamos los nervios del momento y la verdad es que desde el principio conectamos, me hizo reír muchísimo. Fuimos de bar en bar y, copa tras copa, se nos complicó el asunto y surgió la atracción sexual. Eran las siete de la tarde, íbamos como cubas y no sabíamos ni dónde meternos del calentón que teníamos. Mis compañeros de piso estaban en casa y justo ese fin de semana venía de visita el hermano de Gorka, uno de mis compis. ¡Vaya casualidad! Así que no era plan de ir allí. Julen, que había venido en su coche, no podía conducir después de haber bebido. Así que ahí vino la pregunta de fuego: ¿Y si cogemos un taxi a Vitoria? ¡Madre mía! Claro que lo hicimos, como si fuera la cosa más normal del mundo. No quiero ni imaginar la cara del taxista y la paciencia que debió de tener con dos clientes, más salidos que otra cosa, en el asiento de detrás una hora. ¡Ay ama, qué vergüenza! Sí, cogimos un taxi desde Bilbao a Vitoria para echar un polvo, me salió cara la broma.

No sé cómo pero llegamos a casa, menos mal que pagó él, porque nos cobraron más de 100 euros. La verdad es que el revolcón estuvo de diez, de lo que me acuerdo vaya jajaja. Repetimos a la mañana siguiente y luego nos despedimos con un pedazo de beso. En ese momento, hablamos de repetir, pero nunca hubo una segunda cita. Cuando llegué a casa pensando todavía en la locura del día anterior y acalorada, le escribí un mensaje: «Hola guapo, ya en casa y con muchas ganas de repetir (carita sonriente)».

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Nunca tuve contestación. Le escribí otros mensajes y le llamé con desesperación. No entendía nada. ¿Quién jugaba así? Desde luego que él sí. A la semana siguiente, tomando algo con otra compañera del trabajo, también soltera, me propuso 'jugar' a Tinder desde su cuenta, para ver si encontraba un chico para quedar el fin de semana. Pasando entre candidato y candidato, ahí apareció la solicitud de Julen y a que no adivináis que le escribió: «¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? Vaya sonrisa…». ¡Qué sinvergüenza! Por si acaso, le di tres veces a cancelar. No quiero verle la cara en la vida, aunque cuando me entra la rabia, tengo ganas de plantarme en Vitoria a cantarle las cuarenta. Aunque si lo pienso en frío, menudo desesperado... 100 euros por acostarte con una chica mediante Tinder… y mes y medio de mensajes. Y qué crédula yo, que me sentía especial.

En realidad, ahora me río por no llorar. ¿Me entendéis, verdad? Creo que por el momento voy a estar un tiempo con mi cuenta de Tinder bloqueada. Y si me surge algo, me aseguraré de que el chico sea de Bilbao y, si por casualidad es de Vitoria, que me lleve de vuelta a mi casa, que el regreso en autobús me lo comí yo sola.

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